Incantation y Uada ofrecieron brutal presentación en Lima en una fecha difícil
Y ya está en el pasado… el concierto de Incantation y Uada que tanto esperábamos finalmente ocurrió el miércoles 4 de setiembre y recibimos la dosis de retorcido metal extremo que esperábamos. Acá algunas impresiones del show.
Después de mucho tiempo el metal volvió al Embassy de la Plaza San Martín, antiguo y emblemático night club de la Lima bohemia de los años 50, hoy reflotado para eventos de todo tipo. Allí hace unos años tuvimos la hasta ahora única presentación de Vader en el Perú y una de Rotting Christ. No recuerdo si alguna más, pero no ha sido un local habitual de la escena. El espacio está en un sótano y conserva algunos vestigios de su naturaleza original, en concreto el bar de madera y el cerco perimétrico de bronce, algunos cuadros y poco más. El piso ha sido remozado, con un material no muy adecuado para el sonido, y hay nuevas instalaciones para espectáculos. Como espacio no ha quedado mal.
Como señalamos hace unas semanas, la presentación de Incantation revestía una importancia especial por ser una de las bandas más originales del death metal, por haber creado un sonido particular y muy diferente de sus contemporáneos: más oscuro, más enfermo, más intrincado. Una banda que se han mantenido en el under creando discos memorables sin bajar el nivel nunca. A ella se aunaba la presencia de Uada, un grupo de black metal melódico de Estados Unidos, con mucho menos trayectoria pero que ha tenido bastante resonancia en los medios del metal extremo en los últimos años. En estos lares era una novedad para la mayoría.
La presentación iba a estar prologada por las bandas Imitheos (Venezuela) y Psicorragia (Perú). El concierto como tal comenzó casi a las 10 de la noche con la banda venezolana. Ellos se caracterizan por usar máscaras y una suerte de custodia dorada que mueven a la manera de cetro durante sus presentaciones. Practican una especie de death black metal bastante solemne que la verdad no termino por asimilar. Los he visto ya más de una vez y no me parece el grupo que haga la diferencia, en el medio tenemos mejores y más cuajadas bandas, tanto entre las tradicionales como entre las más nuevas, sin embargo no se puede negar que atraen su público, básicamente metaleros venezolanos emigrados, y finalmente sin gente no hay evento. Su acto fue apoyado justamente por esa pequeña comunidad que se ha reunido en el Perú. Ellos respondieron muy bien a los temas, pero en ese momento aún eran pocos los presentes. La iluminación durante su presentación fue terrible, demasiado brillante y colorida y no daba ganas de ver en dirección del escenario. Falta mejorar en muchos aspectos. No son especialmente malos, simplemente hay demasiados mejores.
La siguiente banda de la noche fue Psicorragia y la diferencia fue como la del día con la noche. Obviamente los peruanos llevan ya más de dos décadas en esto y saben de qué va el asunto, además de que han ido creando su propio sonido bebiendo de influencias locales e internacionales y con un concepto muy claro para articular su propuesta: la presencia e inmanencia de la muerte. Destacaron los temas En las Hordas de Tanatos, Sueño de muerte, Los custodios y cerraron con su clásica Estrofas de Muerte. Me gusta mucho la forma en la que han amalgamado tan bien guitarras con teclados en una propuesta extrema que a veces es reacia a estos sonidos. Mario Romanet, vocalista de la banda, se dirigió al público en varios momentos hablando brevemente sobre las ideas que mueven sus temas y agradeciendo al público y a la organización. Pese a esto aún los veo demasiado estáticos en el escenario. Algo más de dinamismo sería bien recibido.
Luego vino la presentación de Uada, banda relativamente menos conocida y con una trayectoria de bastante menor envergadura que sin embargo brindó una actuación muy sólida a nivel musical. La iluminación para ellos se cambió y se pasó de los tonos chillones y de colores a una luz blanca desde atrás, casi halógena, que daba un aire a los músicos como si estuvieran a la vera de un cementerio; se presentaron con capuchas especialmente largas que les cubrían los rostros (cómo les habrá hechos sudar). La banda expuso temas de sus dos discos, Devoid of light (2016) y Cult of dying sun (2018) cuya calidad habló por sí misma, sin embargo son demasiado herméticos y no interactúan en lo más mínimo con el público. Descarga, pausa, descarga, pausa. No está mal, seguro es su concepto, pero es un tanto pesado. No conozco en detalle su discografía así que no reconocí los temas. La impresión general que dejaron fue positiva. Yo al menos les voy a seguir con más interés.
Y finalmente, casi a las 12 de la noche, subió al escenario Incantation. John McEntee andaba ya por ahí tomándose fotos con el público, como lo que es: un tipo relajado, cuajado en años de tocar death metal, alejado de todo divismo y cercano a los fans. La ejecución (nunca mejor dicho) comenzó con Entrantment of Evil, su clásico de hace casi treinta años y la gente comenzó a reaccionar desde los primeros segundos. Era obvio cuál era el imán del concierto. La música de Incantation es intrincada, pesada y malévola y esa malignidad lleva años emponzoñándonos, así que no fue tan complicado que saliesen las tendencias agresivas del público. Rites of the locust de su último trabajo, Profane nexus continuó con la masacre la cual se desplazó alternando temas del Onward to Golgotha y de su última creación: Devoured death, Lus sepulcri y Unholy massacre. John se dirigía al público; hizo mención del show de hace 12 años y que esperaba que los que estuvieron entonces hubieran vuelto por más. Yo lo notaba preocupado porque todos la pasáramos bien, agresivamente felices.
Con Ascend into eternity empezaron a hacer su aparición otros discos, como el Vanquish in vengeance (2012), Carrion prophecy (del genial Dirges of Elysium, 2014), para regresar al Onward con la clásica y pervertida Deliverance of horrific prophecies.
La performance de Incantation suele ser básica, los tipos tocando y sacudiéndose al compás de la música sin exagerar demasiado, aunque en esta ocasión llamó la atención lo entusiasta de su actual primera guitarra, Sonny Lombardozzi, firmado por la empresa de guitarras Halo en la que tiene su propio modelo. Tocaba con soltura energía y sobre todo alegría, daba gusto verlo. En general, los músicos estuvieron en permanente conexión con el auditorio, el cual les pedía temas y les alentaba constantemente con gritos exaltados.
Ancients rise, del Profane nexus, Shadows from the ancient empire, del The forsaken of mournig of angelic anguish, Ibex Moon, de aquella obra maestra aún no superada Mortal throne of nazarene e Impending diabolical conquest cerraron la mayor parte del concierto. Luego de un descanso en el que se fueron por unos momentos del escenario, retornaron para ejecutar Profanation de su debut del 93. La gente estaba feliz de tenerlos de nuevo entre nosotros.
El público, pese a ser un miércoles y por lo tanto una fecha difícil para conciertos, respondió bastante bien, lo que se pudo apreciar en una concurrencia de dimensiones respetables que en mi opinión debe haberse acercado a las 200 personas. El sonido enfrentó las condiciones del lugar que no son las mejores para un concierto de alto volumen, con un piso reflectante y una anchura superior a su profundidad, sin embargo fue bastante aceptable.
Al final lo más importante, ser testigos del trabajo de verdaderos artistas extremos es lo que justifica todo el esfuerzo invertido de parte de los organizadores, en esta ocasión Xaria, y el público y sobre todo las bandas, sin las cuales nada de esto se podría dar.
Agradezco a Gustavo Delgado de Xaria por las facilidades brindadas, y a Ricardo Choy Kifox por el apoyo con las fotos.