Café del fundo: la lucha de una familia del VRAEM por su café
Hace unas semanas, en un reciente recorrido que hice por diversas comunidades cafeteras del Vraem (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro), una mujer caficultora me ofreció probar su café. La llaman Mamá Cristina y es la matriarca de la familia Huillca Flores. Estábamos en el fundo San Antonio, en la comunidad de Sanamarca, distrito de Sivia, provincia de Huanta, Ayacucho. Entre los 1500 a 1650 metros sobre el nivel del mar. Por supuesto, acepté feliz su invitación ya que siempre es un honor beber café de las manos del propio productor.
Me alcanzó una taza que sostuve mientras ella me servía. Reparé que en la taza estaba la foto de ella al lado de un hombre. Sobre esa imagen, una frase poderosa: “Al comprar café del fundo ayudas a que una familia del VRAEM no cultive ilegalmente hoja de coca”.
— ¿Es usted, señora Cristina?
— Sí, somos mi esposo y yo.
— ¿Es su marca?
— Es la marca de mi familia, mis hijos la diseñaron. Cuando regrese a Lima, busque a mi hija menor, se llama Cristina, como yo, y ella le va a contar nuestra historia.
Actualmente, los caficultores del VRAEM viven una situación crítica debido a una serie de factores: el bajo precio del café, el avance de los cultivos de hoja de coca que se destinan al narcotráfico, las deficientes vías de acceso que dificultan la salida del producto, la plaga de la roya que afecta los cafetales y la sensación de inseguridad permanente generada por remanentes terroristas. Pese a esta nefasta suma, la familia de doña Cristina persiste desde hace cuatro generaciones en sembrar café.
Ese mismo día subí a mi cuenta de Instagram la taza con la imagen de doña Cristina Flores y su esposo Hugo Huillca. Su hija, Cristina, no tardó en contactarme y, ya en Lima, me contó la historia que su madre no había podido. Y entendí el porqué.
Los Huillca proceden originalmente de Quillabamba, Cusco. Durante la guerra con Chile, huyeron hacia la selva del VRAEM buscando refugio. Colonizaron esas tierras con cacao, hoja de coca para el chacchado, café, entre otros cultivos. La tradición agrícola se mantuvo incluso en la década de los 70, con el surgimiento de Sendero Luminoso en la zona. Los campesinos formaron comités de autodefensa para protegerse. Gracias a ello, el abuelo de Cristina resistió y también lo hizo don Hugo, su padre. Recién en los años 80, un hecho llevaría a don Hugo a tomar una dura decisión.
En medio de la guerra interna entre terroristas, policías, militares y los sinchis, la población quedó atrapada. Don Hugo, quien era dirigente cafetalero y de comités de autodefensa, recibía amenazas de todos esos bandos. En 1980, un grupo de sinchis llegó al fundo San Antonio y lo acusó de tener pozas de maceración. No hallaron nada, pero igual lo obligaron a ponerse de rodillas y le apuntaron con un arma en la nuca. Don Hugo les dijo que si lo iban a matar, que al menos lo hicieran mirándolo a los ojos. Luego de gritos y empellones, esos hombres dejaron el lugar. Ese día decidió sacar a los 5 hermanos mayores de Cristina de Sanamarca. Primero fueron a la ciudad Huanta, pero el terrorismo pronto llegaría hasta allí. Se fueron hasta Huancayo, donde aparecería el MRTA. En 1987 huyeron a Lima. Un año después nació Cristina.
— Toda mi familia ha sufrido el terrorismo, menos yo. Sé todo esto porque mi papá me lo ha contado, el resto de mi familia no puede hablar al respecto, se quiebran.
Don Hugo se encargó de cuidar a sus hijos, mientras su esposa hacía lo propio con el fundo. La lógica de la pareja era que, si los mataban en esos convulsos años de insania terrorista, los hijos solo quedarían huérfanos de un padre. Muchos trabajadores y parte de la población de Sanamarca abandonaron la comunidad, por lo que doña Cristina no pudo mantener todos sus cultivos y se dedicó a sacar adelante a su café que, vendido a cooperativas y acopiadores en grano verde, permitió la sobrevivencia económica de la familia y pagó la carrera profesional de los seis hijos.
Pero, a mediados del 2015, con la suma de factores ya mencionada, la situación se hizo insostenible para los esposos Huillca Flores. No podían competir con el narcotráfico que paga tres veces más a los trabajadores del campo. Les comunicaron a sus hijos que venderían sus tierras, pero ellos se negaron porque las consideraban parte fundamental de la historia familiar. Cristina, la menor, buscó ayuda de diversas instituciones del Estado, pero ninguna la atendió.
Una noche, mientras Cristina revisaba el álbum de fotos de su familia, comprendió que, pese a todos los tiempos adversos que les han tocado vivir, sus padres lograron construir un hogar en Sanamarca y conservar su fundo de café. Se le ocurrió que, tras décadas vendiendo el café a acopiadores, podían encargarse de todo el proceso hasta el envasado y la venta al consumidor final, lo que les permitiría obtener mejores precios con un producto terminado. Convenció a sus hermanos y decidieron que una foto de sus padres sería el símbolo de Café del Fundo, como denominaron a la marca familiar.
— Café del fundo no solo es un café orgánico, es la historia de una pareja que crece ante la adversidad— refiere Cristina.
El programa Sierra Exportadora incluyó la flamante marca en su lista productores beneficiarios, con lo cual han podido tener acceso a diversas ferias y eventos comerciales. El primer evento en el que participaron fue en la Expo Café del 2016, con un stand que adornaron con mantas y adornos de la familia ya que no tenían dinero para la decoración. Allí hicieron contacto con los dueños de Thika Thani Market, una tienda de productos orgánicos, quienes les ofrecieron implementar una cafetería en su sede de la avenida Aviación, en San Borja.
Hace dos meses, la cafetería de Café del Fundo abrió sus puertas con una propuesta de postres, jugos y sándwiches preparados con insumos orgánicos, provenientes de diversas regiones del país. Por supuesto, se vende el café de los Huillca Flores en diversos tipos de bebidas así como en grano y molido. También puedes encontrar las tazas que llamaron mi atención en el VRAEM. Pero Café del Fundo no es solo una historia de empuje familiar, es por sobre todo, un buen café.
— Hicimos contacto con Ángel García, quien es un experto en catar cafés, y nos dijo que nuestro producto es bueno. Alcanza los 84 puntos en taza, eso es algo que le he explicado a mi mamá y ella quiere seguir mejorando. En el campo le dicen a los productores que todo se tiene que tecnificar, pero no estoy de acuerdo, yo creo que debe existir una unión entre la tecnología y el conocimiento ancestral que se basa en el respeto a la tierra. Esos dos conocimientos deben ir de la mano porque, al fin y al cabo, trabajas con la naturaleza.
— ¿Qué conocimientos en el campo valoras de tus padres?
— Hay tantas cosas, pero siempre me sorprendió que mi mamá quisiera sembrar las semillas de café cuando la luna estaba en determinada fase. Yo le decía: “mamá, vamos a dormir, ya es tarde” y ella insistía. Encima no solo era sembrar las semillas sino colocarlas una a una, de una determinada manera, como si fueran bebés y teníamos que hacer eso con 2.000 plantas por lo menos (risas). Ahora, ella tiene el apoyo de mi hermano Charles, quien se encarga de preservar la calidad de nuestro café.
Por estos días, preparan las muestras que les ha solicitado un comprador de café de Brasil. Si todo sale bien, pronto estarán exportando de manera directa y la historia de coraje de los Huillca Flores cruzará las fronteras. Y lo hicieron ellos solos, juntos como una familia. Y ese es el único motor que, en muchas zonas caficultoras del país, saca adelante al café peruano.
CAFÉ DEL FUNDO
Cafetería: Av. Aviación 2808, San Borja (dentro de Thika Thani Market).
Puntos de venta: Av. Brasil 3416, Magdalena (dentro del Supermercado Candy).
En Facebook: Café del Fundo
Precios: Presentaciones de 1/4k y 1/2k a S/ 19,90 y S/38, respectivamente. Un kilo a S/ 64 (delivery gratis).
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