Jeff Waters y su Annihilator en Lima: repasemos el significado de su trabajo para el metal
Uno de los artistas más destacados y discutidos del metal estará por fin en Lima y Arequipa. Jeff Waters, guitarrista y cerebro de Annihilator presentará parte de su inevitable legado speedico.
Allá por 1990 el metal era todopoderoso. La cantidad de bandas y la diversidad de propuestas eran apabullantes. Los estilos claves del metal ya existían. Judas Priest y Iron Maiden eran ya clásicos incontestables. Slayer y Metallica se perfilaban como los nuevos dioses del género, y estilos como el death y el grindcore abandonaban el under con la expectativa (jamás realizada) de que pudiesen convertirse en el nuevo sentido común del metal.
En ese contexto, una banda canadiense de speed metal melódico con un pequeño pasado de demos muy felicitados irrumpía con una variedad ultratécnica, más no progre, de metal violento. Acá en Perú su debut Alice in Hell se volvió una sensación en Colmena (recuerdan el mercado pirata de cassettes que fue esencial en la formación de un público headbanger local). Yo lo conocí por unos amigos de San Miguel con los que intercambiaba cintas, recuerdo haber obtenido entonces uno de Exhorder (Slaugther in the Vatican) y el ya mencionado de Annihilator. Al poco tiempo se editó el segundo disco, Never Neverland y el golpe fue mayúsculo. Me acuerdo que comentábamos mucho el texto que Waters había insertado en el libreto del disco. Se puso a la vanguardia de todo el metal de entonces.
El disco otorgó una gran celebridad a la banda, pero era también la época. Ese fue el momento en que las bandas de todos los estilos, desde el glam hasta el speed/thrash, se volvían grandes con uno o dos discos. Hasta el día de hoy los temas del Never Neverland son todos clásicos de la banda y la verdad, pocas personas dudaban del enorme futuro que se avecinaba para nuestro amado género. Claro, tal cosa no sucedió. Annihilator pertenece a la época final del periodo clásico del metal. Antes del grunge y del nü metal (por llamarlo de alguna manera). En 1991, Annihilator participó de la gira de Judas Priest para promocionar el Painkiller al lado de Pantera, banda que ya era antigua (ya llevaban 5 discos) pero que recién con el Cowboys from Hell había saltado a la popularidad masiva y el estrellato. Para mí, es un punto de vista personal, es uno de los momentos decisivos del metal. Judas Priest tenían un sonido consagrado y tradicional, pero Annihilator y Pantera representaban dos posibilidades para el metal extremo: la pericia técnica instrumental y compositiva y la agresividad descarnada, pura y dura respectivamente. ¿Qué camino seguiría el metal en general? Al parecer, de momento ganó Pantera. Para 1993, muy pocos hablaban de Annihilator y todo el mundo, de Pantera.
Así pese al inicial éxito Annihilator no pudo continuar con el mismo nivel de aceptación, varias cosas pasaron la factura; no solo era el contexto cada vez más complicado para el metal, sino que, por razones que no conozco muy bien, la alineación de la banda era muy inestable, se puede decir que en cada disco cantaba un sujeto diferente (Randy Rampage bajista de D.O.A. en el Alice in Hell y Coburn Pharr, ex vocalista de Omen en el Never Neverand, ambos muy distintos en todo sentido) y los otros integrantes eran igualmente volátiles, con la excepción de Waters, obviamente.
La banda editó el Set the World on fire (1993 con Aron Randall en la voz) y yo me enteré unos dos años después, vean el gran interés que había. El disco resultó muy melódico para el público en general, en realidad un disco de heavy metal. No funcionó en Estados Unidos y muy poco en el norte de Europa, pero en España, Italia, Argentina y Japón, tuvo un enorme éxito. Esto se afianzó con el extraordinario King of the Kill (1994), en mi opinión uno de los mejores de su historia discográfica, y uno de mis discos preferidos. Acá recuperan casi todo el espíritu speed tradicional y lo llevan más lejos que nunca antes. Un álbum que fue el primero en el que cantó el mismo Waters (no lo hacía desde la época de los demos y la verdad lo hace bastante bien). Tuvo mucho éxito en Japón, nuevamente, y le fue bien en Europa, lo que le valió una gira exitosa. Recordemos que el metal vive entonces sus peores momentos de ostracismo mediático. Nunca como en esa época se editó tanto seudometal.
El siguiente disco, Refresh the Demon (1996) es tan bueno como el anterior, pero la época es totalmente adversa. El rock alternativo agoniza en la indigencia identitaria pero el nü metal vive su amanecer. La gente ovaciona a Sistem of a Down como si fuese una banda de metal, Marilyn Manson y Rammstein hacen giras mundiales y apoteósicas y la gente llamaba metal a todo eso. Una edad oscura. Obviamente, el underground estaba allí produciendo, pero a una escala muy pequeña y centrada en el black y el death metal, géneros casi impedidos para el éxito masivo (ni que lo quieran tampoco).
Waters confiesa tener dudas acerca de la escena y entra en crisis. En ese contexto edita su obra más precaria, el hoy denostado Remains (1997). Disco que en su momento Waters concibió como un tributo al sonido de Pantera (y de verdad que se parece mucho). Él mismo dice que no entiende cómo pudo sacar ese trabajo (por supuesto que se entiende por qué; todos lo intentaron, desde L.A. Guns hasta Forbidden, pasando por Doro) Un trabajo nefasto. Pero Waters es al fin y al cabo un gran artista y se recupera.
Con Rampage de vuelta a las voces edita el Criteria for a Black Widow (1999, hubo un intento de continuar a ver si se lograba establecer un vocalista permanente que significase algo para la banda pero la cosa no prospera), un disco superior pero no la obra maestra que se esperaba. No está mal. Pero es con Carnival Diablos, del 2001 y con Joe Comeau a las voces en el que otra vez la banda alcanza parte del nivel de mediados de los 90. No es para menos, Comeau es uno de los más extraordinarios (e ignorados) cantantes de heavy metal de estilo clásico, quien había participado del tercer y último disco de Liege Lord allá por 1990). Este ciclo culminó con el estudio Waking the Fury, un disco extraordinario con algunos de los mejores temas que jamás haya compuesto Waters, pero con una terrible producción de sonido más compatible con un trabajo de alguna banda moderna que con estos clásicos. El cierre llega con el en vivo Double Live Annihilation, un gran trabajo.
Luego ingresa a la banda un nuevo vocalista, Dave Padden un muchachito que la verdad no ha convencido tanto. El All for You es un bajón con respecto de su trabajo anterior pero no llega para nada a los subsuelos del Remains. Lo bueno es que con el Schizo Deluxe se produce un subidón muy contundente con uno de los mejores discos que haya dado Waters, aunque la voz tampoco termina de convencer. Lamentablemente el disco, editado por AfM Records, no recibe la publicidad y promoción que merecería y no pudo ser el sustento que Waters esperaba.
Los dos últimos trabajos, Metal (2007) y Annihilator (2010) no han sido tan exitosos, a mí no me gustó casi nada el primero y el segundo es mucho mejor, pero con un sonido demasiado plano. Cosas de gusto.
Sea como sea, salvo quizás por el Remains, todos los discos de Waters han dado cosas importantes al metal y es injusto que solo sea reconocido por sus dos primeros trabajos cuando en lo que ha editado después hay bastante de comparable y superior a su trabajo más reconocido. Al menos creo que no debemos perder de vista esta oportunidad el 4 de junio de presenciar y disfrutar de uno de los verdaderos grandes y carismáticos artistas del metal contemporáneo que se encuentra aún en plena vigencia y creatividad.
Además, la noche será más que genial pues se presentará también Mortem, la banda más exitosa e importante de toda la historia del metal peruano y una de las mejores del metal sudamericano.