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Jaime Ferraro (40) es ácido e irreverente, pero no siempre. El comediante que se ha convertido en una celebridad del Internet local por burlarse del clasismo y racismo en los sectores más acomodados de Lima, dice que su personaje es solo una creación para las redes. En la vida real maneja un tono más pausado y modulado y suele explicar su posición sobre distintos temas con mayor seriedad. Tres días después de comenzar el nuevo año, nos recibe en la casa de San Isidro donde creció, para hablar sobre Lima y el humor de sus habitantes. “Es la casa de mi mamá, se la he pedido prestada para la entrevista”, precisa. Lleva lentes oscuros, las uñas pintadas de negro y viste completamente de esa tonalidad. Mide casi dos metros y su barba rojiza le añade color a su rostro. Sobre su polo resaltan las letras blancas de la marca Yeezus, del rapero Kanye West, uno de los músicos con más reproducciones en su cuenta de Spotify.
Mientras caminamos por los pasadizos que conducen a la terraza, Jaime explica que la iconografía religiosa de las paredes se debe a que su familia pertenece al Opus Dei. Nos acomodamos al lado de la piscina y empieza a contar cómo empezó todo. “Lo que más rescato de este lugar es que crecí rodeado de libros. Leía novelas, cuentos, ensayos. Así fui agarrando el gusto por contar historias”, recuerda. “Yo he crecido consumiendo mucha cultura pop. Música y televisión. Me acerco a la comedia sin imaginar que era a lo que me iba a dedicar”, añade.
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Tras su paso por dos universidades en las que no concluyó sus estudios de psicología y comunicaciones, decidió hacer lo que siempre había querido: stand up comedy. Estudió guion de cine en la escuela San Antonio de los Baños, en Cuba, y se formó en el taller del comediante peruano Luis Melgar. Además de la creación del contenido satírico que comparte en Internet (tiene 100 mil seguidores en Instagram y 240 mil en TikTok), Jaime hace shows en vivo –hoy en para por la tercera ola- y conduce un podcast en YouTube donde habla de todo: desde política internacional hasta los sucesos más resaltantes que golpean al país. Para tratar esos temas entrevista a analistas y periodistas con quienes intercambia opiniones de forma distendida. “Esa es la versión que más se acerca a mi forma de pensar”, comenta.
Aunque lleva cerca de ocho años dedicado a la comedia, Jaime reconoce que el video que se volvió viral por llamar “queridos amigos graduados pitucos del Markham” a un grupo de alumnos de ese colegio, como parte de un discurso que le invitaron a dar en la ceremonia de graduación de la promoción 2020, le ha permitido llegar a más personas. “Yo no considero que pituco sea una palabra despectiva. Hace tiempo un amigo mío, muy pituco, de una familia con mucho dinero, me dijo ‘oye, Jaime, tú y yo no somos pitucos’. Pero yo le respondí ‘sí, somos. Lo que pasa es que no somos imbéciles’. La gente suele atribuirle la superficialidad, clasismo y racismo al solo hecho de ser pituco. Pero yo no soy así. No en ese extremo”, enfatiza.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/RS5VJ35IFJHS7BOD7YUQYYYOEI.jpeg)
—¿Cómo es el pituco del que te burlas?
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Son esos pitucos que todavía creen que forman parte de una nobleza desplazada, lo cual es ridículo en estos tiempos. De ese tipo de pituquería hay que reírnos. Y según lo que veo, es algo que está pasando cada vez más. Al crecer la clase media en el Perú, ese tipo de extremos tienen que perder poder. Eso es lo que trato de comunicar. Mi personaje de redes sociales es una versión muy exagerada de los clichés que yo mismo he podido encarnar en algún momento de mi vida. Es como si no se diera cuenta de lo discriminatorio que es, que lo que piensa es chévere, normal.
—Intuyo que alimentas tu discurso de tu círculo social más cercano.
Sí, y a veces palabra por palabra (risas).
—¿No te has ganado problemas por burlarte de ellos?
Lo toman bien, no me he ganado ningún pleito. Lo que pasa es que en esos círculos es muy difícil criticar a alguien cuando le va bien. Por ahí me han llegado algunas críticas de la gente de mi colegio, el Santa María. Ellos son los que más se pican. Dicen que estoy removiendo ciertas cosas que no deberían removerse. Es gente que por lo general no entiende que no es necesario que yo remueva algo para que las cosas estén agitadas.
—¿Dirías que el limeño tiene correa ancha para tolerar bromas?
El limeño en cierto grado es conservador, sí, eso lo sabemos. Pero al mismo tiempo creo que Internet ha ejercitado de manera inconsciente ese núcleo chacotero que tenemos. Y eso, tal vez, ha hecho que la gente se esté abriendo a distintos tipos de humor, cada vez más desafiantes. Creo que varios comediantes hemos ido redibujando esa línea y hemos sido bien recibidos. Ahora el limeño, o el peruano en general, entiende más el doble sentido, la sátira, la burla, y se atreve a reírse de temas que son sensibles, como el racismo.
—Al jugar muy fino, imagino que hay de los que toman tu discurso de forma literal y terminan interpretando mal las cosas.
Es algo que pasa siempre con el sarcasmo en general. La gente es capaz de interpretar mal tantas cosas, tan básicas, que en realidad no puedes trabajar pensando en eso porque no harías un solo chiste. A mí me han dicho de todo, que soy racista y discriminador. El mensaje cuando uno retrata el caos en la comedia es muy fácilmente tergiversable. Yo trato de que la gente entienda que el humor es también ficción.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/RCQKHHBDQ5G6DFAJ2DG5UB65VQ.jpeg)
—¿Buscas generar algún tipo de conciencia ciudadana o solo hacer reír?
Yo creo que los comediantes principalmente deben hacer reír, pero si ya luego te hacen pensar sobre lo que te estás riendo, es bajo tu propia responsabilidad. Si considero que es importante reírnos de algunas cosas y ponerlas en evidencia mediante el humor, pero no creo que lo que hago pueda generar un cambio significativo. No creo que sirva para eso.
—Pero el discurso que diste en el Markham adquirió un matiz distinto al hablar, entre otras cosas, del mito de la meritocracia en una cancha donde más de uno debió sentirse aludido.
Mucha gente me comentó que había enarbolado un discurso de clase. Y claro, algo de eso puede tener. Pero yo simplemente dije lo que sentía y siento. Muchos jóvenes no se dan cuenta que tienen la oportunidad de cumplir sus sueños, incluso con mejores posibilidades que la gente de clase de media del primer mundo. No son conscientes de sus privilegios. En el Perú, el que tiene la posibilidad de ir al Markham probablemente puede estudiar en cualquier lugar del mundo. Y si quieren ser comediantes, van a sufrir un poco para lograrlo, pero pueden terminar haciéndolo, como yo. Decidir ser comediante es un lujo.
—¿Fue fácil descubrir que eras una persona privilegiada?
Yo he veraneado desde chico en Ancón. Y Ancón es muy loco, el contraste está muy evidenciado. Yo entraba al Yatch Club solo por ser blanco. No importada si era socio o no. En ese momento no lo entendía, pero con el tiempo me di cuenta que había un componente racial y social que me daba muchas facilidades.
—¿Y te ha tocado ser discriminado?
A mí me han juzgado por mi apariencia. Me han dicho metalero o que parezco un matón. Pero yo la discriminación la he visto hacia afuera. He sido partícipe de dinámicas discriminadoras, sí, sin duda. En el colegio. Y alguna vez me han dicho “blanco de mierda”, pero no me atrevería a llamarlo un acto discriminatorio. Tampoco creo que exista el racismo inverso, me parece que el término no cabe.
—¿Cuándo te reconocen en la calle qué te dicen?
Yo me hice conocido de golpe durante el encierro, pero nunca tanto como Hablando huevadas (risas). Pero sí, es bonito que la gente se te acerque cuando te reconoce. La otra vez un serenazgo venezolano me dijo para tomarse una foto conmigo. A mis shows ha llegado gente de Piura y Puno. Una vez, un chico que vino de Puente Piedra me dijo ‘seguramente ni sabes qué es eso’ y nos reímos juntos. Creo que finalmente de eso trata. De tomarnos las cosas con humor. //
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