Llontop, el doping y los futbolistas Combate
Al momento de escribir estas líneas, se desconoce cuál será la sanción que recibirá Luis Llontop tras haberse detectado que consumió una sustancia prohibida el pasado 20 de marzo, cuando Universitario jugó con Atlético Paranaense en Curitiba (0-3) por la Copa Libertadores.
Ha trascendido que su suspensión no sería menor de dos años, lo cual pondría en riesgo su futuro futbolístico. En contra de lo que se cree, Luis no es un jovencito -este 28 de octubre cumplirá 29 años- y si bien los arqueros suelen prolongar su carrera más que el jugador promedio, dos temporadas sin pisar una cancha pueden ser irrecuperables en la alta competencia.
Su caso ha sido un duro golpe para la hinchada crema no solo porque tenía la imagen de ser un tipo correcto, alejado de los escándalos, sino también porque es el segundo jugador del plantel que resulta positivo en lo que va del año. El otro, como recordamos, fue Dalton Moreira. A diferencia de Llontop, el brasileño sí jugó el partido en el que resultó sorteado para la prueba: fue el 27 de marzo, en Lima, en el 3-3 contra The Strongest, también por la Libertadores.
Al defensor se le detectó Norandrosterona, un estimulante muscular. Según su representante, César Bettega, Dalton tiene un problema hormonal, por lo que negó que hubiera buscado alguna ventaja deportiva. ¿Por qué la Norandrosterona apareció en su organismo? Existe una versión que lo explicaría: Dalton habría estado lejos de las canchas buena parte del 2013 aquejado por un problema físico, el cual habría demandado el uso de una serie de medicamentos, uno de los cuales tendría entre sus componentes la sustancia de marras. De acuerdo con una fuente enterada, esta no desapareció de su organismo como suponían los médicos que lo trataron. Hoy el brasileño, como todos sabemos, no pertenece más al club.
Pero volvamos a Llontop. Al arquero le detectaron esteroides anabólicos, sustancias utilizadas por los fisicoculturistas y que, en su caso, le ayudarían a mejorar su potencia muscular. Ningún médico con dos dedos de frente le prescribiría su uso a un futbolista porque sabría que un examen antidopaje lo detectaría facilmente. ¿Entonces, de dónde sacó la sustancia Llontop?
Detengámonos aquí un ratito y revisemos algunos de los últimos casos de dopaje en el fútbol peruano:
El volante Diego Minaya participó en la pretemporada aliancista de este año, pero no puede vestirse de blanquiazul porque en un examen realizado tras un partido jugado por Juan Aurich, su ex equipo, por la Copa Sudamericana (ante Itagüí), se le detectó Furosemida, un diurético. ¿Un diurético? ¿Para qué necesita un diurético un jugador de fútbol? ¿Acaso no basta con el régimen alimenticio que le dicta su club, las recomendaciones del médico o las del preparador físico?
Joel Sánchez (San Martín), suspendido dos años por la FIFA, dio positivo en el examen que se hizo tras el partido que la selección jugó con Bolivia el 12 de octubre del 2012. A él se le encontró metilhexaneamina, un estimulante que se usa para potenciar los músculos y perder grasa. ¿Es posible que el médico de la selección, o el de su club, le haya recomendado que use un quemagrasa? Según Sánchez, ninguno de ellos fue. ¿Quién lo hizo, entonces? Fue un nutricionista (aquí el susodicho niega que le haya dado una sustancia prohibida a Sánchez).
¿Un nutricionista? Detengámonos nuevamente. Se entiende que la alta competencia exige de los jugadores una preparación física distinta, que les permita soportar el ritmo intenso con que se juega el fútbol de hoy. ¿Pero en qué puede ayudar a ese fin un quemagrasa? ¿De qué le sirve a un futbolista tener un cuerpo marcado o los músculos inflados?
Un reconocido entrenador comentaba que existe una moda que se ha instalado en el mundo futbolístico criollo y que está poniendo en riesgo la carrera de muchos jugadores. ¿En qué consiste? En hermosear el cuerpo a partir de la mejora de la musculatura. ¿Cómo lo consiguen? Trabajando horas extras en el gimnasio o sometiéndose a los designios de personal trainers o nutricionistas particulares.
Antes, cuando se hablaba de dopaje en el fútbol, lo común era pensar en cocaína, marihuana o, si quieren, en intoxicación alcohólica. Ahora, son los esteroides o los quemagrasas. ¿Se busca alguna ventaja deportiva? Para nada. El fin que persiguen sus consumidores es solo verse bien. El cuerpo marcado, los músculos inflados, como cualquier participante de Combate o Esto es guerra. Y para ello juegan al filo, tomando preparados con sustancias indebidas, sacándole la vuelta a los médicos de su club o aprovechando su manejo negligente.
¿Fue el caso de Llontop? Espero que lo suyo no haya sido eso, sino un lamentablemente error (Aquí su preparador físico niega haberle recetado alguna sustancia prohibida).
La evidencia muestra, sin embargo, que detrás de varios de los últimos dopings pareciera mandar la obsesión por verse bien. Como si el fútbol competitivo fuera un reality. Como si los partidos no se ganaran con goles, sino con el tamaño de los bíceps.