#91añosdepasión
En la cuerda floja institucional y en uno de los peores momentos futbolísticos de su historia, Universitario tiene más por festejar por su pasado que por su presente.
Sin embargo, usar este día tan especial para seguir hurgando en el fondo de tantas heridas es un ejercicio que hoy prefiero evitar. Quiero, en lugar de ello, recordar a esos equipos que me llenaron los ojos, que se hallan anclados en mi memoria a hierro, incluso -como debe sucederles a muchos de ustedes- más que algunos recuerdos familiares.
TODO EMPEZÓ AQUÍ
La historia ya la he contado en otro post.” A-chito”, “A-chito”. Mi madrina recuerda que esa era una de las palabras que repetía cuando empezaba a hablar. El verdugo de la Bombonera era el héroe de moda y desde muy niño quedé prendado de sus hazañas, que se inmortalizaron cuando se vistió de crema entre 1970 y 1975.
Nunca olvidaré cuando le estreché la mano en Odriozola, una tarde setentera en que pude ingresar a la concentración con mi padre y que, desbordado de la emoción, le grité que deseaba que anotara muchos goles. Tampoco como hace tres años lo encontré en el lobby del consulado del Reino Unido, haciendo cola como cualquier hijo de vecino para solicitar una visa. Emocionado como cuando lo vi por primera vez, tomé valor y le dije: “Don Osvaldo, mi nombre es Pedro Ortiz y solo quiero decirle que por usted me hice hincha de la U”. Sorprendido, me estrechó la mano con educación. Aunque pasaron varios minutos antes de que nos llamaran a entregar nuestros documentos, no volvimos a cruzar palabras. No se me ocurría qué más decirle o, mejor dicho, qué hacer para disimular mi emoción por encontrar al ídolo de mi niñez.
Universitario 1971: Fíjense los aviones que teníamos en la delantera: El Jet Muñante, el Trucha Rojas y Cachito Ramírez.
EL BICAMPEONATO
Aunque Germán Leguía es el mejor jugador que vi con la crema sobre el pecho, sus momentos más destacados los tuvo en una época de escasos logros, a excepción de la Libertadores del 79 (con el inolvidable 6-3 en Matute) y el título del 82.
Sin embargo, no he visto otro equipo que le hiciera sombra al del bicampeonato 92-93, cuya estela de buen juego se extendió hasta el 94 con Sergio Markarián como técnico. Tenía dos centrales de hierro –Asteggiano y Reynoso-, un arquero que tapaba con el corazón –el ruso Zubzuck-, dos perros de presa impasables –El Puma y el León-, fútbol para regalar –Roberto, Puchungo, Nunes, el zurdo Rodríguez-, así como velocidad, rapidez y contundencia arriba –Tomás Silva, Balán, Baroni, Dolmo y el chileno Letelier-. A ellos se añadían Charún, Barco, Pocho Dulanto, Juanca Bazalar, Carmona, Marrou, Besada, Miranda y otros. Era un equipazo que en la Libertadores del 94 no avanzó más por un escandaloso partido en Medellín contra el DIM. Y que tuvo a dos de los mejores entrenadores que, sin duda, ha tenido el club en su historia: el Mago Markarián y el serbio Iván Brzic.
EL FABULOSO TRI
El equipo del tricampeonato era vistoso y contundente. Se hizo de retazos. Arrancó en el 98 en otro de los tantos momentos de crisis del club. La dirigencia optó por concentrar su inversión en un entrenador de polendas –Osvaldo Piazza- y armar un equipo con muchos juveniles, algunos de los cuales alcanzaron un estado de gracia que no volvieron a encontrar jamás, como el incomprendido Piero Alva. ¿Los mejores? Ibáñez, Cantoro, Grondona, Ciurlizza, Piero, Esidio, Chemo, Pajuelo, el Puma, el Coyote y Maldonado. Por el banco pasaron también Miguel Company y Roberto Challe. Hacia el final, el descalabro institucional empezó a agudizarse. Todo lo hermoso que logró forjarse se fue al tacho por las torpezas dirigenciales.
UN EQUIPAZO DE FICCIÓN
Juan Reynoso siempre habló más en la cancha que fuera de ella. Jugador elegante como pocos, defensor acérrimo de sus principios, en el 2009 armó un equipazo de ficción. Y digo esto porque si bien consiguió devolverle a la ‘U’ parte del prestigio internacional que había alcanzado en las décadas del sesenta y setenta, lo hizo con un club que vivía al debe, inmerso en mil problemas internos, que derivaron en el desastre que se vive en la actualidad. Alguna vez escribí que Carlos Galván se había ganado su banderola y no fueron pocos los que me criticaron. Pues hoy lo reitero. El Negro fue el emblema de un cuadro guerrero, que funcionaba como un relojito y nunca bajó la cabeza. ¿Los destacados? Raúl fue una fiera bajo los tres palos, Ñol apareció en los momentos precisos, lo mismo que Fito, Labarthe, Miguel, Rainer, Galliquio, Ruidíaz y el inacabable Piero. La goles en los clásicos deben haber sido de los que más grité.
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Y aunque pasen los años, nunca podré olvidar este gol:
Ni, por supuesto, este:
¡DALE ‘U’ POR SIEMPRE! ¡CONTRA TODO Y CONTRA TODOS!