Un ‘Diamante’ en un Mercedes Benz. Un breve lujo de las calles desoladas en pandemia: el ‘Diamante’ es Julio César Uribe y como a esta hora de la mañana nadie camina por Pueblo Libre, puede estacionar su auto y caminar una cuadra con tranquilidad. Hoy no es un día cualquiera: el 24 de marzo de 1982, es decir, hace exactamente 39 años, el peruano Uribe recibió el premio como tercer mejor futbolista de América de parte del diario El País de Uruguay. Vestía una camisa de seda italiana y un crucifijo de oro que ahora se llama, horriblemente, blin blin.
La crónica de la premiación apareció en una edición especial de la revista El Gráfico de Argentina. El segundo elegido fue Zico y no llegó a la premiación en el Monumental de River, donde esa tarde iban a empatar 1-1 Argentina y Alemania. El primero, votación unánime, fue Diego Armando Maradona, cuatro años antes de ser semidiós.
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—Me dio la mano, nos felicitamos y nada más. Muy correcto Diego —dice Uribe ahora, sentado en una de las mesas principales de Jova Grill, el nuevo restaurante de parrillas en el que se ha convertido en socio inversionista, hombre de delivery y chef estelar de lomo saltado los sábados desde el mediodía. Ha recordado la fecha, con esa naturalidad con que los futbolistas hacen cien pataditas y piden que uno los imite. “Fue lindo. Todo lo que hice en mi vida profesional está intacto, en mi memoria”. También en la sala de su casa: la fotografía de ese momento —y que aquí reproducimos— es lo primero que se ve cuando uno entra a la sala principal de su dúplex en San Isidro.
—Caraaaajooo. Es el orgullo para mi familia —dice, y se le infla más el pecho de boxeador. También se le apaga un poco la vista: el 5 de marzo último, mamá Epi, su mamá, murió.
—Ha pasado ya casi un mes desde esta noticia. ¿Cómo se vive con eso?
Estuve 15 días en Los Ángeles. Me fui preparando, junto con mis hermanos allá. No, no se puede estar tranquilo. Pero es una tarea mental que he venido haciendo ya casi tres semanas. Será una fecha inolvidable para mí, pero la tarea ahora es estar como ella siempre me quiso ver: fuerte. Para mis hijos, mis nietos y mi esposa. Es mi ángel ahora.
—¿Paró de llorar?
No. No. Ya pasará. No es fácil. Se me ha ido el ser más amado. Además que yo soy quién era el más pegado a ella.
—En su primera entrevista con Ovación, usted decía que el único sueño era comprarle la casa con lo que ganara en el fútbol.
Sí. Pero va más allá de eso, Miguel. Siempre traté de devolverle algo de lo que ella me dio. Y si hay algo que siempre quise fue darle mucho amor y respeto, gracias al fútbol. Lo material fue un valor agregado del destino. No se puede medir ni entregar todo lo que ella me dio. Es único.
***
Volvió a Lima el último fin de semana de marzo y encontró todo igual. La política, la crisis, la pandemia. Volvió, también, porque tiene ahora un nuevo hijo: Jova Grill, el negocio de carnes que abrió hace cinco meses junto con el chef Carlos Acuna, artista de los pescados y los cebiches, cuya historia es inspiradora: “En mi vida imaginé —dice Acuna— conocer a tantas personas gracias al don que Dios. Antes de conocer a Julio, yo pasé por un proceso de drogadicción. Imagínate: darle un saludo a Julio hoy cuando hace unos años nada más estaba en una esquina fumando, es increíble. Y que sea mi socio, más aún. La sociedad camina, hay días buenos y otros no tanto, pero hemos decidido apostar en el momento más duro de la pandemia. Porque somos valientes. Estoy seguro de que vamos a ser amigos para toda la vida”.
La relación fue creciendo desde el día en que, casi de incógnito, Uribe fue al primer local que Acuna tiene también en Pueblo Libre con toda su familia. “Probé y listo. Exquisito”, recuerda Uribe. “Yo le hablé luego de una sociedad, vimos posibilidades y empezamos”, dice Acuna. Cada sábado desde el mediodía, ahora que ya está en Lima, Julio César Uribe desfila su físico de crack por la avenida Manuel L. Vivanco, entra al 695, y de frente va a la cocina. Lomo fino, salsa de ostión, sal, vinagre blanco y un truco de la casa, nada más. Allí, también, discute del Perú que quiere y que odia con los comensales. Y del bicho político que ha sobrevolado sus dominios en estas y otras elecciones.
—¿Cómo lo ha transformado la pandemia?
Ehhh... Veo con mucha tristeza y desazón que nuestro querido país, cuando se habla tanto de humanidad, más inhumanos somos. Se habla de solidaridad, menos solidarios somos. Nuestros gobernantes no valoran lo más importante, la vida. Hoy la gente se muere y parece que te estuvieras tomando un vaso de agua. Y no pasa nada. Sensibilidad cero. Responsabilidad de novena categoría. Y la gente sigue muriendo. Lo que hemos visto son mensajes alarmantes. Por experiencia y por decencia, yo solo trato de servir y ayudar a quienes sea posible.
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— Revista Somos (desde casa 🏘) (@SomosElComercio) April 9, 2021
LA SAZÓN DEL DIAMANTE: Julio César Uribe, disciplinado empresario gastronómico, y una receta de optimismo para salir adelante https://t.co/r9HD3ZLcXc pic.twitter.com/dSG0BjBFvi
—¿Qué es lo que más lo ha indignado?
Yo dije, cuando esta pandemia empezó en marzo, que el estado tenía que agendar semanalmente dotaciones de víveres para la gente que más hambre tiene. Aldo Miyashiro, por ejemplo, siempre lo ha hecho: labor social. Y quienes realmente tienen el poder y los recursos... ¿por qué no lo hacen? ¿Tan difícil es para quienes nos gobiernan hacer esto y evitar que se desborde el virus? Porque si no tienes qué comer, entonces lo sales a buscar. Es lógico. Yo digo: tienen asesores para tantas cosas y para esto. ¿O no quieren? Si solo es cuestión de decisión: la gente quiere comer, quiere trabajar, quiere llevar algo a casas. No sé cómo razona este gobierno. Veo la película todos los días y analizo: el día que todos, con fama o sin fama, con poder o sin poder, con dinero o sin dinero, todos, podamos ayudar, y cumplamos con nuestra responsabilidad social, ese día cambiaremos nuestro Perú.
—¿Eso solo se cambia desde un cargo político?
No.
—¿Le interesa?
Quisiera hacer algo más, créanme. Pero... a través del fútbol, del deporte. Armonizar. He tenido invitaciones políticas, sí. Y las agradezco pero cuando haya un ganador, si creen que puedo ser útil en su gestión, me llamarán. Sino, me dedicaré a otras cosas. Yo no tengo apetito de poder ni de dinero. Lo mío es un sentimiento de ayudar y servir a los que menos tiene. Veremos de dónde vienen.
—¿No importa si ese llamado viene de un extremista de derecha o de izquierda?
No, no es importante. Mira: políticamente, sea cual sea el perfil de un candidato, la vida tiene un propósito: respetar al ser humano, ayudarlo en sus necesidad básicas, darle herramientas para disminuir los niveles de delincuencia.
—¿Le ha tocado el COVID-19 directamente?
Mira, yo vivo la pandemia con fortaleza. Con responsabilidad. Y protegiendo a mi familia, que gracias a Dios está bien pero quizá porque tengo otra posibilidad económica, una estabilidad. Pero ese no es el caso de todos y por eso es que quiero ayudar. ¿Sabes qué pasa en el Perú? Cuando uno llega a tener bienestar, lo demás importa un carajo. Yo no soy así. Quisiera hacer algo más por la gente que más lo necesita. Aquí hay un deportista honesto, transparente, dispuesto. Hace un año me llamaron para entrevistarme para ser jefe del IPD. ¿Qué harías?, me preguntaron. “Primero tengo que conocer la realidad, con números”, les dije. “Bueno, imagínate que mañana empiezas y debes tener un plan”, insistieron. “Bueno. Primero, ver qué es lo productivo y qué no. Y luego, en todo el país, exigir rendición de cuentas periódicas de lo que se invierte”. No me llamaron más.
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***
Mundialista, futbolista, malabarista. Eso fue Uribe con la selección, en Italia, en Colombia, en México Es imposible no hablar de fútbol con él.
—¿Su ídolo de niño?
Edson Arantes do Nascimento, Pelé.
—¿Y el peruano?
Por todo lo que nos dio. Héctor Chumpitaz. El capitán.
—¿Por qué es unánime el respeto por Chumpitaz, luego de tanto tiempo?
Así se llama, respeto. Y reconocimiento a su humildad. Nunca hizo nada por detrás contra nosotros. ¿Sabes cómo llamaba la atención Chumpitaz? Hablaba el entrenador, los jugadores se peleaban. Chumpi decía, escondiendo la voz casi: “Ya pues, hay que desahuevarnos”. Eso era todo. “Ya pues, hay que desahuevarnos”. Yo lo escuchaba al Capi y decía: “Se enojó el Capi”. Suficiente. Él estuvo siempre para ayudar. Más bueno que el pan con mantequilla. Y crocante. Chumpi se hacía respetar por lo crack que era, nada más. Nunca gritó a nadie.
—¿Su relación con Mosquera cómo está?
Bien, super bien. Es uno de mis mejores amigos. Corresponde reconocer que es uno de los mejores técnicos del medio. Jamás competiría con un amigo. Tenemos un nivel muy similar de honestidad y transparencia”.
—¿Por qué el Puma Carranza dice que es uno de sus ídolos?
El Puma es un guerrero y un defensor del jugador de fútbol. Y de su familia. Nos parecemos porque somos personas derechas. Yo valoro mucho a las personas que vienen de abajo.
—¿Todavía tiene ganas de dirigir?
Siempre tengo ganas de dirigir, claro. Yo me iré cuando yo quiera. No cuando el sistema me quiera sacar. Voy a volver más león que antes.
—¿Ha descartado la oportunidad de entrenar a Cristal?
Espero tener la oportunidad de retirarme campeón en el club. Y si no, nada cambia. Soy un agradecido.
—¿Ha escuchado cómo habla Claudio Pizarro de usted?
No es algo que haya forzado ni que espere. Es un señor. Yo estaré agradecido siempre por todo lo entregó él mientras lo dirigí en la selección. Es un excelente padre, hijo, compañero, futbolista. Es icónico para las futuras generaciones, como Jefferson, como Paolo. No me envanece, me alegre. No soy vanidoso, soy un futbolista con mucha personalidad. Te voy a contar algo. Una tarde se me acercó Johnnier Montaño. ¿Qué pasa, Johnnier? “Muchas gracias, profe. Usted me ha devuelto la alegría de jugar al fútbol”. Ese es un trofeo emocional para mí. Lo tuve en 2013, 2014, en San Martín.
—¿Cómo le puede ir Farfán en Alianza?
Lo que más deseo es que le vaya bien. Regresa a su casa. Hay que ver cómo está físicamente. Pero no tengo duda de que va a dar lo mejor. Cumple un sueño.
—¿Le hubiera gustado jugar en la ‘U’?
Pues yo soy un profesional. Me habló Marcos Calderón, yo incluso me tomé fotos. Pero no hubo acuerdo.
—¿Es más difícil hoy clasificar al Mundial que en 2018?
Se ve todo cuesta arriba por los resultados. Pero la dificultad es para las demás selecciones también. Hay pandemia para todos. Como el peruano llora más que los otros, está el problema. Hay que pensar cómo resolver los problemas.
***
Uribe, hinchado el pecho como el personaje de JB, pide permiso para ir a la cocina. Anuncia de nuevo que será el chef que prepara lomo saltado a la Uribe los sábados en Jova Grill. Prefiere no hablar más de lo que es un secreto de su entorno: el expresidente Martín Vizcarra fue quien lo quería en el máximo cargo del IPD y fue gente del círculo cercano al candidato a la presidencia Rafael López Aliaga la que se acercó a él hace unos meses para conversar sobre política y el futuro. En mayo cumplirá 64 años y está entero, rebelde, entre su nuevo perfil empresario, su negocio de carnes y el fútbol, junto a su hijo Julio Edson Uribe, en la Academia y Centro de Alto Rendimiento que, cómo no, lleva su galáctico alias de nombre.
—Entonces, ¿la política no le quita el sueño?
Noooooo. Además, tengo mi propia policía que me alerta. Tú la escuchaste una vez a Clarita, mi esposa, en casa: “Lo único que te pido es que analices si vale cambiar nuestra tranquilidad por intranquilidad”. Me mató. Si puedo ayudar, bien. Si no, no pasa nada. Los actos quedan. Nadie se lleva nada cuando se tiene que ir, ah. Ni las cuentas ni el carro ni la ropa. Nada.
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