Vivir con VIH en República Centroafricana
Hasta el 22 de julio, cerca de 18.000 científicos, políticos, líderes mundiales y personas viviendo con VIH estarán reunidos en Durban, Sudáfrica, en la 21° Conferencia Internacional sobre VIH/Sida para discutir el estado actual de la epidemia y cómo alcanzar los objetivos de “90 90 90” para el tratamiento de VIH.
Las metas englobadas bajo el “90-90-90” son: que el 90% de todas las personas viviendo con VIH conozcan su estado, que el 90% de todas las personas diagnosticadas con VIH reciba tratamiento antirretroviral sostenido; y que el 90% de todas las personas recibiendo tratamiento antirretroviral tengan una carga viral indetectable en sangre.
Estos ambiciosos objetivos han llevado a un urgente llamado para proveer tratamiento a 30 millones de personas viviendo con VIH para 2020, con estimaciones que la pandemia del Sida podría ser terminada en 2030 si esto se logra.
Si bien se han hecho progresos significativos en Sudáfrica desde la primera conferencia de Durban en el año 2000, aún persisten innecesarios vacíos en relación al tratamiento de VIH en otros países.
En febrero de 2016, Médicos Sin Fronteras (MSF) abrió una guardia de 16 camas en el Hospital Comunitario de Bangui, en República Centroafricana (donde MSF ya apoya la guardia de medicina interna y el laboratorio) para albergar a 55 pacientes con VIH por mes. En promedio, el 40% de las admisiones del hospital son VIH positivo y el 20% de todas las muertes en el hospital se deben al VIH.
Cynthia, Faustin y Olga son tres de los pacientes que fueron referidos al Hospital Comunitario de MSF desde el campo de desplazados de M’Poko, cerca del aeropuerto de Bangui. A continuación, compartimos sus historias de vida:
Cynthia Dounkel, 26 años ©Alexis Huguet /MSF
Cynthia Dounkel, 26 años, fue referida al Hospital Comunitario de Médicos Sin Fronteras (MSF) desde el campo de desplazados de M’Poko, cerca del aeropuerto de Bangui. Ella tiene VIH, tuberculosis y sufre sarcoma de Kaposi.
“Mi enfermedad comenzó con nauseas, fiebre, dolores de cabeza y dolor en mis piernas, por eso ellos me trajeron aquí. No tengo dinero para hacerme tratamientos médicos y me abstuve de buscar ayuda durante un largo tiempo. Cuando fui admitida hace un mes, ellos me dijeron que era VIH positiva y que tenía Tuberculosis.
Desde 2013 vivo en el campo de M`Poko. Mi papá murió cuando era pequeña. Mi esposo y yo nos separamos hace un tiempo, antes de que me enfermara. Tengo una pequeña hija de tres años y no tengo los medios suficientes para alimentarla. Mi mamá y mi hermano también están hospitalizados. No tengo a nadie que cuide de mí.
Ahora estoy realizando un tratamiento para la Tuberculosis. Ellos dicen que debería esperar un poco antes de comenzar el tratamiento para el VIH.
He sentido un ligero cambio, pero todavía tengo mucho dolor, especialmente en el estómago, además de un cansancio constante. No sé cuánto tiempo voy a estar en el hospital y qué pueda pasar después. A veces me siento desesperada. Pero cuando le doy muchas vueltas a mi situación, mi familia me dice que no me preocupe y que rece siempre. Pongo mi vida en las manos de Dios”.
Faustin y Olga ©Alexis Huguet /MSF
Faustin, 34 años, y su esposa Olga tienen tres hijos. Faustin fue trasladado de la clínica de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campo de desplazados de M`Poko al Hospital Comunitario de Bangui, en República Centroafricana (RCA). Ambos son VIH positivos, mientras que Faustin también sufre de Tuberculosis extrapulmonar que no es detectada en el esputo.
“Tengo muchas profesiones. Solía ser conductor pero mi último trabajo antes de caer enfermo, fue de guardia. Mientras trabajaba en la noche, tuve malaria muchas veces. En cada ocasión, tenía fiebre muy alta, con temperaturas de más de 40 grados. Traté la enfermedad en cada oportunidad pero fue en vano. Un día fui al hospital pediátrico en Bangui para hacerme una radiografía de los pulmones. También analizaron mi esputo. Tres días más tarde me dieron los resultados: el esputo dio negativo, pero había manchas en mis pulmones.
Un domingo mi esposa quiso ir a la iglesia, pero finalmente se quedó en casa. Si ese día ella se hubiese ido, hoy estaría muerto. Mientras dormía, empecé a temblar y no podía respirar. Mi esposa llamó a un taxi y me llevó a la clínica de MSF en el campo de M`Poko. Notaron que me encontraba muy anémico y recibí una transfusión de sangre. Luego me trasladaron al Hospital Comunitario. Allí extrajeron tres litros de pus de mis pulmones y van a volver a repetirlo hoy”.
Olga, su esposa, dice: “Estuve sintiendo dolor por un tiempo y como su hermano trabajaba en el hospital, me preguntó si yo tenía miedo de hacerme la prueba de VIH. Le dije que no, y entonces fuimos juntos con Faustin y a ambos el resultado del test nos dio positivo. Desde 2016 hemos estado recibiendo tratamiento antirretroviral y hemos estado ya tres veces allí para buscar nuestro medicamento”.
Faustin continúa: “Es importante respetar las citas con el médico que receta la medicación y asistir ese día. Él es tu Dios en la tierra. Si yo hubiese estado en otro centro médico y no con MSF, tendría que pagar y correría el riesgo de endeudarme. No tengo problemas en tomar mi medicación. Sólo a veces ocurre que hay revueltas en el lugar donde conseguimos nuestra medicación. Los hombres somos pacientes. Pero las mujeres no lo son y quieren ser atendidas primero”.