Compagnucci debe cambiar
Pedir la salida de Compagnucci es una oda a la exageración.
Como también lo es justificar este pésimo arranque.
¿Queríamos una idea de juego? La tenemos ¿Queríamos orden? Lo hay, al menos cuando Calcaterra está en el campo. ¿Queríamos ser protagonistas en cada encuentro? En los tres partidos del Apertura, la crema ha mirado más al arco rival que al suyo. Y -comentario impopular- ha jugado mejor que su contrincante.
Sin arrasar, la U impone superioridad. No abruma, pero maneja las riendas del encuentro ¿Por qué, entonces, ha sumado solo tres puntos de nueve? ¿Por qué las redes piden la cabeza de Compagnucci? ¿Por qué media hinchada quiere jubilar a Carvallo, regalar a Guzmán y devolver a Herrera?
1.Tiene un ataque previsible.
Aunque ataca con mucha gente, la U es demasiado previsible. Sus marcadores de punta se descuelgan para hacer dupla con los extremos; Pérez Guedes y Calcaterra se tiran hacia el centro para pisar el área o juntarse con los delanteros; Polo y Rivera suelen estar muy activos… sin embargo, la mayoría de las aproximaciones culminan en un centro buscando la cabeza de Valera o a quien aparezca de sorpresa. ¿Disparos de larga distancia? Muy pocos. ¿Alguna pared cerca a la media luna? Casi ninguna. La inventiva se desvanece en las inmediaciones del área grande. Las gambetas parecen estar prohibidas.
2. Algunos refuerzos no convencen
Ureña llegó con un gran cartel de Colombia. No era el típico paquete que venía a tirar sus restos en una liga de segundo orden. Lo pintaron con personalidad, rigor y buen servicio. ¿Qué hemos visto hasta el momento? Un jugador que pierde la posición fácilmente y que ha aparecido en la foto en dos de los tres goles que ha recibido Carvallo. En el tanto de Sabbag, la manera cómo lo persigue es penosa para un jugador de su categoría: al trote, mirándolo, sin intentar morir con su marca. ¿Ha demostrado ser mejor que Murrugarra? Creo que no.
El debut de Riveros fue terrible. Ante Comercio le costó jugar con el perfil cambiado y sufrió cada vez que abandonó su posición.
Herrera es una sombra de lo que alguna vez fue.
Pérez Guedes pelea, desintoxica, pisa el área, pero no ofrece la inventiva que tiene Quispe en sus pies.
Di Benedetto es sobrio. Lástima que se descomponga cuando sale de la cueva como ocurrió en el gol de Sabbag (aunque los mayores responsables fueron Ureña y Carvallo por venderse en la salida).
Ancajima sabe con los pies; sin embargo, deja dudas en la marca.
El mejor, por lejos, es Calcaterra. Maneja los tiempos con destreza, marca, pelea y fabrica. Me parece que necesita un socio con más inventiva.
3. Fascinación mundialista
Carlos Salas, uno de los periodistas que más conoce de fútbol en el país, me decía lo siguiente tras el clásico: “Compagnucci se quedó mucho con el mundial. Argentina tenía tres volantes bien box to box: Enzo, De Paul y Alexis. Sus tres volantes ideales son mixtos con ese recorrido. Eso explica su fascinación con Pérez Guedes que, con la pelota, está peleado”.
Sobre los atacantes fue más duro: “Hay un exceso de fe en los dos extremos que están detrás de Valera. Por separado, Polo y Rivera juegan bien, pero en un equipo que no es fluido en sus ataques, que llega y no tiene puntería, y al que encima le convierten fácil, todo se hace un lío. Cuando necesita buscar con el marcador en contra, da una imagen bien desorganizada”.
Añadiría lo siguiente: Rivera es hábil y encarador, pero es muy peso pluma, lo que otorga ventajas a defensas rigurosas. Urruti ofrece más alternativas porque desborda, encara en diagonal y tiene gol con pelota parada o en movimiento. Su problema es el físico. Y aquí Compagnucci no va a dar su brazo a torcer: mientras no esté convencido de que Tito está al 100%, no va a arrancar.
4. Falta de jerarquía
El problema no es solo que Valera esté peleado con el gol o Polo falle en los centros. Pese a tener jugadores experimentados, la crema carece de jerarquía, por eso se descompone como un flan en las dos áreas en momentos clave. La urgencia es el peor enemigo de la confianza y el mayor aliado de la desesperación.
La jerarquía no se compra en la esquina. Pero puede paliarse con liderazgo. El año pasado, el equipo se lo tiraron a la espalda a Quispe y Pierito hizo lo imposible por salvar los muebles, asumiendo responsabilidades que no le correspondían. Frente a la excesiva -diría que hasta desesperante- diplomacia de Carvallo, me parece que el testimonio debe tomarlo Calcaterra. Sin ser Chemo, el Puma o el Negro Galván, tiene los galones y el juego para hacer sentir su personalidad.
Finalmente, ¿Compagnucci se debe ir?
El día del partido escribí que la responsabilidad le había quedado gigante y me reafirmo. Sin embargo, eso no quiere decir que deba irse. Al menos por ahora.
Este plantel lo armó con Manuel Barreto. Ambos diseñaron la pretemporada, eligieron los amistosos y establecieron las condiciones para trabajar. Y el equipo, a pesar de sus problemas ofensivos, ha sido superior en el juego en sus tres compromisos, lo cual es una muy buena noticia por más que el hígado le impida a muchos reconocerlo.
Por otro lado, sacarlo en este momento sería enterrar todo lo avanzado (que no ha sido poco) y empezar de cero con un entrenador que encontrará un plantel armado, sin mayor capacidad para elegir refuerzos o hacer cambios sustanciales. En otras palabras, la misma historia que se vivió el año pasado.
Tampoco debe tomarlo como un cheque en blanco. Empecinarse en lo suyo, sin reconocer la necesidad de ajustes mayores (¿Murrugarra no le daría más solidez a la volante? ¿No es momento de juntar a Quispe con Calcaterra?), sería un acto de soberbia impropio. Y letal para el equipo y su futuro.
En momentos de crisis, lo que más se necesita es humildad.