Oscar García

Desde la sala de su departamento en San Isidro, Rebeca Llave mira la tapa del vinilo de homenaje que le han hecho en España y sonríe para sí misma, como quien intenta comprender las raras sorpresas que la suerte le ha deparado en este tramo de su vida. Hace sesenta años, exactamente, cuando tenía 17 años y era empleada de una disquera importante, parte de su trabajo consistía en decirles que no a las decenas de bandas peruanas que venían hasta sus oficinas en el Centro de Lima con el sueño de sacar un disco propio. Algunas le gustaban, otras no, pero su jefe era tajante con ese asunto: el joven rock peruano no vendía, así que ni hablar de sacarles nada. Fue ante la insistencia de Rebeca de abrir la compañía a nuevos sonidos que el gerente le soltó una frase que no ha olvidado: “Bueno, si tanto quieres grabar a estos grupos, haz tu sello, pues”. Y eso fue lo que hizo. No hay un caso similar en Latinoamérica de una mujer y menor de edad abriendo una compañía discográfica. Bautizó a su pequeña empresa como DisPerú, dice, porque en verdad no tuvo tiempo de pensar en un nombre mejor.

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