Siria: “En Azaz la gente vive aterrorizada y en unas condiciones terribles”
Yahia Jarrat, supervisor de enfermería en el hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) de Al Salama, se graduó en 2007 en la Universidad de Alepo.
Yahia Jarrat, supervisor de enfermería en el hospital de MSF de Al Salama, Azaz, Siria ©MSF
Empecé a trabajar con MSF en octubre de 2012 y desde entonces trabajo como supervisor de enfermería en el hospital de MSF. El pasado febrero, tuve que huir de mi casa y refugiarme cerca del hospital. Nos mudamos a tiendas de campaña y fue duro, pero estamos tratando de hacer frente a la situación.
En los últimos 10 días, una nueva oleada de desplazados ha llegado a la zona porque la línea de combate está cada vez más cerca. Los asentamientos situados cerca de las áreas de enfrentamientos han sido evacuados y muchos se han visto obligados a huir de nuevo. Ahora viven en pésimas condiciones, en medio de olivares y sin ningún tipo de servicios.
La ciudad de Marea está completamente rodeada. A medida que los enfrentamientos se acercaban, los hospitales se vieron obligados a cerrar. Nosotros tuvimos que evacuar a los pacientes y al personal médico porque los combates se aproximaban cada vez más. Sobre el terreno sólo se ha quedado un pequeño equipo para estabilizar los casos urgentes y derivar a los pacientes a otros hospitales y centros médicos.
Vivimos y trabajamos en un área pequeña, aislada, y no podemos referir a los pacientes que no podemos tratar a Alepo o Idlib.
En mi trabajo, me encargo de supervisar al equipo de enfermería, así como de hacer el seguimiento de los servicios que damos a los pacientes y de llevar a cabo el control de los equipos y material que usamos en todo el hospital.
Nuestro hospital es el único centro médico de toda la región del norte de Azaz para vacunar a los niños. El hospital también cuenta con un autobús que hacía referencias en los asentamientos de desplazados, registrando a los pacientes, llevándolos al hospital para recibir tratamiento y trayéndolos luego de vuelta a casa.
En febrero, la región fue testigo del desplazamiento de un gran número de personas. Por aquel entonces, para hacer frente a la situación, tuvimos que poner dos equipos médicos extra. Por un lado, enfermeros y auxiliares estuvieron visitando durante semanas los campamentos para identificar los casos de desnutrición, responder a las necesidades de vacunación, detectar brotes de enfermedades existentes y registrar cuáles eran las enfermedades más comunes entre los desplazados. Por otro lado, un segundo equipo se hizo cargo de la vacunación y del traslado de los pacientes al hospital. Vimos pequeños brotes de enfermedades como el sarampión y muchos casos de infecciones respiratorias de las vías altas.
La población espera regresar a sus hogares cuando termine la guerra, pero muchas casas han sido destruidas y están en ruinas.
Queremos que la guerra acabe, que se detenga esta matanza y que las personas desplazadas puedan volver a sus casas. Pero no parece probable que esto suceda pronto. Hacemos todo lo que podemos e incluso más. Somos felices cuando vemos que nuestros pacientes se recuperan. Cada vez que vemos cómo alguien sale adelante, nos da más determinación para continuar el trabajo que estamos haciendo.
La situación humanitaria es difícil. Ojalá mejore algún día. La gente lo único que quiere es salir adelante, vivir en paz y regresar a su casa.