Tras la “renuncia irrevocable” de Manuel Merino como presidente transitorio de la República, la Generación Bicentenario asoma como la gran gestora de este suceso histórico. Jóvenes cuyas edades oscilan entre los 23 y 27 años, estudiantes y trabajadores en la mayoría de casos, que se organizaron en las redes sociales y alzaron su voz en contra de quienes tomaron el poder. Una generación que, antes que celebrar, pide justicia para los héroes caídos: Jack Pintado e Inti Sotelo, víctimas de la cruda represión de la Policía Nacional.
Por eso la protesta sigue en las calles. La lucha recién empieza.
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A lo largo de la historia, diversos movimientos y manifestaciones lideradas por jóvenes han generado profundos cambios sociales y políticos. Lo vimos hace poco en Chile, con multitudinarias protestas que iniciaron los estudiantes por el alza de los pasajes del Metro y que no pararon hasta cambiar, a través de un referéndum, la Constitución de Pinochet.
Mucho antes, las protestas juveniles cobraron notoriedad en la década del sesenta, con el movimiento francés de Mayo del 68. El entonces presidente de Francia, Charles de Gaulle, no imaginó que lo que inició como una huelga estudiantil en contra de la sociedad de consumo se convertiría en una movilización a la que se sumaría todo el país.
A los estudiantes se unieron obreros y sindicatos. El resultado: una huelga obrera que tuvo como fecha cumbre el 13 de mayo de 1968. Ante la presión social, a de Gaulle no le quedó otra que adelantar la elecciones. Fue la primera gran victoria de los jóvenes en las calles.
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A fines de la década del sesenta, una inmensa mayoría de estadounidenses estaba en contra de la Guerra de Vietnam. Más de dos millones de jóvenes fueron llamados a ser parte de un conflicto que buscaba impedir que el gobierno comunista de la URSS extendiera su influencia. En ese contexto, una manifestación de los estudiantes de la Universidad de Kent acabó con la muerte de cuatro jóvenes a manos de la Guardia Nacional. Finalmente, la presión popular forzó a los Estados Unidos a salir del conflicto en 1973.
Tres años después, en 1976, cerca de 10 mil estudiantes del barrio de Soweto, en Johannesburgo, salieron a protestar para pedir igualdad de oportunidades. Por esa época, el sistema político que dominaba el país africano era el apartheid, que permitía a los colonos blancos discriminar a los ciudadanos de raza negra para mantener su influencia y poder. La policía reprimió la manifestación con violencia: murieron cerca de 700 jóvenes. Tuvieron que pasar varios años para que el apartheid se aboliera y que ese día, 16 de junio, se recuerde como el Día de la Juventud en Sudáfrica.
En la década del ochenta, entre 15 de abril y el 4 de junio de 1989, se organizaron una serie de manifestaciones en Pekín, China. Fueron lideradas por estudiantes que estaban en contra del Partido Comunista. Los dirigentes del Buró Político decidieron no escucharlos y suprimir las revueltas por la fuerza, sacando tanques y tropas del ejército a las calles. La represión, una vez más, tuvo un saldo lamentable: cientos fallecieron en la matanza de la plaza de Tiananmen. La imagen de un joven impidiendo el pase los tanques se convirtió en símbolo de resistencia.
Bien dicen que los jóvenes son el futuro. Hoy más que nunca, su voz tiene que ser escuchada.//
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