Muchos se preguntan el motivo por el cual la comida que sirven en los aviones tiene un sabor distinto a la que nos dan en tierra firme pese a ser el mismo platillo, la misma receta y los mismos ingredientes.
El Instituto Fraunhofer, organización alemana que realiza distintos tipos de estudios e investigaciones, llegó a la conclusión de que la culpa de estos cambios de sabor la tiene la presión de la cabina combinada con la altura y el efecto que esto tiene sobre las papilas gustativas.
El estudio revela que durante el vuelo, el primer sentido que se pierde es el del gusto pues las papilas gustativas se adormecen por acción del ambiente seco de la cabina y la presurización de la misma causando que caiga en un 30% nuestra percepción de lo dulce y lo salado. Es una sensación parecida a la de un resfriado.
Pero el asunto no termina ahí. En una entrevista, la revista Condé Nast Traveler ahondó un poco más en el tema y conversó con el científico Harold McGee quien explicó otro motivo por el cual la comida de avión no es la más apetitosa. Él asegura que cuando la comida congelada (estado en el que los alimentos son cargados en los aviones) empieza a calentarse, inicia su proceso de deterioro causando que los alimentos se vuelvan duros y secos.