Suena el charango, suena el cajón y con ellos la risa de David Torrence. Así eran algunas tardes en casa del atleta. Era California pero para él siempre fue un pequeño Perú. Este viernes se cumplen tres años del fallecimiento del atleta que siempre se identificó con Perú y logró vestir los colores rojiblancos en los Juegos Olímpicos Río 2016.
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Han pasado tres años desde aquella fatídica noche en la que el cuerpo de David Torrence fue hallado sin vida en una piscina en su casa en Arizona, donde entrenaba. Sin embargo, su recuerdo aún sigue presente en quienes lo conocieron y pudieron compartir con él diferentes momentos.
“Era un hijo excepcional y muy querido por toda la familia y amigos”, nos dice ahora Bianca Torrence, madre del atleta. Sin duda. Nació en Japón, creció en California y visitaba Perú cuando podía. Su madre y abuela, la familia Ramos, son de Huancayo y también tenía familia en Arequipa.
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Si bien solo tuvo poco más de un año el DNI peruano, su identidad siempre fue blanquirroja. Nos cuenta ahora su madre que a David le encantaba la comida peruana y “tocaba muy bien el charango. Lo llevaba a todos lados y una de sus canciones favoritas era Cariñito, Naranjitas, entre otras”. También era pianista. Detrás del atleta existía un gran músico.
“Siempre supe que yo era peruano, de donde es mi familia. Comía comida peruana, la música, mi abuela”, recordaba el atleta en una de las tantas entrevistas que le hicieron. Esa era su gran motivación, representar al país que sentía en su sangre. Lo intentó en el 2008 cuando acabó la universidad, pero se tuvo que integrar al equipo de la marca Nike, y no pudo concretar el sueño en ese momento.
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Pero por fin pudo nacionalizarse en el 2016, luego de que en Toronto 2015, donde ganó la medalla de plata con Estados Unidos, conoció a José Quiñones, en ese entonces presidente del Comité Olímpico Peruano, con quien empezaron el plan para tener la nacionalidad peruana. Los trámites siguieron su curso y a inicios del 2016 se tuvo el OK final con lo que se le abrió la posibilidad de correr en Río 2016, donde llegó a disputar la final de los 5 mil metros.
“No solo quiero correr por el Perú sino que quiero ayudar en el desarrollo de los atletas. Tenemos el potencial, he visto a muchos buenos corredores, pero creo que aún falta mejorar en el tema de la preparación”, le dijo a María José Fermi, periodista de El Comercio que cubrió Río 2016.
Y si bien él ya no está entre nosotros, ese sueño, ese objetivo se ha de cumplir gracias al ímpetu de su madre Bianca. “Lo que David quería hacer, yo lo estoy haciendo por él”, siempre asegura su madre. Por eso está a punto de lanzar la Fundación bajo el nombre del atleta.
David Torrence Legacy Fundation, dtlf.org, es el proyecto que busca fondos para ayudar a los jóvenes peruanos que tienen aspiraciones en el atletismo. La web será lanzada pronto para que se continúe con el legado que David tenía. La misión de la fundación es de proveer recursos, educación en deporte, obtener zapatillas, entre otras acciones. Para ello trabajarán de la mano con Perú Runners y con el programa Chaki Wayra.
Como el mismo David lo explicó, él decidió hacerse peruano no solo por el sentimiento e identidad que tenía, sino también como un proyecto de vida que involucraba a los jóvenes peruanos. “Voy a inspirar más a ellos que a los de Estados Unidos”, decía, y en el poco tiempo que estuvo en el suelo nacional luego de obtener la ciudadanía, lo logró. Todos los recuerdan con mucho cariño, desde Mario Bazán y Hernán Viera, con quienes compartió entrenamientos en Arequipa, hasta Inés Melchor y Kimberly García, con quienes compartió días en la Villa Olímpica de Río de Janeiro.
Además, David Torrence realizó algunas visitas a niños peruanos con el objetivo de motivarlos a seguir la práctica del atletismo. Con el mensaje de que “no dejes que nadie te diga que no puedes hacerlo, que no eres rápido. Ve y trabaja fuerte para lograrlo”, inspiró a muchos. Además, con el carisma que lo caracterizaba, siempre tuvo una actitud positiva para todo.
Amante de la aventura, de la selva peruana, de la música nacional. David se ganó el cariño de todo el país, que ese 28 de agosto del 2017 se enteró de su lamentable pérdida y hasta ahora lo lamenta. Él descansa en el Oakwood Memorial, en Chatsworth, California, pero su legado seguirá en pie con su fundación y con el apoyo de todos quienes quieran colaborar.
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