Urgencia humanitaria en Yemen
Por David Noguera, Presidente de Médicos Sin Fronteras
David Noguera, Presidente de MSF, se reune con desplazados en un campo cerca de Abs, Yemen ®Sonia Verma/MSF
La guerra en Yemen continúa lacerando a la población. El reciente bloqueo fronterizo a la ayuda humanitaria por parte de la coalición liderada por Arabia Saudí solo empeorará drásticamente esta situación ya de por sí insostenible. Este grave hecho ha maniatado a las pocas organizaciones que seguimos proveyendo asistencia a los yemeníes.
La organización a la que pertenezco, Médicos Sin Fronteras (MSF), está haciendo esfuerzos inconmensurables para ofrecer servicios médicos de emergencias en Yemen ahora que las principales fronteras están cerradas. La semana pasada, aviones en los que solían viajar especialistas médicos permanecieron en tierra. Y los barcos que transportaban medicamentos y equipos vitales fueron desviados del puerto de Adén.
Aunque el bloqueo fue parcialmente levantado el pasado viernes, las principales rutas de entrada de ayuda permanecen cerradas y sigue sin haber demasiada claridad en el tipo de acceso que se garantizará a las organizaciones humanitarias las próximas semanas. Para entender los profundos efectos que tendrá esta medida, hay que comprender antes el gran sufrimiento que ya está experimentando la población yemení.
Más de dos años de guerra han desatado una cascada de consecuencias mortales en Yemen, desde un brote de cólera sin precedentes a principios de año, a la desnutrición que azotan las áreas rurales debido al alza de los precios de los alimentos básicos.
Mientras tanto, cientos de centros de salud han sido dañados e incluso destruidos, tienen problemas de suministro o han sido abandonados por sus trabajadores al no recibir el salario del Estado desde hace más de un año.
Cuando visité Yemen en septiembre, viajé a la ciudad de Abs, en el norte del país, donde apoyamos al único hospital que funciona completamente en esta zona rural. Antes de la escalada del conflicto, daba servicio a unas 100.000 personas. Hoy son un millón. No hay otro centro sanitario para esta población que vive peligrosamente a solamente unos 50 kilómetros del frente de batalla.
Los pacientes se alineaban en el patio de gravilla del hospital rural del Abs, esperando a ser atendidos bajo un calor abrasador. Las 40 camas en el centro de nutrición terapéutica estaban ocupadas por niños desnutridos. Conocí a Fatma, una niña de nueve años que yacía apática y demacrada con su vestido púrpura. El personal le había tratado una desnutrición severa a principios de este año, salvándole la vida con una transfusión de sangre, pero había regresado con uno de los peores casos de desnutrición que habían visto en su vida. No sabíamos si sobreviviría.
Otros pacientes habían llegado con infecciones respiratorias, mordeduras de serpientes, insuficiencia hepática o huesos rotos. La semana anterior al cierre de fronteras, el hospital recibió 980 urgencias. Los doctores realizaron 110 cirugías y las matronas de MSF atendieron 20 partos al día. A pesar de la última escalada del conflicto, la coalición liderada por Arabia Saudí está advirtiendo a las organizaciones humanitarias de que eviten “las áreas de combate”, lo que impediría a miles de personas recibir atención médica en comunidades que ahora son un campo de batalla.
Incluso el hospital Abs, protegido por el Derecho Internacional Humanitario, fue bombardeado por la coalición en agosto de 2016, matando a 19 personas, incluido un miembro de MSF, e hiriendo a otras 24. El bombardeo fue y sigue siendo injustificable. Muchas personas no pueden acceder a la atención médica en estas circunstancias y millones de personas desplazadas por la guerra requieren ayuda básica.
Antes de dejar Abs, visité un campamento azotado por el viento al este de la ciudad, donde las personas desplazadas llevan más de dos años viviendo. Prácticamente no hay atención médica ni infraestructura sanitaria en el campamento y el agua potable llega en camión cada 10 días. Mientras una persona necesita aproximadamente 15 litros de agua por día, los desplazados me dijeron que solo reciben alrededor de dos.
Muchos carecían de refugio básico; con sus ropas desteñidas por el sol, palos y barro, levantan sus propias tiendas de campaña. Un anciano llamado Jatif me mostró una hernia levantándose la camisa. No había sido tratada y formaba una protuberancia en el abdomen. Dos de sus nietos habían muerto desde que su familia huyó y llegó al campamento. Él no sabía el porqué. También él los enterró en el campo.
Las urgentes necesidades en todo Yemen han llevado a MSF a ampliar de forma masiva sus operaciones médicas. Contamos con casi 1.600 trabajadores en todo el país, 82 de ellos personal internacional, que trabajan en 13 hospitales y que brindan apoyo a otros 18. Sin embargo, las crecientes necesidades superan con creces lo que podemos abordar. Si bien todas las partes en el conflicto de Yemen son de algún modo responsables de la crisis actual, el cierre liderado por Arabia Saudí de las principales vías de entrada al país es una medida particularmente punitiva contra civiles indefensos.
El impacto de las restricciones fronterizas es ya grave. El precio del combustible está por las nubes, lo que quiere decir que aquellos que necesitan atención médica no pueden costearse el viaje al hospital. Las existencias de ciertos fármacos y medicinas empiezan a escasear. Y nuestro personal médico es incapaz de acceder a Yemen para proveer asistencia de emergencia.
Los líderes de la coalición deben permitir inmediatamente el acceso sin obstáculos a Yemen y el movimiento dentro del país para que la asistencia humanitaria llegue a los que más la necesitan. La coalición liderada por Arabia Saudí había prometido proteger “la entrada y salida de suministros y equipos de ayuda humanitaria”. Por la salud y la seguridad de las personas de Abs, y por los millones más en el resto de Yemen que carecen de agua limpia, nutrición adecuada y atención médica básica, esta promesa debe mantenerse.