Sergio Peña es el dueño de un sitio en el campo -el medio, delante de Tapia y cuidando a Yotún- que ha sido influyente en este Perú clasificado a cuartos de la Copa América 2021.
Sergio Peña es el dueño de un sitio en el campo -el medio, delante de Tapia y cuidando a Yotún- que ha sido influyente en este Perú clasificado a cuartos de la Copa América 2021.
Miguel Villegas

EL QUEDADO ESPECIAL. Los que no vamos a la Copa.

Lloró doce horas seguidas hasta que, como la lluvia, paró. Doce largas horas, el tiempo que duró el vuelo desde Europa a América, a donde volvió tras saber que la felicidad de 33 millones de peruanos era, más bien, su tristeza: tras el regreso de Paolo Guerrero gracias a un fallo del Tribunal Federal Suizo, Peña era el futbolista elegido por Ricardo Gareca para quedar fuera de Rusia 2018. Justo el Tigre, que también había pasado por esa pena, lo buscó en la habitación y le habló de su futuro. Del presente se encargaba un boarding pass nomás. En esa charla, dicen quienes estuvieron cerca, Gareca le hizo ver lo que le esperaba: su contrato en Europa, sus 22 años y la chance de jugar todo lo que viniera. Eso que los poetas llaman ganarle terreno al mar. André Carrillo, su mejor amigo en la selección, se lo resumió en una frase, la madrugada del 4 de junio del 2018 en que tuvo que armar la maleta en Schruns, Austria, y tomar el avión que nadie quiere tomar.

—Vas a ir a todos los Mundiales que vienen, causa.

Sergio Peña se puso un polo negro y su mejor cara de valiente. Lo abrazo Paolo Guerrero, su tío. Lo wasapeó todos los días del mundial. Y cuando salió de hotel en Austria, los hinchas peruanos lo aplaudían. Ha pasado tanto tiempo que eso parece la prehistoria: hoy, cuatro años después, cada vez parece más real eso que le dijeron.

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Sergio Peña tiene recién 25 años y es, por formación, mediocampista. O si quieren, todocampista: ha entendido que su talento natural en el pie —aún le duelen las vértebras a Fernando Allocco y Tyson Galliquio luego de aquellos clásicos del 2013— necesita sacrificio y atletismo. Y que sirve muy poco enumerar huachitas si no se acompaña con un estado físico de acuerdo a los estándares europeos, donde se mide respiración, musculatura y latidos. De hecho, aunque solo tiene 25, llega a ser titular absoluto con Perú en una Copa América (jugó los 4 partidos) luego de 58 juegos con el Emmen de la Eredivisie de Holanda, y 11 goles en los últimos dos años europeos. Ocurre que se fue a los 17 años y a veces estamos más preocupados en los virales de Instagram que en la programación total de ESPN. Allí Peña es claramente figura, jugador influyente y de todos los peruanos que están en la escalera detrás de los consolidados Tapia, Aquino y Yotún, era el que más aguardaba una oportunidad. O quizá, el único que aún no la tenía.

Estamos, entonces, ante una buena noticia. Era más 10 cuando alteraba con Yordy Reyna en Alianza y hoy es más 8, un puesto para el que lo convocó Ricardo Gareca en esta Copa América. “Creo que ese es el puesto en el que más le gusta que yo juegue. De segundo punta, juegas muy de espaldas al arco y necesitas más velocidad. Viniendo de atrás tienes otro panorama”, , como una pista que no leímos algunos periodistas, que soñamos con que aparezca otro Cueva por natura. El caso Lapadula debería ya hacernos ver que no habrá otro Guerrero. Habrá otro, sencillamente.

AMDEP4775. GOIANIA (BRASIL), 20/06/2021.- Sergio Peña (c) de Perú celebra hoy tras anotar contra Colombia, durante un partido por el grupo B de la Copa América en el Estadio Olímpico Pedro Ludovico Teixeira, en Goiania (Brasil). EFE/Alberto Valdés
AMDEP4775. GOIANIA (BRASIL), 20/06/2021.- Sergio Peña (c) de Perú celebra hoy tras anotar contra Colombia, durante un partido por el grupo B de la Copa América en el Estadio Olímpico Pedro Ludovico Teixeira, en Goiania (Brasil). EFE/Alberto Valdés
/ Alberto Valdés
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El 29 de setiembre del 2020, Sergio Peña volvió a llorar. También se llora de alegría: su esposa, Valery Revello, consiguió una camiseta de Boca firmada por su ídolo de todos los tiempos, Juan Román Riquelme. Categoría 95, Peña se hizo adolescente bajo el dominio sudamericano de Riquelme en Boca, que incluyó la Intercontinental ante Real Madrid el 2000, y sus años en Barcelona y Villarreal, donde se volvió a discutir de un puesto cada vez más en desuso: el 10 clásico. Quienes querían ser mediocampistas —como el peruano— miraban a Riquelme como en los ochenta los petisos deseaban ser Maradona o en los dos mil patinar como Messi. Se usaba su corte de pelo, se pedían los mismos chimpunes y, si caía un gol en menos, la celebración era de Topo Giggio. La camiseta regalada era, quizá ahora se pueda entender así, un mensaje para no renunciar. ¿Cómo ganarse un espacio en este medioterreno tan fiable de Perú, tan elogiado y tan de memoria? Solo jugando, jugando, y jugando.

Y en eso está Sergio Peña, el mejor futbolista peruano de la Copa América. El más inteligente para acomodarse a las necesidades del equipo, el más disciplinado desde lo táctico y el más paciente en estos 4 largos años en que tuvo que ser más hincha que futbolista.

Quien no se conmovió con sus lágrimas tras el 2-1 a Colombia, está en el canal y con el corazón equivocado. Que lo cambie, si aún puede. Se está perdiendo de mucho.


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