El skate en el Perú: la historia de una larga pasión sobre ruedas que hoy es deporte olímpico

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Eran otros tiempos, como decíamos, y Lima tan pequeña que resultaba que todos se conocían. Ellos cultivaron su técnica en esos días de verano y ocio, cuando correr tabla en la Costa Verde y montar skate eran actividades complementarias. “El skate en esas épocas era el rock & roll, esa era la onda”, le dice a Somos Miguel Robilliard Chui (56), el legendario ‘Chino’, que fuera parte de aquella patota de miraflorinos amantes de la patineta.

De su generación de skaters quedan pocos, dice, y asegura que de ellos es el único que todavía puede montarse en su tabla con ruedas y dar un espectáculo digno. Su vida, en aquellas tardes de inicios de los setenta, era salir de su casa en Santa Cruz, bien temprano, directo a correr olas por la mañana, y por las tardes a buscar alguna rampa en la ciudad.

“Todos los que corríamos tabla hacíamos skate”, anota. En esa primera promoción setentera estaba Martín Jeri, famoso, entre otras cosas, por aparecer en un número de la emblemática revista Thrasher, un hito para esos muchachos. Estaban también Titi de Col (padre), Koki Pozo, ‘Luifer’ Gómez de la Torre, Jorge Ibáñez, César Aspíllaga, Eddy Sikora, Gildo Marsano, Humberto Ballesteros, Vicente Vidalón, “Fico” Larco, y muchos más.

Montaban con skates Variflex, Z Flex, Kryptonics, Powell Peralta y otras marcas que solo llegaban de importación en el gobierno militar, a un precio de 100 dólares de la época, hasta que el mítico ‘Gordo’ Barreda empezó a fabricarlos con su marca, Chicama. A falta de rampas en la ciudad, los pioneros del skate local montaban en bowls y piletas vacías como la del cine El Pacífico o en las viejas “pirámides” de la Residencial Santa Cruz. Después aparecieron las rampas de La Punta (1976); la icónica rampa en ‘U’ del Faro de Miraflores (1978), que agrupó a la juventud de la época; y los skateparks de la Calle de las Pizzas y de Camino Real.

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Una nueva generación empezó a descollar a fines de los años ochenta y noventa, seducidos por los videos de piruetas que empezaban a llegar en Betamax y VHS. El deporte estaba cambiando y comenzaba a surgir el llamado estilo street (callejero), lleno de trucos y saltos elaborados. El estilo street tiene un reinado largo y es la modalidad que ha llegado a los Panamericanos y a las Olimpiadas (en este caso, por primera vez).

De esa promoción es Peter Henningsen, que empezó a despuntar en los años noventa primero con la bicicleta BMX y de ahí con el skate. Uno de los points de esa movida nueva era el skatepark de Javier Prado, donde hoy está el terminal de Cruz del Sur, recuerda Henningsen. El año 2004, harto de pelear para que se desarrolle infraestructura para este deporte, consiguió hacer –con autorización de la Municipalidad de Miraflores– el primer skatepark moderno de ese distrito.

“Terminé ese y de inmediato me llamaron de Independencia para hacer uno, y luego en otro lugar. Desde entonces no hemos parado. Ahora tenemos hechos más de sesenta en todo el país. En Perú tu encuentras un skatepark cada 15 minutos”, recuerda Henningsen.

La profusión de skateparks, desde Tumbes hasta Tacna, revela que el deporte de la tabla rodante hace mucho tiempo que dejó de ser diversión de jóvenes de clase acomodada. Hoy hay circuitos en Manchay, con capacidad para 800 personas, también en el cerro San Cosme o Villa María del Triunfo, lo que demuestra la bienvenida democratización de la patineta y su innegable vigencia. //

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