El amor... ¿una simple fantasía?
El Día de San Valentín se celebra hace 51 años en el Perú y tiene más de una interesante historia. En 1959 se instauró esta fecha en el país en homenaje al patrono de los enamorados. Esta festividad formó parte del calendario eclesiástico hasta 1969.
En reuniones con familiares y amigos era siempre oportuno preguntar qué hicieron o qué hacen en el Día de los Enamorados o llamado también Día de la Amistad. Ahí surgen a modo de remembranzas, hazañas, olvidos voluntarios y hasta mofa los diversos recorridos amatorios como plazas, parques y playas. Muchos de los lugares mencionados se han mantenido en el tiempo, o han renovado sus espacios como El Parque del Amor (1993), el Circuito Mágico de Agua (2007), y la asistencia es masiva en los últimos años. Sin duda uno de los nuevos “points” es el espacio digital donde los “cibernovios” no tienen fronteras.
Enrique Rodríguez, “el macho”, respetado periodista confiesa: “cuando eres un estudiante con unas monedas o las propinas familiares, llevas a tu enamorada a recorrer el parque y le invitas un rico helado. Con eso bastaba. Luego el trabajo, las responsabilidades familiares y los reducidos horarios no permiten esperar con novedad a Cupido, por lo tanto la fecha pasa desapercibida y uno deja los detalles para los días de descanso”.
Recuerdo que mi abuela, una guapa migrante arequipeña, me contaba cómo festejaba San Valentín hacia la década del 60. Sus primeras celebraciones fueron en la iglesia. El Comercio publicó una nota el 15 de febrero de 1964 (“Misa por enamorados se celebró ayer”) que decía: “…se celebraron tres misas simultáneas por los enamorados en las iglesias de San Pedro (Lima), Santa María Reyna (San Isidro) y Santa Rosa (Callao) en ocasión del Día de San Valentín y es también el Día de los Enamorados y a solicitud del Movimiento Familiar Cristiano (MFC)… Las comisiones del MFC recibían y les entregaban copias impresas de la “oración de los enamorados”… Fue la primera vez que lo hacen en tres iglesias distintas simultáneamente”.
Los abuelos rememoran que la travesía amorosa seguía por el Jirón de la Unión, los alrededores del Museo de Arte, del Parque de la Reserva, así como de las plazas limeñas y los malecones y, lógicamente, en el inolvidable Puente de los Suspiros barranquino. Mi padre, en cambio, se atrevió a contarme que llevaba a sus primeras enamoradas a la playa o al Parque de la Exposición, pero también al Campo de Marte, la Pera del Amor y el malecón de Miraflores, que iba desde el Parque Salazar hasta el último óvalo de José Pardo.
En 1997, con 19 dulces años, recibí muy ansiosa y bien acompañada mi primer San Valentín. Yo soy barranquina nata y él vivió siempre en Miraflores. Conocíamos bien nuestro barrio y el distrito; cada uno mostraba al otro los rincones de recuerdos entrañables. Habían pasado 72 días desde que iniciamos nuestra relación amorosa e ingenuamente nos dirigimos hacia el parque principal de Barranco, sin imaginar lo que nos esperaba.
Al llegar al Puente de los Suspiros surcamos y evadimos a melosos comerciantes quienes con la reventa de una rosa casi marchita y con la voz áspera, vociferaban: “Una flor para la bella dama”; los flash de las cámaras digitales y de los fotógrafos callejeros eran demasiado para nosotros; las escenas de preámbulo, ni describirlas; parecía que estaban filmando otra vez “Yo perdí mi corazón en Lima” (1933). Definitivamente con la primera caída aprendes. El recorrido hacia la Plaza de Barranco resultó peligroso para dos que adoran su espacio y la buena vista. Había que buscar otra atmósfera.
Hoy celebramos el decimotercer Valentín y nos preguntamos, ¿dónde nos refugiaremos? De hecho no hay apuro y lo tomamos con tranquilidad, pero sin olvidar nuestro romanticismo “freudiano”. “Yo tengo hambre”, me dice él a las 12 cuando cierra Crisol. Iremos a buscar algo rico al Enano o al Peruanito.
Después de compartir tanto tiempo juntos me fascina -aunque suene cursi- estar con él, ir a nuestros lugares favoritos en cualquier momento y sentarnos a conversar los temas pendientes y las barbaridades de la Lima “viva”. No preparo nada especial ese día, pero sí lo saludo con la expresión “Feliz Día…!”
¿Y tú, a dónde irás ese día?
(Marleny López Lucas)