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Palacio de Justicia o el ‘edificio inacabado’: la historia de la cúpula que nunca colocaron desde 1939
Todos los días pasamos por su fachada, a veces debemos entrar a su vientre de interminables oficinas, salas y despachos, aunque no nos guste. Es el Palacio de Justicia, cuya presencia en Lima ha sido para los ciudadanos algo inevitable. Su historia esconde varios secretos, uno de ellos -el más evidente- es el de la “cúpula ausente” que alguna vez se planificó colocar en su cúspide.
Cuando el Palacio de Justicia, el edificio más importante del Poder Judicial en el Perú, se inauguró en Lima el 5 de diciembre de 1939, en lo que es hoy el Paseo de los Héroes Navales, en el Centro de Lima, los testigos de ese hecho sabían que al impresionante inmueble le faltaba la cúpula. Esa parte alta del edificio quedó vacía. Era cuestión de unos meses, pensaron entonces. Sin embargo, nadie imaginó que tal ausencia, esa norma de lo inacabado, llegaría con normalidad hasta el siglo XXI.
Los entresijos de la construcción del nuevo “Palacio Nacional de Justicia” son dignos de un relato que fusiona historia y política. Todo comenzó en febrero de 1908, bajo el mandato del presidente José Pardo. Esa vez una ley gubernamental estableció que el nuevo edificio judicial debía alzarse “en el lado sur de la plaza San Martín”. Sin embargo, la realidad tomaría un giro inesperado debido a un litigio relacionado con el terreno designado, y el proyecto quedó en suspenso.
¿CÓMO SE INICIÓ Y QUÉ PROBLEMAS TRAJO ESTA GRAN EDIFICACIÓN EN LIMA?
Fue en 1925, bajo el gobierno del ‘oncenio’ de Augusto B. Leguía, que se retomó con determinación la idea de erigir el Palacio de Justicia de Lima. El 2 de julio de ese año, una resolución presidencial marcó el comienzo de una nueva era en la infraestructura judicial del país. Pero no sería sino hasta el 26 de mayo de 1928 que otra resolución delineó finalmente el terreno que albergaría esta majestuosa obra.
Dicho espacio traía una historia propia, ya que incluía la antiguacárcel de Guadalupe, el hospicio de pobres de la Beneficencia Pública de Lima y una porción de terreno perteneciente a la Clínica Maison de Santé.
En junio de 1929, las obras dieron comienzo bajo la dirección de la renombrada firma The H. G. Gildred Company. El proyecto inicialmente estaba estimado en una suma significativa de 500 mil libras peruanas, pero con el transcurrir del tiempo y los inevitables desafíos que conllevaba una construcción de tal envergadura, esa cifra se elevó hasta alcanzar las 875.441 libras peruanas de la época.
Sin embargo, la cambiante política peruana volvió a hacer de las suyas cuando en 1930 un golpe de Estado derrocó al presidente Leguía. Estos sucesos tuvieron un impacto devastador en la construcción del palacio, que se vio interrumpida. Finalmente, en mayo de 1931, el contrato que sostenía el sueño de la majestuosa edificación se disolvió, dejando tras de sí una estructura inconclusa y una historia llena de incertidumbres.
Seis años después de que las obras del Palacio de Justicia se vieran interrumpidas, una luz de esperanza iluminó el horizonte de este proyecto. Fue en junio de 1937, bajo el gobierno de Óscar R. Benavides, cuando a través de una ley se tomó la valiente decisión de dar continuidad a la obra que tanto había anhelado la ciudad de Lima. El ministro de Hacienda fue facultado para emitir “bonos especiales para la construcción del Palacio Nacional de Justicia”.
El Decreto Supremo 118 otorgó su aprobación a la propuesta de la prestigiosa firma Juvenal Monge y Cía. Constructora S.A., y así, en el mismo mes de junio del año 37, los obreros y arquitectos retomaron el trabajo. El Palacio de Justicia comenzó a tomar forma una vez más.
Juvenal Monge debía acabar la construcción en 30 meses. Y así pareció haberlo hecho, el 5 de diciembre de 1939. Pero no. Faltaba lacúpula del edificio.
LIMA SE PINTÓ DE SOLEMNIDAD CON EL NUEVO PALACIO DE JUSTICIA. PERO EN LA ZONA ALTA HABÍA UN VACÍO
Ese día, el martes 5 de diciembre de 1939, a tres días de dejar el poder el presidente Óscar R. Benavides, como cierre de la década del 30, y al compás de los tranvías italianos, que avanzaban con gracia sus vagones metálicos por el Paseo de la República, los distinguidos invitados se congregaron lentamente para ver la inauguración del flamante “Palacio Nacional de Justicia”.
Era el mediodía y la escena que se desarrollaba frente a los ciudadanos era una mezcla de pasado y futuro. Las autoridades contemplaban con admiración el majestuoso recinto neoclásico que ahora sería el epicentro de la justicia en el país. Sin embargo, no podían ignorar la imponente presencia del antiguo ‘Panóptico’ de Lima, aún en pie frente a ellos y recordándoles los años pasados.
En el crepúsculo de los años 30, la bulliciosa ciudad de Lima, testigo de una era en pleno cambio, acogía en su seno a una población de 577 mil habitantes. El pavimento de sus calles, antes cubierto de polvo y tierra, comenzaba a ser conquistado por una novedad que simbolizaba un futuro incierto: el asfalto. Aquel líquido oscuro y viscoso, producto de la modernidad, se convertía en el emblema de una urbe que se encaminaba hacia la transformación y el progreso.
En aquella histórica jornada, el Palacio de Justicia se llenó de distinguidas personalidades. El presidente de la República, Óscar R. Benavides, acompañado de su ministro de Justicia, José Félix Aramburú, honró con su presencia la ceremonia inaugural. La figura del Arzobispo de Lima, monseñor Pedro Pascual Farfán, impregnó el ambiente de una solemnidad con su esperada bendición del local.
Pero, el momento cumbre estaba reservado para el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el doctor Manuel Benigno Valdivia. Con el auditorio expectante, Valdivia se alzó ante el púlpito para pronunciar el discurso que marcaría el inicio de una nueva era en el sistema judicial peruano.
En ese discurso de apertura del inmueble, el presidente de la Corte Suprema de Justicia no temió en convertirse en el aguafiestas del día. Tras declarar su beneplácito por las formas elegantes, armónicas y amplias del nuevo inmueble, dijo sin mediar excusas: “Falta la construcción de la cúpula que corone el edificio y de la que no puede prescindirse sin que disminuya su mérito arquitectónico y su valor artístico; y la dotación del mobiliario indispensable para el funcionamiento de las diversas reparticiones”.
La cúpula, de 40 metros de altura, según los planos del ingeniero Bruno Paprosky, debía tener tres cuerpos de forma cuadrada y estatuas en los vértices; el último cuerpo era la cúpula, que remataba en una cupulina sobre la que iría el asta de la bandera.
LA POLÉMICA SOBRE EL ELEGANTE EDIFICIO JUDICIAL DE LIMA
Las crónicas de la época contaban una anécdota, ocurrida durante la inauguración del Palacio de Justicia. El presidente Óscar R. Benavides había sido gentilmente invitado por los encargados de la empresa constructora a recorrer los majestuosos pasillos y salas de la flamante edificación. Al concluir su inspección, le preguntaron: “¿Y, mariscal, qué le parece el palacio?”. El presidente Benavides no pudo evitar la ironía y contestó: “Me parece mucho palacio para tan poca justicia”.
Aquellas palabras, dichas con cierto humor negro, resonaron en el aire y se convirtieron en una suerte de epílogo irónico para la inauguración de un edificio destinado a administrar la justicia en el Perú. Pero, no todo fue “humor presidencial”. El hermoso, pero incompleto edificio estuvo rodeado de algunos entredichos.
En el libro “Historia de la corrupción en el Perú” (2013), del historiador peruano Alfonso Quiroz, salió a relucir un personaje: Hans von Dreyhausen, un agente de la firma Contract Sales, consorcio comercializador de muebles manufacturados de los EE.UU. Según Quiroz,“este logró asegurar una orden de compra oficial por 300.000 dólares para la decoración y amoblado del nuevo Palacio de Justicia, mediante el pago de una comisión de ‘financiamiento de estricta reciprocidad’ de más de 10% al arquitecto e ingeniero en jefe, Juvenal Monge”. (p. 335).
La historia detrás de la cúpula ausente del Palacio de Justicia se mantuvo como un enigma sin resolver. El historiador Quiroz no proporcionó respuestas claras sobre la razón detrás de esta omisión arquitectónica. Quedó la incógnita de si hubo o no algún oscuro secreto detrás de la fallida cúpula.
Pero eso sí, para Quiroz “cabe poca duda de que el gobierno de Benavides permitió prácticas corruptas entre los militares y sus servidores públicos. Estas se dieron bajo el manto de obras públicas que ofrecían trabajo en medio de la recuperación económica”, resumió el historiador.
EL COMERCIO VOLVIÓ AL TEMA DE LA EXTRAÑA AUSENCIA DE LA CÚPULA DEL PALACIO DE JUSTICIA
En mayo de 1957, un eco del pasado resonó nuevamente en las páginas de El Comercio. En un informe que hacía revivir las esperanzas de finalización de la cúpula del Palacio de Justicia, se afirmaba con determinación que “las columnas de concreto armado para la construcción de la airosa cúpula, están completamente terminadas y la obra podría empezarse en cualquier momento”. La promesa de dar cierre a esta misteriosa omisión arquitectónica renovaba la expectativa en torno a un elemento que había permanecido inconcluso durante casi dos décadas.
Sin embargo, los números revelaban una transformación de los costos del Palacio de Justicia. En 1939, el gasto estimado para la construcción de la anhelada cúpula era de 700 mil soles, una cifra que parecía impresionante en su momento. Dieciocho años después, en 1957, esa cifra había experimentado una asombrosa escalada, alcanzando la asombrosa suma de 4,5 millones de soles de la época.
Los arquitectos más destacados de la década de 1950, como Héctor Velarde, Emilio Hart y el propio Fernando Belaunde Terry (futuro presidente del país), asumieron una posición cautelosa. Antes de lanzarse a la construcción de la cúpula, consideraron prudente verificar si la estructura existente del edificio tenía la “fortaleza necesaria para soportar el peso adicional”. Además, se planteaba una pregunta fundamental: ¿valdría la pena el gasto estatal que implicaba este proyecto? Eran cuestiones que requerían de una evaluación cuidadosa y objetiva.
A lo largo de las décadas del siglo XX, el argumento económico se mantuvo como el eje central que postergó indefinidamente la culminación de esta obra. En un futuro incierto, si alguna vez llegara a completarse, el Palacio de Justicia de Lima podría presentar similitudes notables, al menos en su fachada, con su inspirador modelo, el imponente Palacio de Justicia de Bruselas.
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