En el 2016, el entonces neologismo ‘posverdad’ –información o
aseveración que no se basa en hechos objetivos– fue encumbrado por el Diccionario Oxford como la palabra del año. Ahora, en el 2017, el término ‘noticias falsas’ figura entre las candidatas a la palabra
del año de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA). En medio de las distorsiones de la realidad, tiene sentido que el periodismo persista en el viejo oficio de corroborar la veracidad de lo que se dice.
La periodista Mávila Huertas buscó sostener ese sentido el último martes. En el programa “2017”, de Canal N, ella entrevistaba al congresista Daniel Salaverry, quien señaló que Fernando Zavala, el ex
primer ministro, “estaría intentando torcer la voluntad de algunos congresistas con el claro fin de evitar la vacancia [del presidente Pedro Pablo Kuczynski]”. Huertas preguntó por la fuente de esa información. Salaverry mencionó el portal Lucidez. Minutos
después, Lucidez desmintió que su equipo haya iniciado o publicado una investigación sobre la supuesta negociación de votos para la vacancia presidencial, y que lo que se publicó fue una nota informativa que citaba textualmente las declaraciones de la legisladora Yeni Vilcatoma sobre la presunta negociación. Conversamos con Huertas luego de su entrevista con Salaverry.
—En la era de la posverdad, ¿eres una periodista de fe o resignada?
De fe, sin duda. Resignada jamás.
—¿Cuál es el sentido del periodismo ahora que nociones como verificación de fuentes o datos suenan a utopía?
Me han preguntado muchas veces si el periodismo va a ser obsoleto, porque hoy, con apretar un botón, la gente tiene al alcance las informaciones que vienen de todos lados, y yo siempre he respondido
que, por el contrario, hoy es cuando más se necesita hacer periodismo, que no es una carrera de corto aliento o 100 metros planos. El periodismo es una maratón. Uno tiene que equivocarse muchas veces en el camino y conocer muchas realidades para construir una carrera que nunca termina. El periodismo es una forma de ver el mundo y la vida. Lo que dices es cierto: la verificación de datos es muy importante. La credibilidad en el periodista es su mayor capital. ¿Qué le podemos pedir a un ciudadano que prende su celular, recurre
a la información y siente que tiene 35 opiniones distintas y confrontadas? ¿Qué le podemos ofrecer a ese ciudadano mareado por la vorágine de los datos y las opiniones? Precisamente eso: decir las cosas con un aval, no decir las cosas por decirlas. Un periodista debe pensar dos veces antes de emitir un juicio de valor, porque puede poner en riesgo su mayor capital: el rigor y la credibilidad.
—¿Las nuevas tecnologías son el aliado o el enemigo?
Creo que son aliadas. Las tecnologías en sí mismas no son nada. Ellas dependen del uso que se les da. Uno tiene la responsabilidad de sopesar cada cosa que lee y de saber a qué fuente consulta. Son una herramienta en la medida en que, por ejemplo, lees una entrevista en El Comercio al señor Sepúlveda desde Chile o un artículo de “The New York Times” sobre lo que está pasando en el Perú para tratar de entender cómo nos ven de afuera. El reto es manejar la cantidad de insumos que tenemos hoy, sin precipitarnos, manteniendo los pies sobre la tierra y sabiendo que este trabajo es un servicio social.
—Cuando contemplas este vendaval de relativismo, incoherencias, memes o injurias en las redes sociales, ¿qué sientes?
A veces es desconcertante. Soy muy consciente de que las redes son una fotografía o sensación del momento. Tengo claro que hoy alguna gente critica porque haces tu trabajo de una manera, y al día siguiente
te elogian. Por eso trato de mirar las cosas hacia adelante. No soy de las personas que tuitean mucho. Prefiero usar Twitter como un medio de información: abro los archivos que me interesan y selecciono a quiénes sigo. Tomo en cuenta las críticas y los elogios, pero trato de verlos en una medida justa. Lo peor que puede hacer el periodista es sentir que está por encima. Somos soldados y obreros de la información en el camino hacia la verdad, más aun en momentos como este. Después de lo que pasó en la época de Montesinos, estamos en deuda con el ciudadano. Lo que hay que hacer es perseverar en la rectitud y en el rigor.
—¿Cuál es la clave para conservar la ecuanimidad cuando en una entrevista con un político o un invitado este pierde la compostura?
Por un lado, esa persona es un invitado, y por el otro está la sensación de que tienes que hacerle las preguntas. Mucha gente me ha hecho esta pregunta: “¿Cómo haces para no perder la paciencia, sacarte el zapato y tirárselo por la cabeza?”. Creo que es entrenamiento. En su casa, el ciudadano puede indignarse, gritar, apagar el televisor o escribir un tuit, pero uno no debe pisar el palito. El que se pica pierde.
Eso es algo que hay que recordar. Vale como norma.