A los 35 años, Pelé andaba de vacaciones en Estados Unidos, enseñándole a los ‘gringos’ a dominar la pelota con los pies a cambio de muchos dólares. A esa misma edad, Maradona ya era un mito en permanente rehabilitación que jugaba cuando le daba la gana en Boca Juniors; Johan Cruyff había regresado a Holanda para morir futbolísticamente; Michel Platini aprendía las primeras mañas de ser dirigente; y Marco van Basten, que ya había perdido movilidad a causa de un cúmulo de lesiones, casi pierde toda su fortuna en un banco.
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A los 35 años se retiró Ronaldo, el ‘Fenómeno’; Ronaldinho y su prominente barriga se paseaban sin pudores por el fútbol mexicano; y Zidane organizaba partidos contra la pobreza tras haber colgado los chimpunes a los 34 años.
Messi cumple hoy 35 años. Y llega en plenitud, muy lejos de la jubilación y el abandono. No tiene lesiones graves ni achaques. Ni ha necesitado hipotecar su alma a los jeques del Medio Oriente. No se siente una pieza de museo, sino alguien que todavía sigue escribiendo la historia.
Aunque en el PSG se ha ganado más de una silbatina por no haber conquistado la Champions League, Messi goza de su momento más dulce con la selección argentina: por fin es considerado un líder, se lo nota cómodo en ese papel como nunca antes y, por fin, está ganando cosas. Y qué cosas.
El sueño más húmedo de los argentinos: una Copa América ante Brasil, en el Maracaná. Una Copa que, además, no levantaban desde hacía 28 años. Nada más mágico que romper un maleficio ante los magos de Sudamérica.
La ‘Finalissima’ ante Italia, en Wembley, a inicios del mes, fue el galardón que les faltaba para oficializar su candidatura a la Copa del Mundo de Qatar 2022.
Messi no anotó en aquella goleada que jubiló a Chiellini, y eso solo confirma una verdad sabida por todos que no debería apenar a sus seguidores: el rosarino ha dejado de ser un extraterrestre para convertirse en un mortal... un mortal excepcional.
Brilla menos individualmente, pero hace brillar más a los demás. Y esa es otra manera de influir en el curso de un partido.
Digamos que Messi está envejeciendo bien. No volverá a ser esa fuerza de la naturaleza que esquivaba a sus rivales a la velocidad de la luz, pero a cambio se ha vuelto más pensante y más lúcido. Menos goleador, desde luego, pero más asistidor.
Messi está envejeciendo como el otro paradigma de su época: Cristiano Ronaldo. A los 37 años, el portugués hace bastante tiempo que se marchó de las bandas para internarse en el área chica, y sacar provecho de su olfato. Es el empujabalones más ilustre de la comarca, y cada tanto causa aplausos con el Manchester United.
Fiesta en Ibiza
Si los 34 años los recibió en una habitación del predio de la AFA, en plena concentración de la Albiceleste, esta vez Lionel Messi cumplirá los 35, en medio de una fiesta exclusiva que entusiasma.
Desde hace varios días, el astro argentino se encuentra de vacaciones en las playas de Ibiza junto a su esposa Antonela Roccuzzo, sus hijos, y una pareja de amigos: el español Cesc Fábregas, excompañero suyo en el Barcelona, y su esposa, la libanesa Daniella Semaan.
“La selección es una familia, nos vamos a tener que sacar una foto todos juntos allá, se va a dar. El 70% está allá, yo ahora me uno”, dijo hace poco, quizá cometiendo una infidencia, el ‘Dibu’ Martínez, el arquero más bocón del continente.
Se sabe que por Ibiza andan su compinche de ataque, Ángel di María; el que pecha a quienes le pegan una patada, el ‘Cuti’ Romero; y el alma de todas las fiestas, Alejandro ‘Papu’ Gómez.
Son 35 años los que tiene Messi desde hoy. Y solo un pendiente futbolístico por cumplir: la Copa del Mundo. La que Pelé ganó tres veces, y Maradona una, luego de haber consumado su venganza simbólica ante los ingleses en el 86.
Esta es su última oportunidad, aunque él le baje las revoluciones y no descarte estar presente en el Mundial del 2026, con casi 40 años.
“Mirá lo que pasó ahora, nunca imaginé que iba a terminar jugando en otro lado que no fuera el Barcelona y de un día para otro me tuve que ir. Pueden pasar muchas cosas, el fútbol es muy cambiante”, declaró hace poco.
Ya no es el de antes. Pero es el que puede ser hoy. Y eso le basta para soportar sobre sus hombros las expectativas de una nación que transpira y sangra fútbol. Una nación que esperó demasiado para ponerse de su lado. Treinta y cinco y contando.
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