Lima sostenible: la ciudad que necesitamos
¿Qué importancia le damos como comunidad a la arquitectura? Esto es algo en lo que he pensado cada vez con mayor frecuencia en los últimos años. Como arquitecto a veces es difícil tomar distancia de la profesión y el oficio mismo para tratar de entenderlo desde la perspectiva de la comunidad. Y al hacer ese ejercicio pienso que si la arquitectura no siempre es relevante para la comunidad quizás es porque se han distanciado una de otra.
Cuando la comunidad hace de la arquitectura parte de su cultura es cuando las ciudades comienzan a tomar sentido, y solo así podemos constatar la influencia que esta tiene en nuestra calidad de vida cotidiana. De la arquitectura de nuestro entorno depende en gran medida cómo nos relacionamos como comunidad y cómo nos desenvolvemos como parte de un conjunto mucho más grande que nosotros mismos.
Desde el origen de las civilizaciones, la arquitectura ha tenido un rol clave en la forma en la que nos relacionamos como individuos dentro de cualquier comunidad. Desde los primeros centros poblados, hasta las grandes metrópolis de hoy. Es así, como nace el urbanismo, que no es otra cosa que arquitectura a gran escala.
A partir del crecimiento demográfico en todo el mundo, el urbanismo y planificación de las ciudades se consolidan como elementos determinantes para articular comunidades y la calidad de las relaciones humanas y condiciones de vida que se desarrollan en estas. Es bajo ese enfoque que nace la idea del desarrollo sostenible, concepto que se acuña en 1987 en un informe elaborado para la ONU por la doctora Harlem Brundtland, quien lo define como aquel tipo de desarrollo que “satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.
La sostenibilidad en estos términos se genera a partir de tres pilares claves: sociedad, economía y medio ambiente. Encontrar ese balance es el reto que tenemos como sociedad en nuestros tiempos. Por ello, la arquitectura y el urbanismo no pueden ser ajenos a estos principios; todo lo contrario, deben desarrollarse en sintonía con los mismos.
En Lima, nuestra querida ciudad, la falta de una planificación consciente y responsable desde hace muchas décadas es un lastre pesado que aún arrastramos. Hemos caído en una espiral de improvisaciones políticas de todos los calibres, donde intereses privados han estado por encima del beneficio común. Las autoridades de turno, sin duda, se llevan buena parte de la responsabilidad de esta situación, pero nosotros, los ciudadanos, también hemos privilegiado y normalizado por mucho tiempo una idea de la ciudad que ha puesto lo privado por encima de lo público.
Esto ha degenerado en reglamentaciones urbanísticas que no promueven la sostenibilidad ni la calidad de vida, y ha permitido que la rentabilidad sea el único motivador en muchos casos. No se incentivan proyectos que encajen dentro de un desarrollo urbano sostenible porque no benefician de manera directa o inmediata a las autoridades responsables de dar permisos, licencias y licitaciones.
Si aspiramos a un verdadero desarrollo urbano sostenible para Lima, tanto autoridades, profesionales y sociedad civil en general tenemos que comprometernos a pensar la ciudad en términos sostenibles. Si entendemos que nuestro bienestar depende directamente de ese compromiso, tal vez podamos recordar con más claridad por qué la arquitectura y el urbanismo son (y deben ser) componentes claves de nuestra cultura urbana.
Horacio Goitre
Estudio: Vicca Verde
Vicepresidente de la AEA