Dos fueron los encuentros que Somos tuvo con Fernando Zevallos en el 2019. El primero fue en mayo, en la emblemática carpa de Chorrillos, a un mes del estreno de ‘Volver', una oda –y, por qué no, una invitación a la reflexión– a los sueños de la infancia. El segundo fue en agosto, en un centro comercial que dedicó una sala para homenajear a La Tarumba y su legado de 36 años. Por estas fechas, se supone, el reencuentro sería para la previa del espectáculo por Fiestas Patrias, que venía trabajándose desde enero, inspirado en Perú y sus tradiciones. La pandemia, claro, cambió los planes.
Como sucede en tiempos de aislamiento social, el encuentro con la mente creativa de La Tarumba se dio por videollamada de WhatsApp. Al otro lado de la pantalla, desde su estudio, aparece Fernando, que viste un polo rojo. Tiene la barba un poco más crecida y lleva puesta la sonrisa de siempre. “Quizás eso tenga que ver con la edad. A estas alturas de mi vida (60 años) prefiero dedicarles tiempo a cosas saludables, entre ellas, mi estado de ánimo. No soy de los que se deprime. Mi cabeza está pensando en cosas que puedo y tengo ganas de hacer en La Tarumba. Trato de llenarme de pensamientos positivos en medio de una realidad tan dura, tan cruda”.
Dice que la cuarentena la vivió solo, en su casa de Miraflores. “Siempre estoy rodeado de gente y he aprendido a valorar los momentos de silencio. Así que disfruto mucho el estar solo, pero puedo confirmar que tan solo no se puede estar nunca tampoco”. No faltan las reuniones diarias vía Zoom con su familia; en especial con sus nietos, a quienes extraña abrazar, y con el equipo de La Tarumba.
Ha salido en ocasiones específicas: para comprar comida y para visitar un par de veces a sus caballos en Pachacámac. Para alguien que tiene un vínculo especial con los equinos, la distancia ha sido todo un reto. “Los caballos me dan paz y equilibrio. Por más que este silencio de tres meses traiga una serie de reflexiones, falta esa otra parte que dan los animales, que es el vínculo con la naturaleza”. El resto del tiempo la pasa leyendo, imaginando y trabajando nuevas formas de hacer su espectáculo.
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Décadas atrás, un circo llegó a la avenida Alfonso Ugarte, en el Cercado de Lima, muy cerca de la casa de un niño llamado Fernando. Pese a la tristeza por la muerte de su padre y los escasos recursos en su hogar, se ilusionaba cada vez que veía a los artistas practicando sus actos, llenos de color. A los 23 años, en 1984, a modo de gratitud, decidió fundar su propio circo junto a un grupo de jóvenes artistas. Se presentaron en calles, plazas y locales comunales para compartir alegría en tiempos de terror.
“Recordar distintas etapas en la historia de La Tarumba nos ha permitido tomar fuerza para afrontar esta situación. En pleno terrorismo hablamos de defender la vida y la belleza. El arte puede emplear formas para que la gente se comprometa con los cuidados (lavarse las manos, distancia social). ¿Crees que Vania Masías, con ese equipo de bailarines, no podría atrapar a los jóvenes y hacerles entender que realmente cuidarse es cuidar al Perú? El Estado no confía en sus artistas. Debe darles más espacios, pero a los auténticos. No a los oportunistas, no a los Richard Swing”. A los artistas, continúa Fernando, les toca hacerse oír, presentar ideas y proyectos al Ministerio de Cultura para que la sociedad sepa que están para aportar.
La crisis representa una oportunidad de cambio, al menos así lo ve Zevallos. “El circo está recuperando su esencia en esta emergencia por la relación entre el espacio abierto y los espectadores, como volviendo a sus orígenes. Estamos trabajando una idea, incluso con el equipo de iluminación y sonido. Hemos avanzado viendo qué tipo de espacio y necesidades técnicas tendríamos como para hacer espectáculos de día y de noche al aire libre, pero con la mejor calidad posible”. Para eso, agrega, se necesita un mejor clima. Propone como opciones setiembre u octubre. Y lo otro, donde hace más hincapié, es que el Estado plantee protocolos para que los artistas regresen a trabajar. “Como el arte está al final de la fila porque ‘convoca mucha gente’, no piensan que somos capaces de trabajar los protocolos para no dejar sin trabajo a tanta gente”.
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El optimismo no nubla la mirada de Fernando. Es consciente de que en esta pandemia también ha perdido la posibilidad de montar una carpa en Lima y provincias que genera trabajo para 30 artistas en escena y 120 personas entre equipo de producción, personal técnico y de seguridad, entre otros. “Duele al corazón y al bolsillo. Eso no lo puedo negar”. Pero el show debe continuar. Por eso, este año han apostado por lo virtual con ‘Vital', una recopilación audiovisual de los principales números de algunos espectáculos de La Tarumba. La temporada va hasta el 2 de agosto y puede adquirir las entradas vía Joinnus (https://www.joinnus.com/). “Lo que queremos con el show es hablar del Perú y los sueños. Hay momentos de ‘Bandurria', de ‘Volver'. Momentos bonitos. Queremos darle un poco de optimismo a la gente”.
Hay quienes postulan que lo digital representa un riesgo para el arte porque el público se va a acostumbrar a ver los espectáculos o funciones en casa. Sin embargo, Fernando no lo ve así. “No pienso que haya el riesgo de que la gente se acostumbre a lo virtual y deje de ir a las carpas. Por el contrario, es una gran oportunidad de sumarle lo virtual a la experiencia vivencial. El arte está ganando un espacio de expresión y eso es importante. Quizá tenía que venir un sacudón de este tipo para que los artistas viéramos las virtudes de la comunicación virtual. El gran reto es cómo lograr la comunicación emocional del cara a cara a través de una pantalla. Seguro cuando ya se tenga la vacuna, confío muchísimo en que la gente va a salir a querer ver conciertos, teatro, danza, circo, cine. Todo eso que todo este tiempo hemos aprendido a valorar mejor”.
Como parte de este nuevo vínculo entre lo virtual y vivencial, Fernando ya piensa en un nuevo proyecto: un documental de La Tarumba que no solo refleje lo artístico, sino que muestre el detrás de escena para inspirar a más jóvenes. Incluso tiene en mente una celebración pospandemia que integre a los artistas, el público y las plataformas digitales. “El circo se ha sobrepuesto a plagas, a pestes, a guerras mundiales, a dictaduras, a cataclismos, a terremotos, a maremotos. Ha renovado los votos frente a la sociedad. La Tarumba va a volver y ya celebraremos”. //
¿Y EL SIGUIENTE NÚMERO?
La compañía argentina Circo XXI buscó la forma de reinventarse en plena pandemia debutando en un nuevo formato al aire libre: el autocirco. Este permite que al menos 40 familias disfruten del espectáculo desde sus vehículos, recibiendo el sonido por radio. “El autocirco es una buena opción”, reconoce Zevallos. Implementarlo aquí, explica, depende de la cantidad de asistentes y la inversión que esta propuesta demande.
Otras empresas no corren la misma suerte. El 29 de junio, el Cirque du Soleil (foto inferior) se declaró en bancarrota a causa del COVID-19. La compañía, con sede en Canadá, despidió a más de 3.500 trabajadores (85% del total). Nacida en Quebec, Canadá, en 1984, la empresa de espectáculos acumuló una deuda de 900 millones de dólares estadounidenses que, en tiempos de pandemia, no ha tenido cómo revertir.
En la escena local, la Escuela Experimental de Payasos organiza el Primer Festival Internacional de Payasos Online, con artistas nacionales e internacionales. El evento va del 26 al 31 de julio (ver afiche). Para más información, comunicarse al 985 896 008.