Overkill retorna una vez más a Lima para una dosis potente del thrash metal clásico más violento
Overkill es de las bandas que más trayectoria tiene en la escena metalera mundial. Desde su fundación en 1980, jamás ha dejado de editar discos por lo que dentro del thrash es de las que tienen la discografía más nutrida. Ello ayudó a que alcanzaran estatus de referente muy temprano en su carrera.
Nacidos en la costa este de los Estados Unidos, al igual que Anthrax, destacaron prontamente por el contraste armonioso entre el trepidante ritmo del thrash metal de su música con una voz potente que se asemejaba más a las que se usan en el heavy metal. La capacidad de coordinar con sapiencia elementos rápidos con pesados contribuyó a crear temas sólidos que pronto conectaron con los seguidores de los años 80: Rotten to the Core, Deny de Cross, Hammerhead, Elimination. Overkill escaló pronto entre los grandes del metal más duro de la época.
Horrorscope (Megaforce, 1991) marcó un salto de gran magnitud para la banda por las innovaciones que planteó el disco sin por ello renegar del thrash metal. Comenzaron los 90, todos querían saber en qué dirección evolucionaría Overkill y el grupo, de la mano de una multinacional genérica, se internó en un camino un tanto extraño desde I Hear Black (Atlantic, 1993), un trabajo interesante per se. Sin embargo, por varios años la banda editó discos plagados de metal “moderno” uno tras otro en sellos de decreciente envergadura. En lo personal dejé de seguir al grupo, hasta que en 2010 presentó un retorno asombroso a sonidos más thrashsers con Ironbound, editado por la ya multinacional del metal Nuclear Blast. El disco fue la resurrección musical de Overkill. Desde entonces The Electric Age (2012), White Devil Armory (2014), The Griding Wheel (2017), The Wing of War (2019) y el más reciente Scorched (2023) han sostenido en gran nivel, cada vez más alto, el estatus del grupo. Ninguno de esos discos ha marcado un retorno al groove en el que estuvieron atrapados, sino que son un crecimiento a partir del thrash de los años 80 y primeros 90 pero con los recursos de producción sonora actuales los que potencian los resultados.
Overkill vino por primera vez al Perú hace más de 10 años y dio un brutal concierto en Vocé, uno de los mejores shows de metal que he visto en mi vida (crónica de dicha noche acá). No dieron tregua los thrashers. Una segunda presentación de la banda fue en Festiva en 2018 a la que lamentablemente no fui. Por tercera vez, la banda retorna al Perú y es uno de los conciertos internacionales más esperados en estas fechas, llenas de varios conciertos importantes dicho sea de paso. La banda está en la gira de su más reciente producción ya mencionada, Scorched que ha sido escogido en varias páginas como uno de los mejores discos de metal del año pasado. La banda además viene con la novedad de que el rol del bajo se encuentra no el tradicional DD Verni, sino Dave Ellefson, el bajista cofundador de Megadeth y que viene apoyando a la banda mientras Verni se repone de una cirugía al hombre a la que se ha sometido.
Acompañando a la banda esta noche tocan los fineses Battle Beast, un notable grupo de power metal cuyo debut del 2011 Steel fue uno de los mejores del presente siglo. Practicante de un power metal enérgico con una profunda raíz en el heavy metal y con una voz femenina hoy representada por Noora Louhimo, la banda es una de las más importantes de este siglo y causa verdadero furor en los festivales europeos. Por parte del Perú estarán los Dangeorus Project, interesante elección de una banda situada justamente también en el power metal aunque este más hacia el lado técnico del espectro. Se trata de una de las propuestas más profesionales de la escena metalera actual.
De esta forma, la noche del 26 de abril se perfila como una de las más intensas de las que se nos vienen en próximas fechas. La cita es en el Festiva y las entradas se pueden conseguir en este acá