Mi serie favorita del pasado
Todos han tenido una serie favorita. Más allá de géneros y presupuestos, yo valoro mucho el guión y las actuaciones. Mi serie favorita del pasado fue “Buffy, The Vampire Slayer”. Comencé con mucha incredulidad, pero la historia me fue atrapando y hoy veo con desdén todas las series y películas basadas en vampiros que tanto desbordan la pantalla.
Una joven de 15 es porrista. Es rubia. Es superficial. Despreocupada, engreída, obsesa de la moda y de las fiestas. Pero sobre todo, es la elegida: una cazadora de vampiros y demonios destinada a dar su vida en la eterna lucha del bien contra el mal hasta que muera y otra chica la reemplace. Por si no fuera suficiente presión, tiene que ir a la escuela, aprobar los cursos y esconder su obligación sagrada y nocturna al resto del mundo.
Se llama Buffy Summers y no quiere morir. Tiene miedo de que su vida sea ir de las alcantarillas al cementerio en busca de criaturas mohosas, malolientes y peligrosas. A los 17 años se enamoró de Ángel, un vampiro con alma, noble pero con un pasado de depravación y crimen, por lo que está en constante búsqueda de una desesperada y tal vez imposible redención.
Buffy La Cazavampiros es el génesis de afiebrada devoción por las historias de vampiros que hoy tienen millones de consumistas adolescentes. ¿La chica buena y los vampiros que se enamoran de ella? ¿Un vampiro que reniega de su raza y prefiere luchar a favor de los humanos? ¿Escuelas secundarias con muertes inexplicables? ¿Pueblos gringos alejados donde se pueden librar batallas sin que nadie lo advierta? Todo eso comenzó con Buffy.
La primera Buffy apareció en la pantalla grande y fue un desastre, tanto económico como de historia. La idea fue de Joss Whedon, quien con mucha confianza en sí mismo convenció a la WB que le dieran la oportunidad a su chica cazavampiros en una serie y el resultado fue completamente inesperado. Whedon hizo de una película fracasada una serie de culto que duró siete temporadas y sumó premio tras premio, incluyendo un Emmy.
Whedon llevó la historia de vampiros a un nivel mayor. Donde los chupasangres y demonios son solo la justificación para contar la vida de una adolescente que debe enfrentar un destino que no pidió. Lo que se cuenta es una historia de miedos internos, sicológicos. Es un ensayo sobre lo que significa convertirse en adulto, sobre la amistad y las responsabilidades, sobre la vida y la muerte, sobre el amor y el deseo. Whedon consiguió una pequeña obra maestra que ha sido motivos de tesis en diferentes universidades de Estados Unidos e Inglaterra.
Buffy fue la primera heroína luchadora contra vampiros y demonios que se atrevió a renunciar a su llamado. Fue la primera en decir que tenía temor de morir joven. Se convirtió en la “rara” de la escuela y renunció al glamour de la popularidad. Se acostó con su novio a los 17 años y eso hizo que se convirtiera nuevamente en un ser destructivo y vil. Lo amaba pero tuvo que asesinarlo. Fue a la universidad y casi la violan. Su madre murió sin que toda su fuerza y poderes pudieran salvarla. Su mejor amiga se volvió una asesina a sangre fría y debió combatir contra ella. Buffy pudo ser una serie para adolescentes pero los temas que se trataban eran densos, oscuros y perversos.
Buffy ha muerto dos veces y sigue luchando. Incluso, terminada la serie de televisión los fanáticos la siguen en cómics que se publican en varios idiomas. Las historias de vampiros de hoy, tan manoseadas en algunos casos, tienen un comienzo, mucho más original, conmovedor y fascinante. Y es bueno saberlo.