Se abre la sesión en Nuremberg
Uno de los primeros cables que llegó el 20 de Noviembre de 1945 a la redacción de El Comercio rezaba: “Veinte miembros de la pandilla íntima de Hitler escucharon durante 70 minutos los detalles de los cargos y acusaciones que le fueron hechos por los fiscales británico y norteamericano”. El despacho, enviado desde el Palacio de Justicia de Nuremberg, en Alemania, daba cuenta del inicio del proceso judicial que las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Francia, habían organizado para saldar cuentas con los vencidos.
La humanidad necesitaba hacer justicia. La guerra se había llevado no solo la convivencia pacífica sino el respeto a los derechos fundamentales de la persona. Entre balas y cañones, una cruel ideología había convertido a un grupo de hombres en los dueños de la vida y la muerte.
Nos referimos a los máximos representantes del nazismo, quienes tras la rendición de Alemania, se sentaron en el banquillo de los acusados para enfrentar todos sus crímenes. La audiencia se abrió cuando el olor a pólvora y sangre aún podía percibirse en las ciudades y campos de batalla.
Hace 70 años, con un lenguaje periodístico de época, el titular del Decano informaba de la apertura del gran juicio contra 24 jerarcas nazis: “Iniciose hoy el proceso contra los grandes criminales de guerra”.
El obeso Hermann Goering, el indescifrable Rudolf Hess, el marino Karl Doenitz y el diplomático del terror Joachim von Ribbentrop, entre otros, mostraban sonrisas nerviosas o rictus de preocupación.
Los autores de delitos execrables contra la humanidad hicieron silencio al comenzar la audiencia. La voz de la justicia, representada por el juez británico Geoffrey Lawrence, empezó a hablar.
Lawrence, quien presidía el Tribunal, dijo con claridad que los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Rusia habían confiado en él para el enjuiciamiento de los criminales de guerra.
Luego manifestó: “Este proceso, que está por iniciarse, es único en la historia de la jurisprudencia y de gran importancia para todos los pueblos del mundo”.
Un sumario de 24.000 palabras fue leído por los fiscales, quienes responsabilizaron a los acusados de provocar la guerra que desangró al mundo de 1939 a 1945. Cerraron su alocución exigiendo la pena de muerte para todos. La primera sesión del juicio convocó a más de 300 hombre de prensa.
¿Por qué fueron juzgados los dirigentes nazis?
El proceso se construyó sobre cuatro cargos fundamentales. El primero comprendía a los autores por ser “responsables, organizadores o cómplices en la formulación o ejecución de un plan para cometer crímenes contra la paz”, señala Robert Gallately en el libro “Las entrevistas de Nuremberg”.
¿Exactamente a qué se referían con crímenes contra la paz? Quizás eso fue lo que provocó en su momento una gran polémica, sobre todo por la manera en que estaba planteado el cargo o lo difuso del concepto.
La segunda acusación inculpaba a los acusados por haber preparado e iniciado guerras de agresión y violación de tratados internacionales. Bajo este cargo los hombres que estaban siendo juzgados debían responder por haber empujado a Alemania a invadir Polonia.
Lo contradictorio era que a los soviéticos, que además fungían de jueces en el tribunal, nadie los estaba juzgando por la invasión de Finlandia o Polonia. ¡Qué paradoja! Algunos especialistas en derecho internacional también cuestionaron este segundo cargo.
El tercero acusaba a los inculpados de elaborar un plan conjunto para cometer crímenes de guerra, que llevó a una guerra total, lo que “excedía las leyes y costumbres de la guerra”, indica el libro de Gallately.
Y el último agrupaba a los llamados crímenes contra la humanidad: asesinato, exterminio, esclavitud y deportación. Aquí los dirigentes nazis debieron encarar las voluminosas pruebas y testimonios que mostraron al mundo la eliminación sistemática de judíos, gitanos y población civil.
Los acusados fueron condenados el 1 de octubre de 1946. Doce de ellos recibieron la pena de muerte, incluido Martín Bormann, que ya se había suicidado; y tres fueron sentenciados a cadena perpetua.
Cuatro recibieron otras penas menores y tres fueron absueltos. Uno no pudo ser juzgado por su avanzada edad y otro se suicidó antes del proceso. Además de este proceso principal, hubo “otros juicios de Nuremberg” en los cuales se juzgaron hasta 611 personas. Goering, condenado a la horca, se envenenó con una pastilla que alguien le suministró clandestinamente.
(Miguel Angel García Medina)
Foto: Archivo Histórico El Comercio