Papúa Nueva Guinea: la dificultad de acceder a cualquier lugar en una tierra sin Land Cruisers
Cruzar los mares de las costas de la provincia del Golfo de Papúa Nueva Guinea puede ser algo peligroso. Durante los cinco meses que dura la temporada anual de vientos alisios del sureste –conocida como ‘Laura Bada’-, y en que los vientos soplan a unos 30 nudos por hora, azotando el océano, muchos de los pequeños botes usados en estas partes permanecen anclados.
Si bien la provincia no está complemente aislada durante estos meses, -se encuentra a unos 300 km al oeste de Puerto Moresby, la capital- sí es un lugar remoto. Es una zona montañosa, cubierta de frondosos bosques, atravesada por ríos y afluentes; y que prácticamente carece de carreteras.
Hospital General de Kerema, donde Médicos Sin Fronteras está llevando adelante su programa de TB en la provincia del Golfo © Sean Brokenshire/MSF
Es una tierra que casi no tiene Land Cruisers, camionetas todo terreno, hechos por Toyota que usualmente son utilizadas en las operaciones de MSF en todo el mundo. Esto implica un desafío más entre los tantos que hay en este lugar: cómo acceder y tratar a los pacientes del proyecto de tuberculosis (TB) -que ha estado activo desde mayo de 2014- para lograr que esta población, que tiene un alto número de enfermos de TB y que sigue incrementando sus casos de tuberculosis resistente a medicamentos (DRTB), pueda recibir el tratamiento y los cuidados posteriores necesarios.
“Es un lugar en donde tenemos que pensar de forma diferente”, dice el Dr. Issac Chikwanha, médico basado en Tokio, subdirector del programa y consultor médico para MSF en Papúa Nueva Guinea.
La comunidad en Kerema observa con curiosidad durante una demostración de un vuelo de un Vehículo Aéreo no Tripulado © ARIS MESSINIS/Matternet
Desde las distintas maneras en las que se puedan entregar las muestras de esputo, para pruebas de diagnóstico en áreas remotas –el año pasado se hicieron pruebas con vehículos aéreos-, hasta cómo se administra un tratamiento sencillo para pacientes.
Pero el alcance es la clave. Un 85% de la población de Papúa Nueva Guinea vive en áreas rurales, y la mayor parte de los 158,000 residentes en la provincia del Golfo viven en villas desperdigadas por la zona, cada una separada de la otra por unos cuántos kilómetros.
“En Kerema, tenemos una población de unos 200 pacientes en tres instalaciones, pero no sabemos muy bien qué está pasando en el resto de la provincia debido a las dificultades de acceso,” dice Chikwanha. “Por ello, el problema puede ser mucho más grande.”
A finales de agosto, se realizó una expedición desde Kerema hasta la ciudad de Ihu, para investigar una ruta potencial que lleve de Kerema hacia las nueve instalaciones médicas de la provincia, que de otra manera son prácticamente inaccesibles durante la temporada ‘Laura Bada’.
Es un trayecto de tres días que implica cruzar ríos y caminar a través de los bosques. Es mejor que no tener acceso a nada, pero tal vez no sea la mejor solución a largo plazo para los equipos de MSF, que en el último año identificaron a 22 pacientes con tuberculosis resistente a medicamentos, tan sólo en Kerema. Esos mismos pacientes tendrían que recorrer el mismo trayecto para acceder al tratamiento.
El personal de Médicos Sin Fronteras hace todo lo posible para liberar el vehículo del camino de barro fuera de Kerema. Meses de lluvia ha hecho que el camino sea imposible de transitar © ARIS MESSINIS/Matternet
MSF comenzó su programa de TB en la provincia del Golfo en mayo de 2014, trabajando de cerca con el Departamento Nacional de Salud y con el Programa Nacional de Salud. Un programa parecido está activo en el Distrito Capital Nacional. La TB es la enfermedad infecciosa más recurrente en términos de admisión hospitalaria, pero antes de eso, los pacientes necesitan poder acceder a instalaciones médicas.
En términos de tratamiento, el proceso clínico para las personas que son diagnosticadas en Kerema puede llevar de 6 meses o 2 años, en casos de tuberculosis resistente a medicamentos.
“Naturalmente, a algunos de los pacientes a quienes se les dice que deben tomar el tratamiento, la reacción es negativa. Quienes sufren de tuberculosis aún se enfrentan a un gran estigma, pero definitivamente lo que está pasando es, en su mayoría, algo positivo,” dice Philomena Tatireta, asistente de coordinador médico de MSF que, antes de unirse a MSF, trabajaba en el Hospital Memorial AGNAU en Lae. “Este no es un ‘proyecto de emergencia’, aún está iniciando y todavía quedan muchos desafíos tanto logísticos como geográficos,” comentó.
Es esencial dar un seguimiento de caso a los pacientes diagnosticados y hacerlos ir a sus consultas en la provincia, pues por cada tres pacientes que regresan al departamento para consultas externas en el Hospital General de Kerema, uno no lo hace. Sin embargo, también es importante acercarnos a aquellos que necesitan ser examinados, reforzar los aspectos de educación para la comunidad en el proyecto de tuberculosis -decirles que es fatal, pero tratable-, y asegurarnos de que las comunidades locales sientan que pueden aceptar y confiar en MSF.
En el centro de salud de Malalaua, un paciente con posibilidades de padecer TB ofrece una muestra de esputo para realizar una prueba en el Hospital General de Kerema. MSF adjunta la muestra de esputo al Vehículo Aéreo no Tripulado para ser transportado por aire © ARIS MESSINIS/Matternet
La cultura y lenguaje de las comunidades -hay unas 800 en el país- son diversos, por lo que la identidad de cada una es diferente y provoca que comunidades vecinas tengan actitudes diferentes a enfermedades como la tuberculosis; pueden tener desde un entendimiento médico hasta una visión más tradicional o incluso mágica de la enfermedad.
Es un proyecto que se está iniciando, pero MSF y el Ministerio de Salud están altamente comprometidos con él. Puede que los pacientes no siempre estén haciendo fila en las instalaciones médicas como lo harían en lugares con mejor infraestructura así que, de alguna manera, es necesario que el personal de MSF tenga un nuevo enfoque.
Riasako Inoue trabajó como farmacéutica durante dos meses en Kerena, Papúa Nueva Guinea. Para ella esta era como una misión normal, pues ya tenía experiencia previa en proyectos de MSF en Sudán del Sur y Malawi, pero rápidamente se dio cuenta de que en este caso, el proceso iba a ser muy largo. “Si tuviera que hacer otra estadía de 6 meses, volvería a escoger a Papúa Nueva Guinea,” nos dijo, desde Tokio, en donde trabaja actualmente en uno de los hospitales de la ciudad. “No puedes trabajar rápidamente en estos casos. Necesitas a profesionistas que hayan trabajado en misiones largas o que tengan experiencia lidiando con tuberculosis o VIH en sus países natales.”
En un proyecto joven hay dificultades y desafíos, pero todos pueden superarse. “Para ser honesto, el hecho de que MSF esté tratando de ayudar a mi gente es lo que me mantiene de pie,” dice Tatireta. “Ellos han dado el primer paso para ayudar en la provincia del Golfo, que ha sido ignorada por tanto tiempo.”
MSF tiene dos proyectos de tuberculosis en la Provincia del Golfo de Papúa Nueva Guinea que comenzaron en mayo de 2015; y uno en el Distrito Capital Nacional que comenzó el 20 de marzo de este año.