Antes de nuestro debut en la Copa América de Chile, Abelardo Sánchez León se preguntó en estas páginas dónde debía jugar Carlos Ascues. Balo recordaba que a su corta edad, Ascues había militado en tres clubes locales, estuvo como un fantasma jugando en equipos desconocidos del extranjero y aún no definía si era volante o central.
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“El peligro es que se convierta en un paria”, advertía nuestro columnista. Alguien como ‘Mango’ Olaechea que era volante, defensa, central y lateral. “Un gran jugador, pero desperdiciado, o que no fue capaz de asentarse en un puesto, porque estaba en varios debido a su gran generosidad”.
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Para Balo, el modelo que debía seguir Ascues era el de Velásquez o Yaya Touré, si se quería pensar en grande. Pero de ninguna manera el del ‘Cuto’ Guadalupe. Es que el buen Lucho es el mejor ejemplo de cómo un futbolista puede desperdiciar años de su carrera de la forma más absurda por no definir a tiempo su puesto en la cancha.
Cuenta el archivo de este Diario que Guadalupe empezó como arquero en el Yo Calidad chalaco, pero un ‘profe’ de nombre ‘Pocho’ lo llevó a la delantera. Ahí estuvo los siguientes tres años hasta que lo llamaron a una selección juvenil como defensa. Era 1995 y no solo se hizo conocido por su apodo de ‘Obelisco’, sino también por propinarle dos puñetazos a dos jugadores de la selección boliviana, hecho que lo convirtió en un defensa aguerrido, pero no confiable.
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Al llegar a la ‘U’, Sergio Markarián lo empezó a llamar ‘Gua Gua’ y lo ubicó de ‘9’. Un ‘9’ que no sabía (y nunca supo) cabecear y tampoco tenía (y nunca tuvo) gol. “Muy tímido para decir soy back o nada, Guadalupe terminó siendo lo que querían otros, no lo que mandaba su naturaleza deportiva”, escribió Carlos Salas, editor de DT en aquellos tiempos.
Fascinados por sus cualidades físicas, los entrenadores lo ubicaron en cada rincón de la cancha. El ‘Cuto’ regresó a ser central, luego lo vendieron a Independiente como lateral y dice la leyenda que llegó a Bélgica con videos de Eduardo Esidio. Recién en el 2005 se consolidó como zaguero. Es decir, pasaron 10 años para que encontrara su puesto.
Probar no está mal, pero que un jugador pase temporada tras temporada cambiando de puesto, sin consolidarse en ninguno, es perder el tiempo. Ese quizá es el drama del polifuncional: en todos los puestos, termina jugando igual.
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Así, tenemos el caso de los hermanos Torrealva, ‘Chucho’ y ‘Chucky’. Ambos empezaron como delanteros, pero luego el primero terminó deambulando en la volante y el segundo de lateral. John Galliquio y Jorge Soto también tardaron años en encontrar su lugar y aún no queda claro si lo encontraron del todo.
Es cierto que casi ningún futbolista termina jugando en la posición donde empezó. Por ejemplo, Roberto Silva era ‘10’ y Claudio Pizarro debutó en una selección juvenil jugando de ‘6’. Era la Sub 17 de 1995. El ‘profe’ Hernán Saavedra mandó a Pizarro como perro de presa y optó por Jean Sara Lafosse de ‘9’. El resultado ya lo sabemos. Aún así pasaron dos años hasta que Ramón Mifflin finalmente lo ubicó como atacante en el Pesquero de Chimbote y en su segunda temporada resultó una revelación al marcar ocho goles. El buen ojo del técnico es clave. Luis Advíncula empezó como delantero, pero gracias a Markarián hoy sabe que es lateral derecho y punto.
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