La sinceridad paga
No es mi vocación ser simpático, para arlequines sirven los que buscan el voto o el aplauso, también los cobardes. Mi única propensión vital es la expresión de lo que creo, siento o soy. Lo llaman “autenticidad”, pero, desde luego, tiene un costo muy alto.
Por ejemplo, puedo opinar sobre un tema en particular y ser injuriado o menospreciado en el coliseo sanguinario donde las honras se ponen en juego. Incluso, calificado en exceso. Algunos, escondidos detrás de su computador, serán tan corajudos que apelarán a las falacias o al insulto gratis, nunca con un sustento racional. Es claro que el cerebro reptiliano ejerce el dominio absoluto en algunos. Si los ves en una calle o en su esquina y confrontas son solo pequeños seres temerosos.
Ocurre si escribes una obra y te acuchillan o si expresas tu desacuerdo con una propuesta y te aplastan porque lo correcto es ir con la corriente o someterte a la fuerza de ese caudal enorme al que solo puedes desafiar ahogándote.
Sin embargo, mi compromiso con la sinceridad, que es el amor por la verdad, no cede y se ratifica, porque es lo único que me torna en un hombre libre. La libertad en su cumbre subyace al pensamiento y la opinión que uno tiene de las cosas. Pero hay una condición, ser racional. No me atrevería a decir que un escritor ha publicado una “basura” o que una obra de teatro es un “adefesio” o que tal persona es un “bagre” como humano. Debo tener una razón para decirlo si es que amo la verdad y entonces fundamento.
Los clichés solo manifiestan escasa capacidad argumentativa. Por ejemplo, un señor que suele comentar en las redes abusando de los epitetos y descalificando sin sustentos, hace uso de su cerebro primitivo, su verdad equivale a la del perro que ladra, solo es un aullido, una interjección, nada. Si dice que este mismo artículo es una “basura” y que no “expresa nada” o “que da vueltas” sin llegar a nada, debe explicar por qué para escapar del ladrido que lo emparenta con el can.
Inteligencia y sinceridad son claves para el debate civilizado. Si a a tí y a quien esto escribe nos interrogan sobre una revista de cine y debemos responder caben varias posibilidades, pero vayamos a la opción crítica: tú dices que es una “basura” o que es “mediocre”. No sabes del tema, pero solo usas el cerebro reptiliano. Por mi parte, yo voy al fondo del asunto y digo que una buena revista de cine requiere ser selectiva en su análisis, descomponer las películas que critica en cada una de sus elementos, categorizar (pues no todas las películas pueden tener la misma metodología crítica). Desde la estética, ser muy gráfica para darle espacios de respiro al lector (infografías, fotos, etc) y ampliar el número de sus lectores.
Entraría más en detalle, pero creo que ser sincero nos fuerza a fundamentar, porque es tan sincero el animal que gruñe cuando es ganado por la ira como el sujeto que utiliza la razón para justificar lo que asegura.
La pasión, la arrogancia, el ladrido, la descalificación arbitraria, no juegan en favor de la verdad, solo la estrujan o la ensanchan, desfigurándola. La sinceridad que apunte a la verdad debe ser serena y cabal, pues como el lenguaje, la razón y la verdad deben servir para civilizar.