Y AHORA ¿QUÉ?
SEÑALES DE ALERTA PARA LA ILUSIÓN TEMPRANA
¿Cuántas veces te has encontrado, de regreso a tu casa en un taxi, una combi, tu auto, o quizás acostándote, levantándote, trabajando, estudiando o simplemente caminando por una calle, o mirando a la nada en la mesa de la cocina, con una sonrisa involuntaria que aparece en tu cara? Sí, has conocido a alguien, que además, te gusta. Hasta ahí, todo está bien, todo bajo control. Hasta las chispitas mariposa que revientan en tu interior y esos pequeños vértigos al recordar un momento, un beso o una imagen, no son más que el presagio de un posible nuevo comienzo. Empezamos a inflar un globito secreto en nuestro interior. La ilusión.
Pero justo en este momento lleno de ansias y emoción, en el que uno espera una llamada, una primera, segunda o tercera cita (según el caso), correo electrónico, mensaje de texto o una señal de humo, puede ocurrir de todo. Sin embargo dentro de ese todo, puede estar también la posibilidad de que la persona en cuestión te dé alguna señal, indirecta o bien directa, que por lo general no se ven, no se perciben con claridad o uno rechaza de pleno verlas (porque tenemos al bendito globo en la mano y nos da esa sensación tan nueva, que no es amor, pero se le parece un poquito), de que no quiere o no va a querer tener “algo más” contigo.
Aquí, breves claves sobre las que he reflexionado por experiencia propia, observación participante e innumerables conversaciones con amigos, casi siempre en medio de graves crisis de duda, nervios y, algunas veces, furia. ¿Por qué? Porque alguien les reventó el globo, la cabeza, o en casos más extremos, el corazón.
El expreso de medianoche. (Ojalá esta definición fuera la de un tipo de café). Estás durmiendo placidamente en tu cama, cuando de pronto suena un timbrazo de tu celular. En un bar o una reunión con amigos, vibra algo en tu bolsillo. En la recepción de un matrimonio o durante una reunión, un pitido te avisa que has recibido un mensaje nuevo. Estas tres situaciones tienen en común un solo factor: la hora. Estos mensajes nunca aparecen antes de, aproximadamente, las 2 o 3 de la mañana. ¿Por qué? Simple, porque el del otro lado del aparato ya tenía planes. Y ahora que estos terminaron, le dieron ganas de verte. Yo he recibido llamadas de madrugada que no me molestan para nada, del tipo “te extraño”, pero he recibido otras, a diferentes horas de la noche, con el único propósito de que salgas de donde estás y le des el encuentro a esa personita que te comenzó a gustar. En lugar de lavarte la cara, ponerte cualquier cosa para salir o dejar a tus amigos con una falsa excusa y hacer un auto-delivery, es bueno pensar tres segundos y decir (con la misma conchudez con la que llaman) que sería mejor dejarlo para otro día, un poquito más temprano, claro. Después de todo, a quién le gusta ser la segunda opción de la noche, así la primera haya sido un pan con chorizo y unas chelas en una parrillada con amigos.
Flashdance. Al ritmo de Irene Cara, no serán los pies de Jennifer Beals, sino los de la persona en cuestión, la que te gusta, los que se moverán a ritmo de avión de caza, guepardo o fórmula uno para salir corriendo. ¿Los motivos? Sólo uno, con diversas manifestaciones: demostrar de alguna manera que ese alguien te gusta. Puede ser un llamar en lugar de esperar que te llame, mandarle un mensaje demasiado cariñoso, utilizar el “nos” para referirse a los dos o un en vivo y en directo: en serio, me gustas. En sus marcas, listos ya.
La insoportable levedad del ser. O mejor dicho, la irritante bipolaridad del ser. Es decir, un día te quiero y un día no. A mi me ha pasado y descifrar esa actitud es como descubrir la ciudad perdida del oro. Un día todo es romance, palabras, atención, cariño, risas y hasta promesas, y de pronto, vuelves a ver o a hablar con un iceberg. Te sorprendes, el globo imaginario se comienza a desinflar, y luego, te dan ganas de convertirte en Sharon Stone, arma filuda en mano y preguntar qué demonios le pasa. Pero de pronto, como por arte de alguna magia negra, aparece nuevamente el otro, el que te gustaba. Este juego, si decides jugar, puede durar eternamente, porque tu no tienes el manual de instrucciones y tu contrincante no te lo dará jamás. Yo lo he jugado y he terminado exhausta y, claro, sin ninguna explicación. Mejor guardar el pica hielo y las ganas de entender a alguien a quien también tú le intereses.
Ghost. Cuando tú pierdes el interés, la contraparte de la historia, de pronto, desaparece. Algunas veces, hasta llegar al punto de preocuparte de que le puede haber pasado algo malo. No lo hagas, te lo vas encontrar. Y en ese momento te va a interesar un pimiento. Eso es lo mejor de haber salido con un fantasma, porque cuando se te acerque con esa carita inocente de aquí no ha pasado nada, ¿cómo estás? y ¿qué es de tu vida?, tú puedes poner tu cara de aquí jamás pasó nada y seguir de frente, o mejor dicho, pasar a través de él.
Carrie, extraño presentimiento. Brian De Palma asustó a toda una generación en los setentas con esta película. En la vida diaria actual, puedes producir el mismo efecto con cuatro sencillas y, la verdad, bonitas palabras: ¿quieres ser mi novio? Nunca se lo había dicho a nadie, hasta que hace un tiempo se me ocurrió decírselo a un chico con el que salí, solo por probar su efecto. También me gustaba, tengo que admitirlo. Estábamos conociendonos y nos llevábamos muy bien, pero apenas salieron esas palabras de mi boca, un gesto casi de terror y palabras temblorosas aparecieron frente a mí: no sé, no nos conocemos tanto, todavía no he superado varias cosas con mi ex, y por último, el popular: tengo miedo. Sé que fui un poco atrevida por unos minutos por jugar así, pero bastó para no volver a saber del susodicho en varios días y confirmar mi teoría de que existen frases prohibidas, actitudes prohibidas y hasta actos prohibidos si no quieres terminar pareciéndote, ante los ojos del otro, a la novia de Chucky, pero obviamente, sin Chucky.
La respuesta ante el dilema de si él o ella están igual de interesados que uno no pasa por razones, que en algunos casos, pueden ser verdad (solo cuento con mis estadísticas y la mayoría son sencillas excusas para meterle uno mismo la aguja al globo): seguro quiere tomarse las cosas con calma, le gusto en serio y por eso tiene miedo de enamorarse otra vez, o peor, después de su última relación cómo va a querer arriesgarse de nuevo. No, no y no, la pregunta, y no la respuesta (esa la da el otro) es: ¿Por qué querer estar con alguien que no quiere estar con uno? A ver, quién levanta la mano. Las mías está en el teclado, por ahora, y espero que sigan bien ocupadas hasta que alguien quiera caminar conmigo, mi globo, dejarlo volar y no reventarlo.
Canción para espantar a los revienta globos
Escucha aquí un extracto de “Somos el uno para el otro” de Astrud