Abate Pierre: defensor del ser humano
Un hombre bueno murió el 22 de enero de 2007. El Abate Pierre (1912-2007), fundador de Los Traperos de Emaus en 1949, dejó este mundo hace cinco años en medio de la paz y amor del que supo rodearse. Pero el Perú tuvo el privilegio de tenerlo en sus calles y avenidas, por primera vez, en agosto de 1959, cuando acababa de cumplir 47 años, justamente el día en que aterrizó por estos lares. Las huellas de esa ilustre visita de cinco días las podemos recordar en este post, que sirve como antesala al centenario que este año cumplirá el francés de gran corazón.
Apenas llegó a Lima el martes 5 de agosto de 1959, el Abate Pierre ocupó el Convento de la Recoleta. Allí lo acogió la Misión de Lima, una organización que coordinó su llegada al país, y que preparó una conferencia de prensa que el Abate ofreció en francés.
Ante el público limeño, expuso los objetivos de Los Traperos de Emaus, que se concentraba en una permanente preocupación por generar en todos un sentimiento de amor, tan necesario en la lucha contra la miseria en el mundo.
Los Traperos de Emaus, según el propio Abate, surgió en dos etapas: la primera en 1947, cuando el Abate alquiló una vieja casa en Neuilly-Plaisance, al este de París, que serviria como casa juvenil. Le puso por nombre “Emaús” (símbolo de esperanza). La segunda fue en 1949, al invitar a Georges Legay, un suicida compulsivo a quien el francés devolvió el sentido de la vida, a construir casas para las familias sin hogar. Por eso los Traperos tienen en el optimismo y la esperanza sus principales motivadores.
Pero en Lima el hombre religioso no perdió tiempo. Luego de visitar algunas instituciones, entre ellas El Comercio, donde intercambió ideas con el director Alejandro Miró Quesada Garland, emprendió vuelo ese mismo día hacia el sur, a la ciudad de Arequipa; y en una universidad arequipeña dictó una charla auspiciada por la organización S.O.S. en la que reflexionó en torno a los pobres y sus necesidades vitales.
Caminó hacia los pobres
El Abate Pierre gustaba de ver la realidad directamente, por eso quedó impresionado por la pobreza de los barrios populosos arequipeños. De regresó a Lima, el jueves 6, ofreció una misa en varios lugares humildes de la capital, como Cantagallo (Este), San Cosme, Mendocita (La Victoria) y San Miguelito (San Miguel). En cada lugar la gente se aglomeraba, buscaba su bendición, anhelaba su mirada.
El francés no dejaba de expresar sus ideas sencillas pero sólidas, humanas pero inquebrantables, en donde establecía una norma de vida: “Trabajar por el bien de los demás”.
Esa misma mañana del 6, se reunió durante 45 minutos con el Arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts, con quien compartió pasajes de su labor social y humana. Lo mismo hizo al visitar la Nunciatura Apostólica, donde se reunió con el encargado de Negocios, Monseñor Pinci.
En estas visitas y en las otras que sobrevendrían, el hombre que rozaba la santidad estuvo rodeado de gente comprometida con su credo, como los esposos Coquoz, Augusto Dammert y Helan Jaworsky; también figuraban Rosario Araoz (de la Misión de Lima) y el sacerdote Felipe Mac Gregor, así como el ingeniero Rómulo Ferrero y el doctor Andrés Rouzkowski.
Abate Pierre en la TV
Ya en la noche, a las 7, el visitante se presentó en el Canal 9 de TV Radio El Sol, donde fue entrevistado por el periodista y escritor César Miró, director de programación de Radio El Sol y Canal 9, ante el cual expuso el concepto de amor al prójimo como camino a la felicidad, indicando a la vez que “los hombres no solo deben compadecer la miseria, sino identificarse con ella, sentirla plenamente y luchar contra ella”.
Durante la visita, el invitado no se separaba del señor Luis Navarro, presidente de la Asociación Emaus, y del traductor Gastón Barreto.
Una de las anécdotas de aquella incursión televisiva fue que el pueblo peruano pudo escuchar las palabras y ver al franciscano en plena vía pública, ya que se instalaron pantallas gigantes de exhibición en las principales casas comerciales de la ciudad.
Preocupado por los niños
Al día siguiente, viernes 7, regresó a las barriadas limeñas, como si fuera un alimento para su espíritu. El hombre de larga barba visitó el “refectorio” parroquial de varias zonas populosas, como el de Dos de Mayo, ubicado en la margen derecha del río Rímac (entre Mirones y el Puente del Ejército), a donde llegó muy temprano, antes de las 8 de la mañana.
El Abate Pierre caminaba sin cesar en esas largas visitas, y cuando había ocasión aprovechaba las tribunas para reafirmar su apostolado, basado “en el amor y en la acción voluntaria de los pobres para lograr paulatinamente una superación a través del trabajo”.
Hay muchos testigos que pueden dar fe de que el propio Abate pedía ir a las zonas más pobres de la ciudad, como “El Montón”, un antiguo botadero de basura (donde dicen que sucedió la mítica pelea de los hampones ‘Carita’ y ‘Tirifilo’ hacia 1915), cerca de los rieles del ferrocarril que iba a Ancón.
Pues ante ese auditorio, la pronunciación en francés fluía como idioma universal. En esos parajes se mantuvo a su lado Monseñor Juan Landázuri Ricketts, y allí conoció, además, a los “traperos” limeños, gente que vivía de la recopilación de desperdicios, un oficio que el propio Abate Pierre ejerció durante dos años en su querida Ciudad Luz, París.
Con la ayuda del traductor, su mensaje llegaba claro y directo: “Los que puedan más y los que tengan más, aun dentro de las condiciones económicas mínimas, que acudan en ayuda del prójimo; siempre habrá alguien que tenga menos que nosotros, que pueda menos que nosotros”.
Abate Pierre en los salones del Teatro Municipal
El sábado 8, el Teatro Municipal de Lima recibió al maestro. La entrada libre dejó que todos los que podían ingresar lo hicieran sin distinción de ninguna clase, solo para escuchar su voz. En la mañana estuvo en la iglesia de San Felipe para dar una misa; y después, en el Palacio Arzobispal donde compartió con los miembros de la Comisión de Cooperación de la Misión de Lima.
A las 6 y 30 de la tarde, el recinto municipal hervía de gente. Otra vez su mensaje de paz, amor y solidaridad invadía los corazones de los limeños.
Hasta que llegó el domingo 9, último día en Lima. Esa jornada nos dejó ver a un Abate Pierre muy animado en las misas populares que dio en horas de la mañana en Cantagallo y San Cosme. A las 11, antes del mediodía, voló en un helicóptero sobre las barriadas de Lima; para luego participar de la clausura de la Primera Semana Social en el Paraninfo del Colegio Belén.
El lunes 10 debía llegar a Quito, Ecuador, pero el Gobierno peruano le concedió un avión de TAM (de la Fuerza Aérea del Perú) para que haga una parada especial en la ciudad de Iquitos, en el oriente peruano. Con el despunte del sol llegó a tierra charapa. Horas después, ya de regreso, haría una parada en Talara, y luego voló al vecino del norte.
Una luz de vida rodeó a los peruanos de entonces. El Abate Pierre regresaría al país algunos años después, en 1963, en visita oficial.
(Carlos Batalla)
(Fotos: Archivo Histórico El Comercio)