Los diez pasos para ser feliz el 2015
Suena a sebo de culebra y la receta viene de Oriente tanto como de los modernos gurús de Occidente. Zen, nirvana, insight, luz psicoanalítica, no importa cómo lo llame. Al decir verdad, la clave es muy sencilla, pero ya que siempre le es propicio complejizar, le soplaré la receta en diez pasos. De un hombre feliz, aunque no sin problemas y angustias (pero con empírica autoridad al canto) va este artículo para quien bien o mal lo requiera:
1. No se niegue, que mal hace en resistir al viento, que es resistir a la vida. Diga siempre sí (o casi siempre).
2. Déjese llevar por el aire que navega sin certeza de destino. Confíe en la mano de Dios, que es el viento apacible que lo conduce por el cielo, como una pluma que, sencillamente y a secas sobrevuela bajo en signo del azar. Sea pluma, ame el azar.
3. Que no se le pase el día en bagatelas y amarguras. Torne cada minuto que le toque en una obra de arte: ¿Me creería que puede capturar la excelsitud en lo más nimio? Una melodía de a dos, dos miradas que confluyen, un mohín, una hoja que cae, una línea de naranjas en el mar a la hora del ocaso. Es un tema de elección y de saber ver.
4. Ame lento, vaya lento, coma lento, alargue y no se apure. Tire todos sus relojes. Las premuras solo llevan a aquella negra llanura de la vasta sepultura.
5. Sublime, aprenda a sublimar sus horrores y sus penas. La poesía es una travesía celeste y el canto una aventura deliciosa, que emparenta con el trino de los pájaros, las cadencias del viento y los pasos, sí, los acompasados y entrañables pasos que usted más adora oír.
6. Carpe Diem, decía Horacio. Viva el día. No más. Y…viva cada día como si fuera el último, no le quepa duda que alguna vez acertará.
7. Dios no ha muerto. Nietzsche ha muerto. Prenda la vela fundamental de su corazón y no la apague con las tinieblas de la duda.
8. Mire, huela, toque. Y si le tienta la penumbra de la edad, vuelva sobre sus pasos: recuerde que viejo es el veinteañero que morirá mañana y que ” nunca se está viejo, se está vivo”.
9. Que su pasión sea intensa, enloquecida, bravía. No ame sin devoción. Y aunque sea breve y uno el instante del encuentro con aquella o con aquel, que toda la eternidad se sintetice en él. Que todo el universo desde su raíz se centre en ese voraz episodio, único, espléndido, atronador, ardoroso, infinito en su finitud. Si es rutina el encuentro, si viste de ligereza o sencillo es apenas el deseo, mejor abstenerse (aplíquelo también al agradecido momento que se lleva un pan o un manjar al paladar).
10. Hay un canto en cada corazón, también en el suyo. Cierre los ojos, óigalo, amelo, sírvalo en ritmo y vocablo por su boca. Que la belleza sea el sino de su existencia, porque la belleza es bondad, la bondad es Dios y Dios es la eternidad.