Dos incidentes durante la niñez marcaron su vida. El primero ocurrió a los ocho años cuando, vestido de saco y corbata, transformó un discurso de bienvenida en un divertido recordatorio de falsas promesas. Las palabras del pequeño Tulio iban dirigidas nada menos que al orondo diputado que representaba al pueblo de Abancay en Lima. El siguiente acontecimiento lo tomó por sorpresa tres años después, mientras intentaba apropiarse de algunos frutos que colgaban de los árboles. Por entonces, ya había presenciado el indignante ‘tiro al indio’ que jugaban con descaro algunos hacendados. Aquella vez fue diferente. Entre los disparos con perdigones se coló un balazo que atravesó la espalda de un indígena.
Esas imágenes quedaron grabadas en la memoria de Tulio Loza hasta que años después cobraron vida en la figura de ‘Camotillo, el tinterillo’ y, posteriormente, se reflejaron en la cinta “Allpa Kallpa”, cuyo protagonista es ‘Nemesio Chupaca’, la primera de las creaciones de Loza. Han pasado 45 años desde que esta película fue premiada en el Festival Internacional de Cine de Moscú y 15 más, según el propio humorista, del nacimiento de ‘Camotillo’, personaje vetado durante años en la televisión peruana. Sobre estos y otros hitos importantes en su trayectoria, versa esta entrevista con el inacabable ‘cholo de acero inoxidable’.
-Uno de sus personajes más importantes, ‘Nemesio Chupaca Porongo', nació mucho antes de aparecer en la televisión. ¿En qué circunstancias sucedió esto?
Fue en la radio, pero bajo el nombre de ‘Crisólogo Quispe'. Yo llegué a Lima a los 17 años habiendo sido uno de los mejores alumnos de Abancay y Andahuaylas, que están en Apurímac. Siempre fui chancón, ingresé a San Marcos de un solo porrazo y apenas lo hice empecé a imitar a los catedráticos, a ponerles chapas a mis compañeros. Fueron ellos quienes me llevaron a la radio, era más o menos 1957 o 1958. Pasé por una prueba en “Loquibambia”, programa exitosísimo por entonces, con este personaje que te cuento. Cuando yo llegué había una discriminación terrible para el serrano, para el negro, para todos. Por eso lo que yo quería era cambiar la imagen del cholo, hacerlo positivo, no tozudo porque yo era uno de ellos pues. Esa idea le gustó al director argentino que hacía el programa. Luego ya más canchero lo llevé a la televisión.
-¿Ese fue el único personaje que nació en la radio?
También tenía otro que se llamaba ‘Flor de Lis', que era una extranjera. En mi tierra yo imitaba a una monja alemana, así nació. Lo que yo hacía era dar consejos a personas desesperadas, pero siempre con el dejo de otro país.
-Sabemos que desde pequeño siempre le ponía humor a su vida. ¿Quién alentó su lado cómico?
Mi mamá, pero el cómico no se hace, nace. Desde que yo tengo uso de razón hacía payasaditas, me jalaba la comedia. Por ejemplo cada que llegaba de Lima un diputado de Abancay, llegaba con unas ínfulas increíbles para hacernos creer que había hecho muchas cosas a favor de nuestra ciudad y no había hecho nada. A mí el municipio me compró un ternito cuando tenía entre 7 u 8 años y me decían tú vas a hacer el discurso de bienvenida. Bien arreglado, bonito, al terno y corbata, daba el discurso, pero en vez de subrayar los éxitos del diputado que prácticamente no tenía ninguno, lo criticaba. Le recordaba el agua potable, la plazuela, la escuela prometida. Y la gente se moría de nervios y de risa porque era el único que le metía el dedo en la llaga.
-¿Con tan pocos años usted se atrevía a decirle a la autoridad lo que ningún adulto pronunciaba?
Imagínate. Ese era el ‘Camotillo’ en su chiquititud. Todos los señores de mi tierra decían este va a ser un crítico bárbaro. Yo no tenía ningún empacho en decirle que nos estafó. Dentro de mi inocencia también soltaba todo lo que veía y pensaba. Yo mismo escribía mi discurso, mi guion.
-¿Esos discursos que daba de niño en algún momento le trajeron problemas?
Más bien cuando el diputado volvía a Abancay decía “espero que no me suelten al mocoso del año pasado” (risas). Mi papá a veces me decía que no friegue tanto. Acuérdate que ese señor ayudó en tal cosa. Pero “no hizo nada más papá”, le decía yo. La gente se divertía mucho conmigo y la autoridad a quien yo me dirigía ofrecía nuevas cosas para nuestro pueblo. Los abancaínos tenemos mucho sentido del humor. Debe ser la tierra, el cruce de razas. Allí había de todo, turcos, alemanes. Mi compañero de carpeta en el colegio o era un cholito quechua hablante o un hijo de árabes. Pero todos nos queríamos mucho.
-¿Y entre sus antepasados qué sangres se han mezclado?
Se dice que nosotros pertenecemos a un éxodo de españoles. Mi papá por ejemplo es Loza Arzubialde, mi mamá Bonifaz y tiene un ancestro italiano. Ha habido un cruce bárbaro.
-Usted llega a Lima con el objetivo de tener una profesión…
Si hubiera habido universidad en mi tierra yo hubiera estudiado ahí y probablemente hubiera sido un empleado bancario, algo así. Pero yo tenía necesidad de llegar a Lima porque quería ser el abogado de la familia.
-¿Quién lo acoge a su llegada? ¿Tenía parientes?
Teníamos una tía de parte de la rama de los Bonifaz que se creía de rancia catadura y de fino abolengo. Era culta, ya de edad. Vivía en Barrios Altos, en La Plazuela de la Buena Muerte, allí me llevaba a la iglesia y mientras ella rezaba el rosario yo coqueteaba con alguna chica. Me decía, cholito, serranito. “Pero dime sobrino, tía” le decía yo. Pero si tú naciste en la sierra, me respondía. Tenía muchos prejuicios. Una vez le pregunté ¿por qué me dices cholito? Su respuesta me sorprendió, pero ahora es muy conocida “es que cholibiris nunca bonus. Si bonus, nunca perfectis. Y si perfectis, siempre cholibiris”. O sea yo estaba condenado a que me friegue por haber nacido en la sierra.
-Y además de la discriminación por parte de su tía, ¿sufrió alguna otra?
En la universidad, los primeros meses. Como yo era blanquiñosito y simpaticón, el grueso de mis compañeros creía que yo era capitalino. Hasta que una vez recibí una tarea de un catedrático. “Loza, mañana usted me habla sobre el lado romántico de Shakespeare”. Pucha me tenía que leer desde Otelo, Hamlet, todas esas obras. Pero yo me fui a la Biblioteca Nacional y allí encontré un libro con los perfiles y argumentos de las obras. Así reduje bastante mi tarea. Al día siguiente cuando empecé a hablar de Shakespeare se me salió el mote. Uno de mis compañeros se paró y dijo “disculpe profesor, ese es un infiltrado. Es un serranazo”. No tuve la necesidad de responderle porque fue el catedrático el que cuadró a ese chico.
-¿Cómo hizo para sortear esas manifestaciones racistas que le hacían en San Marcos?
Después de esa cuadrada del profesor que fue en el primer año de Letras no volvió a pasar. Ya en ese tiempo como el 50 por ciento de los alumnos de Derecho eran de provincia y muchos se me acolleraron. Era el más popular.
-¿Y con el otro 50% cómo se llevaba?
Bastante bien. Por un tiempo Alfredo Bryce Echenique fue mi compañero de carpeta. Él era el que mejor economía tenía porque su papá era dueño de un banco. Tenía un Peugeot descapotable con el que pasaba a buscarme para ir a la universidad. Estaba enamorado de una chica que pasaba todos los días por la universidad. Yo se la presenté. Él era un tímido total.
-Usted ha contado una anécdota divertida de esa época con un catedrático que le suelta una frase que luego usted convertiría en realidad.
Fue el gran jurista Mario Alzamora Valdés, que era recontra serio, brillante. Los profesores generalmente entraban a las 8:10 de la mañana, pero a las 8 en punto mis compañeros ya estaban gritando “Tulio, Tulio” para que yo imite al catedrático de turno. Cuando empiezo a imitarlo nadie me avisa que él estaba detrás de mí, justo ese día se adelantó en llegar. Apenas me di cuenta, volteó y le pido disculpas, pero él me dice “Loza, usted no debe estar acá, haga una industria de la payasada”. Y yo le hice caso (risas).
-¿Y alguna vez, cuando usted ya era famoso, se topó con él?
Sí, te cuento algo. Antes los exámenes eran orales, con tres jurados, él era el principal. Me hacía cachita, supongo que decía ahora me vengo de este payasito. Cuando sacaba una balota y me salía la número 9, decía “parece que esa va a ser su nota”. Sacaba otra y me salía la 19, y él seguía “ya ve, lo persigue el 9”. Yo estaba medio asustado. Al final, me dijo usted tiene 09, y me botó. Pero al ratito me pide que regrese. “A ver, cómo le va en política. ¿Cuál es su posición?” Como yo sabía que él era de la democracia cristiana le dije que era admirador de ese partido. “No, usted es marxista”, me dijo. “¿Y por qué?”, le contesté. “Porque va a volver en marzo”. Me la devolvió. Luego de muchos años lo encontré en primera fila del Cholibiris, mi teatro. Yo ya era un exitoso cómico, pero cuando lo vi me quedé trabado. No me sentía brillante cuando actuaba. Así que en el intermedio llamé a mi mujer, que era la que administraba, para decirle que le suplique a Alzamora que se vaya un poquito más allá. Me acordaba del 09 y me ponía nervioso. Ya cuando volví al escenario no lo vi más, mi mujer me dijo que se había ido a sentar al final.
-Volviendo a sus inicios, ¿cuánto tiempo trabajó en el programa radial “Loquibambia”?
A ver, yo nací en Radio Central, y de ahí nos mudamos a Radio La Crónica. Habré estado un año y medio más o menos.
Su siguiente paso fue la televisión. ¿Cuál fue el primer programa en el que se presentó?
En “Bata pone el mundo a sus pies” con Kiko Ledgard necesitaban un cholito urgente. Sabían de mí por “Loquibambia” y me ubicaron. Pero cuando leí el libreto frente a Pedrín ‘Chispa’, vi que al cholo lo maltrataban. Ese guion no lo podía hacer, qué iban a decir mis paisanos. Así que pedí que me autoricen a hacer mi personaje más criollo, pendenciero y sapo. “No, me dijo, quiero un cholo”. Entonces me fui. Aunque yo necesitaba la chamba más pudo mi orgullo. A la semana siguiente me vuelven a llamar y me presentaron lo mismo. Así que por segunda vez me fui. La tercera vez ya me dijo “haga usted lo que quiera. Este es el libreto, usted arréglelo a su modo y friéguese”. Entonces hice el sketch donde hacía de un mayordomo bien conchudito que enamoraba a la empleada y a la hija de la patrona y tuvo tanto éxito que me llamó el mismo Pedrín a felicitarme. Y como en esa época había ya mucho migrante de provincia en Lima, me hice popular sobre el pucho. Y a los siete meses me dieron mi programa.
-¿Cuándo aparece ‘Camotillo, el tinterillo’?
Al poco tiempo, por la necesidad de crítica que vivía el país. Como yo ya lo había hecho en mi tierra, sabía que con el humor se hacen las mejores críticas. Había leído a Voltaire y él con su sátira cortó más cabezas que la guillotina durante la Revolución Francesa. Yo decía, si hago solo a ‘Chupaca’ me voy a quemar, así que empecé a crear otros personajes.
-El primer libretista de ‘Camotillo’ fue Augusto Polo Campos. ¿Cómo contacta con él?
La idea al crear mis personajes siempre ha sido que vivan por muchos años. Al primer libretista que molesté fue a Sofocleto. Yo podía hacer los libretos durante el primer mes, pero como ya tenía un año de contrato necesitaba apoyo. Así que toqué las puertas de Sofocleto, pero él me hizo un libreto dirigido a la clase media para arriba. No era popular. Hasta que un día que estábamos jugando fulbito entre amigos, Polo Campos, que era el arquero de mi equipo, me metió su libreto en mi maletín. Para eso yo ya le había contado lo que pasaba con mi guion y él se había ofrecido a hacerlo, pero yo lo había rechazado porque pensaba que era un gran compositor de música criolla, pero buscaba a alguien que escriba con mucho humor. Leí en mi casa el libreto que había escrito y, efectivamente, era lo que yo quería. Él era más sutil que yo. Por ejemplo, cuando un ministro robaba decía “esta autoridad tiene las uñas largas”. Yo le quería decir de frente ratero, pero él me decía “nos van a meter a la cárcel”.
-Junto a ‘Camotillo’ había una figura que siempre lo acompañaba y alababa. Se llamaba ‘Piquichón’. ¿De dónde sale ese nombre?
Viene de la palabra piki, que en quechua significa pulga. Sería algo así como el pulguiento. Nace de la necesidad de tener un sobón, un ayayero de ‘Camotillo'. Y también era una ‘chiquita’, un llamado de atención para los políticos sobones del gobierno de turno que siempre abundaban. El primer ‘Piquichón’ fue mi hermano Hugo, solo estuvo por seis meses porque necesitaba a este personaje de manera exclusiva. Hasta que encontramos a Edmundo Monteza, un flaquito muy bueno, pero se tuvo que ir porque se enamoró de una morena y la siguió hasta Estados Unidos. Luego llegó el ‘Loco’ Ureta, Enrique Victoria y otros más. El último que tuve fue Ramón García, un actor genial.
-‘Camotillo’ y ‘Nemesio’ son sus personajes más recordados, pero usted tiene otros que también tuvieron gran acogida del público.
Claro, está ‘Doña Lucha’, inspirado en mi madre que daba vueltas con las cosas porque a veces se olvidaba y me lo repetía a cada rato. Si le ponía Doña Rosa mi mamá me mataba. Luego, cuando vino el gobierno militar y vetaron a Camotillo, saqué a ‘Tulito y Tatiana’ que también causaron furor. Yo era un muñequito mañoso y ella era una ventrílocuo. Como yo era un celoso ella me encerraba en el baúl. Luego vinieron otros como ‘El soldado’, o ‘La Mona Lisa’.
-A inicios de los años setenta, el gobierno militar veta a ‘Camotillo’. ¿Cuál fue el detonante?
Le hice una broma al ‘Chino’ que ya estaba mal de la pierna. Me llamaron del Sinamos y me dijeron que le baje la temperatura. Pero no hice caso, más bien empecé diciendo en el programa “se escuchan voces de que quieren cortar este programa, no les gusta Camotillo, hay botas que no se sienten cómodas. ‘Chino’, a ti te digo, quien mal anda mal acaba”. Creo que hasta dije “ya sé de qué pie cojeas”. Que bruto fui.
-Luego de un tiempo fue deportado a Argentina.
Nos sacaron de nuestras casas a las 3 de la mañana, sin un sol en el bolsillo, ni un cepillo de dientes, nada, solo con la ropita que vestíamos. Felizmente los que me agarraron eran mis admiradores y no me maltrataron. Y todas las veces que me mandaban a la cárcel, yo me quedaba hasta tres días en la prefectura, pero me atendían bien los de la Guardia Republicana porque eran cholos como yo y se identificaban conmigo y mis personajes. Antes de eso, ya pasaban por mi casa unas camionetas de la PIP, hacían bulla a las 12 de la noche, buscaban intimidarnos para parar la mano en el programa. Recuerdo que éramos como 10 exiliados los que llegamos al aeropuerto argentino. Llegaron unas personas que eran de la Cruz Roja o de Amnistía Internacional, no me acuerdo bien, y dijeron que venían a ayudarnos. Tomaron nuestros nombres, yo era el único artista. Cuando conté a qué me dedicaba me preguntaron “¿artista dramático?” Con qué cara habré estado para que piensen eso. Nos llevaron a una residencia y a todos nos fueron encontrado chamba, nos alimentaban, nos daban mudas de ropa.
-En Argentina usted llega a trabajar con Jorge Porcel y Moria Casán en algunas películas.
Yo era la novia espiritual de la Moria, me agarró mucho cariño. Era vedette y leía mucho, tenía ideas contestatarias. Bueno, entonces, de los exiliados que llegamos yo fui el último en irse. Hasta que al quinto día me dijeron vas a hacer una película. En las circunstancias en las que estaba, eso era un regalo. El tema era sobre un grupo de personas que habían sufrido algún trauma sexual y no querían saber nada de las mujeres. Eran 24 chicas hermosas que nos querían curar. “Clínica de música” se llamó esa cinta. Fue mi primera actuación por allá. Luego hice otras cinco películas más. A los seis meses que llegué a Argentina, Morales Bermúdez dio la amnistía, pero yo no quería volver. Tuvieron que ir a traerme de regreso mi esposa y mi hija, que estaba guagüita.
-¿Cuándo reaparece ‘Camotillo’?
Con el fin del gobierno militar tenía muchos motivos para gritar. Tenía una herida tremenda y estallé. Les decía su vida a todos los militares y a los que se portaban mal durante el regreso a la democracia. Algunos, como Manuel Ulloa, me llamaban para reclamarme “¿por qué no me jodes a mí?”. Es que hablar de ellos en mi programa era una forma de ponerlos en mampara, pues.
-A fines de los años sesenta usted crea su propia productora…
Después del éxito del programa “Nemesio” empecé a ganar mucho dinero y formé Cinematográfica Apurímac y en 1969 hicimos la película que también se llamó así. Me traje técnicos de afuera, de Argentina, porque aquí por esa época el cine era muy incipiente. Traje un director de cine y otro de luces. Pero a mí me resultó más brillante el subdirector, Bernardo Arias. Era de Córdoba y, como yo, medio contestatario, me escuchaba, me sentía más cómodo con él. Con este director grabamos “Allpa Kallpa”, sobre los abusos de los gamonales en mi tierra. Había como 15 haciendas, de las cuales cinco de los dueños eran muy abusivos, mataban hasta a los indios.
-¿Usted fue testigo de los abusos que se cometían?
Ellos jugaban con los indios de una manera terrible. Se montaban en sus caballos y les daban como una cuadra de ventaja para que corran. Si ellos los atrapaban antes de cruzar la pirca, que era un cerco grande, les disparaban con perdigones en el mejor de los casos, pero no faltaba alguno que llevaba un fusil. Daban un balazo al aire y los indígenas corrían desesperados a ver si podían sobrevivir. Eran dueños de vida y haciendas. Esto yo lo tenía en mente desde chiquito, porque lo había visto. Mi ambición era llegar al cine o al teatro y hablar sobre esto. Una vez vi que mataron a uno que no llegó a cruzar la pirca. No pude dormir por tres días, tenía 11 años. Nosotros, con mis hermanos y primos, íbamos a sacar caña o fruta de los árboles y ahí vi lo que pasó, me quedé helado.
-“Allpa Kallpa” fue premiada en un festival internacional, pero vetada en Lima.
Solo estuvo un día o dos en cartelera, en el cine Tacna. La vetaron y yo estaba desesperado porque toda mi fortuna estaba metida ahí. En esos momentos era un desempleado porque ‘Camotillo’ estaba prohibido de aparecer en televisión. Al poco tiempo me llegó una invitación para el Festival Internacional de Cine de Moscú, ellos se encargaban de los pasajes, del hotel, de todo. Me vino a pelo y me fui solo hasta allá. Después del segundo premio que obtuvimos, la Unión Soviética de entonces me compró la película por 20 mil dólares. Hacerla me costó 100 mil dólares que era como un millón de ahora. Me quedé sin plata, me acuerdo de que tuve que vender una gran propiedad que tenía para poder terminarla. Después, también me la compraron los alemanes, Estados Unidos para sus universidades y otros dos países. Al final recibí cinco cheques de 20 mil dólares cada uno. Cuando recuperé mi plata cerré la productora porque me trajo muchos problemas.
-Fue también una de las primeras cintas de denuncia social que se filmaron en el Perú. ¿Qué tan difícil fue el rodaje?
Tuvimos que viajar a un pueblito escondido, Huasao, del Cusco. Tomamos el pueblo, les ayudamos con el agua potable para que nos dejen filmar. El director y yo dormíamos en la escuelita, en un colchoncito que ellos mismos nos dieron. Hacíamos olla común, pero teníamos la humildad para aceptar las cosas y sufrir un poco. Estuvimos siete meses filmando. Tuve que hacer una serie de ajetreos locos para que me autoricen lanzar la película. El día del estreno las salas se llenaron, fue un chupo de gente.
-En algunos sketchs de ‘Nemesio Chupaca’, este personaje aparece con rasgos y parlamento machista…
En el sketch que yo hacía con la ‘Órsola’, que era mi esposa en la ficción, a veces me las daba de macho, pero al final ella era siempre la que me ponía en mi lugar.
-Normalmente todos los personajes tiene algo de quien los interpreta. ¿Es Tulio Loza un hombre machista?
Para nada, al contrario. Yo siempre he estado a favor del desarrollo profesional de las mujeres y de que se conviertan en líderes, como ahora pasa cada vez más. Soy fan de la ministra de economía María Antonieta Alva, muy inteligente.
-Otra de las cosas que esgrimen sus detractores es que utiliza mucho la broma en doble sentido y chistes subidos de tono. ¿Tiene alguna autocrítica?
Sí, puede ser. En algunos casos creo que me he pasado un poquito. Pero debo decir que al limeño y al público en general le gusta lo pícaro. Mira, me acuerdo de que algunas veces Genaro Delgado me decía has estado muy flojo. Ponle más picante a tus bromas.
-Usted se autodenomina como un cholo de acero inoxidable. En Lima cholear es despectivo.
Sí, pues, pero yo soy un hombre orgulloso de su cholería. En Lima el cholo de mayor capacidad económica cholea al cholo que gana menos. A cada rato se escucha “ese cholo de miércoles”. La discriminación siempre está de algún modo, si no es por poder es por raza, religión y hasta por orientación sexual. Somos un país de discriminadores. Eso lo hemos heredado pues de los españoles.
-Con sus personajes y como Tulio Loza usted ha lanzado muchas frases para el recuerdo, como “lorchos del Perú y Balnearios”…
Uff, tengo un montón, “yo soy como el puma, solo retrocedo para saltar”, “never in the live”, “choncholí calato”, etc. Esas frases ahora se han convertido en parte del habla cotidiano del pueblo.
-‘Camotillo’ no aparece en televisión desde hace muchos años. ¿Ha tenido alguna propuesta de señal abierta para regresar con él?
Ha habido un coqueteo este tiempo, pero tengo contrato vigente con Willax hasta fin de año. Así que después de que este concluya recién podría hablar con otros canales. En mi canal ya me han estado hablando de renovación porque viene un momento importante, el año de las candidaturas presidenciales. La idea es que vuelva ‘Camotillo', aunque en mi programa “Tulio, el candidato” ya había un personaje político porque ese es mi fuerte.
-¿Qué opina sobre la respuesta que ha dado el gobierno ante la emergencia sanitaria por el Covid-19?
Bueno, no hay forma de saber a ciencia cierta si el haber decretado el aislamiento por todo este tiempo fue del todo correcto. Pero pienso que si no nos hubieran encarcelado, teniendo en cuenta que somos un país de desobedientes, de personas que no siguen normas, de desordenados, el virus hubiera matado a más gente.
-Supongo que en estos días de cuarentena ha tenido que postergar algunos de sus shows o viajes.
Estos meses tenía que hacer giras por el Día de la Madre y el Día del Padre a las colonias peruanas en Estados Unidos y otros países. Tengo mucho éxito por allá y soy bien pagado. Para octubre también tenía contrato, pero a lo mejor no podré ir. Ya me fregué. Esta pandemia nos ha salpicado a todos.
-Tiene más de 60 años de trayectoria y ya superó las ocho décadas, ¿cómo va su salud?
Estoy bien. Me mantengo como un chibolo de 50. Soy zanahoria, siempre he sido deportista. He jugado fulbito hasta hace un año que me fregué la rodilla. Siempre me he cuidado, nunca he bebido en exceso, nunca he fumado. Eso sí, he bailado pegadito, pero nada más. Hace un tiempo tuve una bronquitis alérgica, pero ya la superé. Soy un tipo sano, estoy como cañón.
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