Existen los líderes futbolísticos y los religiosos, y aunque les toca convivir en el mismo vestuario, son claramente opuestos, pues los separa otra fe. El primero es un campeón, un genio con la pelota, más diseñado para hacer goles y el estilismo, a veces individual, otras veces ejemplo. El otro, rústico o fantasista, mira los partidos como si fueran una guerra y ejercen liderazgo desde que levantan una ceja. Los dos ejemplos más caros de los últimos años son Messi y Maradona, igual de notables, necesarios, y ganadores.
Para quienes disfrutan de los últimos -como yo-, Sergio Ramos aviva el fuego. Juega como si le estuvieran quitando un plato de comida a sus hijos y forma vestuarios como si en lugar de capitán, fuera Napoleón. Encima ganó todo lo que puede ganar alguien si se proyecta a vivir 100 años: 22 títulos (4 Champions) con el Real Madrid, una Eurocopa y un Mundial (2010) con la selección España. Ese defensa central, acusado de no tener sentimiento, “un animal mitológico”, según Valdano (1), llegó al Perú en 2017 y dejó su natural dureza para hacer pataditas en las arenas de Piura, castigada entonces por el Fenómeno del Niño.
(1) Dice Valdano: “El club le acusa de mandar en exceso y los rivales de pegar en exceso. Pero cuando los normales se esconden, él desafía al mundo con un Panenka. Su manera de decirnos que el líder, ese ideal remoto como un animal mitológico, aún existe”.
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Jasson Curi Chang es un periodista de El Comercio criado para oler el papel, como perfume, y recortar sus notas en el diario con el cuidado de quien las ve impresas en hojas de una biblia. Lo vi llegar a la redacción de DT con una camisa muy planchada, como si se fuera a un bautizo, y no a buscar una historia horas de horas en la puerta de la Videna. No sabía que formaba parte de una extraña elegancia: así esperaba -o así le dijeron que era- una comisión mayor. En 2017, cuando aún Sergio Ramos no era el capitán ganador de la Liga 34 para el Madrid, lo entrevistó, a propósito de la llegada del defensa español a Lima como parte de su trabajador de embajador en Unicef.
Escribió: “Con el permiso de Cristiano y Messi, le voy a dar un Balón de Oro honorífico a Sergio Ramos. No solo por ser el héroe y baluarte de las tres últimas Champions League ganadas por el Real Madrid ni por haberse convertido en el emblema de ese mundo madridista que capta día a día más hinchas por todo el planeta. Se lo daré en nombre de todos los peruanos que hemos visto que llegó en silencio en los últimos días al norte de nuestro país, regaló un mar de sonrisas y repartió montañas de esperanza después del desastre y desolación que dejó El Niño costero”.
De todas las cosas que le contó Sergio Ramos en la entrevista -su paternidad, cómo es el Madrid por dentro-, reproduzco esta breve frase: “El fútbol es un deporte y un juego, te enseña a esforzarte, a trabajar en equipo, a ser compañero. Sí, el fútbol enriquece y aporta mucho a una persona. Nosotros somos futbolistas, ni más ni menos”.
Ni más ni menos.
@UNICEFperu trabaja con las madres de 3.000 niños afectados por las inundaciones a los que aporta suplemento nutricional. #ConUNICEFenPerú pic.twitter.com/bI1ofK174N
— Sergio Ramos (@SergioRamos) June 13, 2017
LAS FOTOS DE SERGIO RAMOS EN PIURA:
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Con una gorra amarilla y unos jeans negros muy pitillos, barba de tres días y mucho bloqueador solar, Sergio Ramos, el capitán del poderoso Real Madrid, jugó un partido en una canchita de cemento en Piura, uno de los departamentos del Perú mas golpeados por el Fenómeno del Niño en 2017. Fue el 13 de junio ese año. De puño y letra, uno de los niños participantes del Festival de Fútbol y Valores “Goles por la Vida”, escribió el lema del encuentro, bajo la mirada de Ramos, esa misma atención con que a veces muele a patadas a Messi. “Somos unas estrellas del fútbol y somos los mejores”, decía.
Pero no fue lo único que hizo: como parte del protocolo, Unicef acompañó a Ramos a los distritos de Cura Mori y Catacaos, y fue en Villa Vicus, donde se le mostró la bomba de agua instalada, que permitió que 12,000 personas accedan nuevamente a este servicio. Luego visitó el albergue Cristo Viene donde jugó con Josué, un niño de entonces 2 años y 8 meses, parte del proyecto social del Minsa y UNICEF, que entregó a 941 niños menores de 5 años un suplemento nutricinal llamad Plumpy Nut. Finalmente, la pichanguita: Sergio Ramos, un poco ahicharrado por los 30 grados del sol piurano, armó el partido en la Gran Unidad “Santiago Artemio Requena” de Catacaos. Hizo un par de túneles y, felizmente, no pateó a nadie.
Ese pie ganador ya había hecho mucho para el país: instalarlo en el mundo y llamar su atención, en esa hora crítica. Los líderes sirven para eso.
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