1 / 11 Una dulce muñeca suele llamar a sus dueños por la noche. ¿Tendrá hambre? No la mire mucho porque su expresión cambia, dicen. (Foto: Richard Hirano)
2 / 11 Muñeca animatrónica a tamaño real de Reagan ("El Exorcista"), se siente en la cama y comienza a girar su cabeza cuando percibe el sonido. (Foto: Richard Hirano)
3 / 11 En la Casa Museo del Terror hay profusión de muñecos intervenidos para que adquieran un look espeluznante. (Foto Richard Hirano)
4 / 11 Emilio Obregón, coleccionista de objetos de terror, siente que algunos objetos de colección se animan por su cuenta. (Foto: Richard Hirano)
5 / 11 Un muñeco de ventrílocuo llegó de obsequio desde EE.UU. a la casa museo. Su dueño no lo quería y costeó todo, hasta el envío, para no verlo más. (Foto: Richard Hirano)
6 / 11 Un tierno elefantito es acusado de despedir un aroma insoportable en ocasiones. Le fue entregado como donación. (Foto: Richard Hirano)
7 / 11 El economista Emilio Obregón, director del museo, es aficionado a las películas de terror de los años ochenta. Empezó su colección con objetos de esas cintas, pero su apasionamiento pudo más. Ahora tiene 6000 objetos. (Foto: Richard Hirano)
8 / 11 Unas tablas de ouija algo chamuscadas llegaron a su puerta. Le dijeron que fueron sacadas del incendio de Mesa Redonda. (Foto: Richard Hirano)
9 / 11 Emilio piensa que hay arte y belleza en los objetos que compran. Una estética peculiar que no todos saben apreciar. (Foto: Richard Hirano)
10 / 11 Al centro, una muñeca de vudú comprada en Tacora es el objeto que más pánico produce de los seis mil que pueblan la casa. Solo por su pinta provoca no acercarse. (Foto: Richard Hirano)
11 / 11 Una cámara Pentax y una jeringa con la que una persona se habría quitado la vida le fueron dadas en custodia. (Foto: Richard Hirano)
En la Casa Museo del Terror, la colección más grande de objetos de miedo, cosas raras están sucediendo, según Emilio Obregón (46), economista de profesión. Apilada en seis cuartos de una vivienda ubicada en San Miguel se hallaba una vasta colección de objetos tenebrosos que desafiaban la clasificación y que eran un reto al estómago: había muñecos de películas de terror, máscaras deformes, pinturas enfermizas, antigüedades espeluznantes, chichobellos quemados, payasos diabólicos, tablas de ouija y demás cosas que harían salir huyendo a un exorcista.
Pese a todo esto, Emilio era un tipo tranquilo y amigable, un típico hombre de familia, con hijos, esposa y un pasatiempo. Su apariencia ‘normal’ desafiaba los prejuicios que un dueño de material así podría despertar. No le gusta el ocultismo. No cree en videntes o médiums. Ni heavy metal satánico escuchaba, sino salsa. La casa –en la que no vive, dicho sea de paso– era su refugio de entresemana contra la modorra burocrática y el aburrimiento de Lima.