Gardel: La inmortalidad suena a tango
Aún hoy muchas personas no tienen claro si es uruguayo, francés o argentino, lo cierto es que el legendario cantante Carlos Gardel ha sembrado su influencia en todo el mundo. En este post, los testimonios de algunas personas tocadas por su magia
El 24 de junio de 1935 en el aerómetro de Medellín, la nave F-31 que transportaba a Carlos Gardel fue alcanzada violentamente por otro avión. Ese fatal accidente impidió que el cuerpo del llamado Zorzal Criollo volviera a alzar vuelo. Sin embargo, su alma empezó un viaje sin retorno hacia la inmortalidad. Sobre ese fatídico día se tejieron varias versiones, algunas dan cuenta de los fuertes vientos y un excesivo peso de la nave que no le permitieron despegar, otras más descabelladas narran historias de disputas y disparos al interior del avión que Gardel ocupaba. A 75 años de su muerte, el intérprete alcanza la más bella eternidad, en aquellos artistas o anónimos aficionados que han entregado su vida para prolongar su legado.
Tango del Sol Naciente
Al verla en el escenario contonearse al son de “La cumparsita”, es difícil imaginar a la cantante nipona Anna Saeki interpretando otro género que no sea el tango. Aun sin haber pisado suelo argentino y sin saber hablar castellano, Saeki inicia su romance con este género musical en 1987 grabando su primer disco, denominado “Tango primavera”. Con esta placa, esta hija del Sol Naciente llega a tierras bonaerenses en 1988 y ofrece exitosas presentaciones ante un público que no tuvo mejor reconocimiento que llamarla la “Diva del Tango”.
Al finalizar su última presentación en el Teatro Peruano-Japonés, Anna nos dice, a través de su traductora, que en el lejano archipiélago nipón los amantes del tango se cuentan por millares y que entre los adeptos a esta expresión del folclor rioplatense nunca falta un disco de Carlos Gardel: “La voz de Gardel es inconfundible, yo siempre lo escuchaba a él por sobre otros cantantes, y aprendí a amar el tango”. Sentada frente a nosotros, extenuada por las dos horas y media de show, Saeki ilumina la oscuridad del “backstage” con aquella mirada rasgada para definir este género en una sola frase: “El tango es amor”.
De la cumbia a la milonga
Al terminar un día de trabajo como importadora de productos cosméticos, Lucía Ronderos, una colombiana de 64 años asentada en Lima desde 1998, se dispone a escuchar un disco de Gardel y declararnos su amor por el tango. Según esta madre de cuatro hijos y directora de la ONG Arte y Tango, los colombianos ven a Carlos Gardel como suyo: “Dios quiso que Gardel nos dejara en Colombia porque allá lo queremos mucho”.
Con ese acaramelado y pausado acento que tienen los nacidos en las tierras del café, Lucía relata que se animó a fundar su ONG con la única finalidad de que los peruanos compartan un sentimiento llamado tango y conozcan la obra de Carlos Gardel, su máximo exponente, organizando milongas. “Yo recuerdo que mi mamá tocaba en el piano “Caminito” y las lágrimas no dejaban de recorrer su rostro. Yo no entendía qué le pasaba, solo me daban ganas de seguir escuchando esa música maravillosa”, comenta.
“>La Gardenia de Gardel
A Jacqueline Silveira Méndez, una uruguaya de 28 años, el amor por el tango le fue inculcado desde el vientre materno. Su adoración por Gardel nace cuando, siendo todavía muy pequeña, confundía a su abuelo con este cantante. Es así que a menudo visitaba la tumba del Zorzal en el cementerio de Chacarita. En una ocasión, y frente a otros admiradores del cantante, Silveira prometió, estando embarazada, que su primer hijo se llamaría Carlos. Tuvo a una niña, pero decidió cumplir la promesa y ponerle el nombre de Gardenia.
Aunque esta blonda amante del tango nació en Uruguay, la mayoría de sus recuerdos están impregnados de aquella exquisita melancolía que tienen las calles porteñas, pues vivió en Argentina desde los 3 años. Sin embargo, la crisis que azotó al país gaucho en la década del 90, además de algunos problemas familiares que bien podrían inspirar el tango más desgarrado, la trajo hasta Lima en el 2002. Ella notó que en nuestra ciudad este género estaba destinado solo a un público de gran poder adquisitivo, por lo que ideó una forma de llegar a más personas a través del programa Tango, Salud y Belleza.
Gracias a este sistema, Gardenia y su esposo Ángel Vereau, un ingeniero cusqueño y destacado campeón de tango, están dedicados a enseñar este arte a grupos de adultos mayores en algunos distritos de Lima. “El programa hace que los participantes eleven su calidad de vida, también genera la socialización e interrelación entre ellos aumentando su autoestima”, afirma.
(Dick Cáceres Navarro)
(Foto Gardel La Nación GDA, fotos difusión)