Ruta Quetzal.. una experiencia para no olvidar
Por: Karla Estefanía Fernández
Corresponsal Escolar
Colegio María Montesori de Piura
Me gustaría comenzar contándoles, que a mis dieciséis años, jamás pensé vivir una aventura inolvidable, pero como una nunca sabe lo que vendrá, tuve la suerte de ser una pequeña parte de la Ruta Quetzal 2008, llamada “La selva de los cocodrilos” y créanme, que pude comprobar durante de mi viaje el por qué de este nombre.Es así como 350 jóvenes, provenientes de 46 países, compartimos cuarenta y cinco días de nuestras vidas, recorriendo Panamá y España, lugares que quedarán marcados en mi memoria. El primero, con esa maravillosa y gigantesca biodiversidad que nos cautivó desde el descenso del avión, tan grande como la bondad de su gente, quienes nos demostraron con pequeños gestos o sonrisas lo felices que estaban de recibirnos en cada uno de sus pueblos. El segundo, con esa arte y cultura plasmada en su arquitectura, historia, costumbres y bellas ciudades.
Es en estos dos países, donde viví extraordinarios momentos, así como algunos muy duros, es por ello que siempre recordaré aquel pueblito en Panamá llamado “En Nombre de Dios”, donde una fuerte lluvia nos hizo abandonar nuestras inundadas hamacas, por la madrugada, para caminar hacia la iglesia a continuar el sueño de aquel día; o el recorrido de la Exposición Zaragoza en silla de ruedas por una flebitis en mi pie debido a la última caminata a “Picos de Urbión”. Sin embargo, estas anécdotas hacen cada situación diferente y emocionante.
Es imposible dejar de mencionar a los “Emberás”, una pequeña tribu en Panamá, quienes fueron durante cuatro días parte de esta gran familia. Nunca terminaré de agradecerles el habernos permitido ser parte de su cultura y enseñarnos actividades como la pesca, medicina natural, bailes e idioma. Para mí, esta vivencia, fue la más interesante a lo largo del viaje.
Sin embargo, no puedo decir que fue lo mejor, pues ese lugar es para la inmensa amistad que formé con cada uno de los “ruteros”, quienes más que compañeros se convirtieron en hermanos, al tenderme sus dos manos en los momentos que más lo necesitaba, a pesar de que llevaba poco tiempo de conocerlos.
Sin duda la Ruta quetzal fue muchas más que un simple viaje, fue un sueño del que nunca me hubiera gustado despertar. Es aquí donde todos los ruteros aprendimos a volar como un quetzal, haciendo que nuestra hermandad rompa las barreras de la distancia.