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Todo pasó muy rápido… veinte segundos antes, un dulce aroma, como a frutas, atrajo su atención. Hambrienta, se posó sobre la superficie de la hoja. Tenía un bonito color rojo, muy llamativo, y una especie de estacas se elevaban en los bordes. Caminó en busca de alimento, pero no lo halló. Fue en ese momento que, sin darse cuenta, movió una palanca que se elevaba del suelo. Sonó como si se activara el gatillo de una escopeta. Asustada retrocedió unos pasos y, con las patas traseras, movió una segunda palanca. En una fracción de segundo, los dos lóbulos de la hoja se cerraron y se convirtieron en una prisión. A pesar que las moscas tienen una capacidad de reacción envidiable, no fue lo suficientemente rápida para escapar de aquella trampa mortal.
Las plantas fabrican su propio alimento utilizando la energía del sol —mediante la fotosíntesis— y tomado otros nutrientes elementales directamente del suelo a través de sus raíces. Sin embargo, hay lugares donde los nutrientes están ausentes o son escasos.
Esto no es un inconveniente para la venus atrapamoscas (Dionaea muscipula). Un largo proceso evolutivo ha moldeado el extremo superior de sus hojas, formando dos coloridos lóbulos unidos por una bisagra central. Se parece mucho a una trampa para osos. Con ella puede capturar pequeños insectos y, literalmente, digerirlos para obtener los nutrientes que le faltan. Sin embargo, lo más interesante es el mecanismo de activación de dicha trampa.
En la superficie de cada lóbulo hallaremos tres diminutos pelos. No son ningún tipo de adorno, sino unos sofisticados sensores que detectan la presencia de las víctimas.
Si un insecto hambriento cae en la trampa —engañado por el falso aroma a frutas que emana— y, por casualidad, roza uno de los pelos sensitivos, lo mejor que puede hacer es quedarse quieto por más de veinte segundos para no convertirse en la cena. Esto se debe a que la venus atrapamoscas no activa la trampa al primer toque. Antes debe estar segura que es realmente una presa y no una gota de lluvia o detritos que se mueven por el viento, ya que activar la trampa demanda mucha energía.
Cada vez que un pelo sensitivo es estimulado (rozado, tocado o golpeado), se produce un chorro de iones de calcio que generan un impulso eléctrico (potencial de acción) —muy similar a lo que ocurre en las neuronas— cuyo efecto se va desvaneciendo poco a poco. Si un segundo pelo sensitivo es estimulado en un lapso de veinte segundos, el potencial de acción supera el umbral y se activa la trampa en una décima de segundo. En otras palabras, el primer toque activa el gatillo y, el segundo, dispara.
La presa no muere inmediatamente, sólo queda aprisionada [tal como se ve en la primera imagen]. En su desesperación, busca la forma de salir por cualquier medio. Se mueve dentro de la trampa y toca por tercera vez un pelo sensitivo. Esto provoca un nuevo chorro de iones de calcio que se acumulan dentro de las células de la planta carnívora y activan la producción de jasmonato, una hormona que regula una serie de procesos en la planta, entre ellos, el mecanismo de defensa ante amenazas (heridas y plagas).
La presa, obviamente, la está pasando muy mal adentro. Sigue buscando la forma de escapar, pero lo que no sabe es que está cavando su propia tumba. Activa por cuarta vez los sensores. Se produce más jasmonato. Pero es en el quinto estímulo donde ya no hay marcha atrás. Los niveles de expresión del factor JAZ1 (que es activado por el jasmonato) superan el segundo umbral y la venus atrapamoscas empieza a producir las enzimas digestivas (proteasas y quitinasas) y los transportadores de sodio, para poder aprovechar este vital elemento que no puede obtener del suelo.
A medida que pasa el tiempo, la trampa se va cerrando herméticamente. Y no solo eso. Cuanto más luche la presa por salir, más pelos sensitivos serán estimulados y más enzima digestiva producirá la planta. A las seis horas, la trampa se convierte en un estómago verde repleto de fluidos sumamente ácidos (pH=2) y moléculas que degradan hasta la dura coraza de los escarabajos. Si sirve de consuelo, la presa hace rato que murió ahogada. Ya no verá su cuerpo carcomerse con el paso de las horas.
Es impresionante cómo la evolución ha permitido a esta planta desarrollar un sofisticado mecanismo digestivo, el cual es sumamente eficiente. Cuanto más grande sea la presa, más veces los pelos sensitivos serán activados y más enzimas serán producidas. De esta manera evita perder energía produciendo más de lo necesario.
Entonces, si eres de los que cree que al morir te reencarnas en otro ser vivo, es importante que tomes en cuenta estos dos consejos, en caso que al despertar seas una mosca y, por cosas del destino, caes en las fauces de una planta carnívora:
- Si tocas un pelo sensitivo, cuenta hasta 20 —mejor hasta 30 (para estar seguros)— para huir con mucho cuidado.
- Si, por descuido, activaste la trampa, soporta la claustrofobia y el encierro por algunas horas. Si no te mueves, no se activará la producción de jasmonato y la trampa, tarde o temprano, se abrirá.
Finalmente, aquí un video que resume el trabajo. Está en inglés pero no será muy difícil entenderlo.
Referencia:
Böhm et al. Current Biology (2016) doi: 10.1016/j.cub.2015.11.057
Fuente | The Atlantic