Tokio 2020: cinco historias peruanas de valor y amor al país en los Juegos Olímpicos desde Japón

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Pudimos compartir algunos momentos de la participación peruana -algunas competencias se cruzaban- y estas son cinco historias que nos grafican lo que se vivió en estos Juegos.

Los colores más hermosos

Lejana queda ya la fecha de la Ceremonia de Inauguración, pero las sensaciones siguen a flor de piel. Ver desfilar la bandera peruana en las manos de Lucca Mesinas y Daniella Rosas fue más que emocionante, fue un latido tan fuerte que hace que se tiemble todo el cuerpo.

Quizás Argentina fue la que se robó el show con una especie de ‘pogo’ mientras pasaban por medio del Estadio Olímpico, pero Lucca nunca dejó de mover la bicolor hasta el último metro que lo tuvo en sus manos.

Y vaya que tuvimos que esperar por el paso peruano. Acostumbrados a ver a Perú a mitad de cada desfile, por el alfabeto que conocemos, para Tokio 2020 se tomó en cuenta el alfabeto japonés, por lo que nuestro país pasó a ocupar la casilla 163, detrás de Venezuela, Bierlorrusia y Bélica. Pero la espera valió la pena y ver la bandera peruana apenas en el primer día de los Juegos ya había pagado cualquier esfuerzo para estar acá.

La reina del mar

El surf peruano llegó a Tokio 2020 con una insignia del deporte peruano. Sofía Mulanovich, con 38 años -la mayor de la delegación nacional-, cumplió el sueño olímpico y orgullosa se mostraba en cada ola para que en casa Theo pueda ver su madre, su madre olímpica.

“Estoy super feliz de estar aquí, me siento super bien de que mi hijo diga que su mamá fue a las olimpiadas”. Luego, ya de regreso en Lima, publicó fotos en las que se le ve a su pequeño viendo a su madre en competencia. Quizás aún no entienda lo que sucede, pero cuando crezca, se dará cuenta de la inmensidad de su mamá.

Sofi tuvo un primer día de presentación que generó las palmas de toda la playa de Tsurigasaki. Tras caer en la Ronda 1, disputó el repechaje donde puso de pie a todos en la orilla. En su última ola logró el puntaje que necesitaba para superar a la israelí Anta Lelior. Fue realmente increíble como reaccionó toda la playa. Desde el camarógrafo principal hasta los encargados de prensa, cada uno pudo felicitar a Sofia mientras pasaba por la playa, zona mixta y hasta ingresar a la zona de atletas.

Las imágenes de Sofía señalando al cielo fueron de los más emotivo. “Parece que siempre se ilumina mi camino al final”, nos decía y recuerda que clasificó a los Juegos in extremis, con el último cupo que otorgaba el Mundial ISA de este año.

Esfuerzo sobrehumano

La primera sensación fue de susto, vale decirlo. Vimos cruzar la meta de la maratón femenina a Gladys Tejeda y esperamos unos minutos para también ver la llegada de Jovana de la Cruz. Tras esto, de inmediato corrimos a la zona mixta para poder conversar con ellas.

Nuestra sorpresa -y temor- fue no encontrar a Gladys. Vimos a Jovana y pudimos robarle algunas palabras, sin embargo, ni la atleta ni el personal del Comité Olímpico Peruano sabía donde estaba Tejeda. La buscaban igual que nosotros.

Luego de unos minutos, supimos que estaba en el tópico. Aguardamos por ella y salió en una silla de ruedas, ayudada por el doctor Miguel. La imagen fue fuerte y nos dio qué pensar en el esfuerzo que realizan cada deportista por representar a nuestro país. Ante eso, evité ser impertinente, y solo alcancé a preguntarle cómo se sentía. Una frase y siguió su camino hacia la zona de descanso.

Resulta que el calor le pegó fuerte a Gladys, tanto que apenas llegó a la meta, se sentó unos minutos. Sus siguientes recuerdos son ya estando en el tópico. El personal de la competencia la trasladó y atendió de la mejor forma. Gladys finalizó la maratón femenina en el puesto 27 y fue la mejor atleta latinoamericana de la carrera, como en Río 2016. La maratonista ahora apunta a París 2024.

El tiro al corazón

Nicolás Pacheco vivió la paradoja de que en sus mejores horas tuvo que vivir uno de sus peores momentos. El tirador peruano apuntaba a una medalla y logró el puntaje que lo hubiera metido en la final de skeet, sin embargo, una penalidad le quitó esa posibilidad de avanzar directamente, para luego caer en la definición de la muerte súbita.

La falta, según nos explicaron, fue que, al momento de preparar el tiro, Pacheco debe apoyar la escopeta a una altura de una línea imaginaria más o menos donde acaban las costillas. Sin embargo, los nervios, la ansiedad y las ganas de no fallar, hicieron que Nicolás levante un poco la culata, sobrepasando esta línea, por lo que el réferi lo amonestó y luego lo penalizó con la resta de un tiro.

En el registro, Nicolás logró 123 tiros (24-24-25-25-25), marca que clasifica a cualquier final del mundo, pero con 122 tuvo que definir con otros cinco tiradores por tres cupos en la final, y lamentablemente falló un tiro.

Tuvimos que esperar unos minutos para poder tener la palabra de Nicolás, quien esperaba a calmarse un poco para poder hablar con propiedad. “”No me voy a meter a discutir sobre la decisión, pero creo que a veces juegan a favor de unos y a otros en contra”, nos comentó el tirador peruano a su salida de la zona de competencia.

Pese a ello, Nicolás acabó en el octavo lugar de su disciplina, con lo que se lleva un diploma olímpico, reconocimiento que reciben los competidores que finalizan entre los ocho mejores de la competencia.

De sangre peruana

Apenas supimos que en otras delegaciones había competidores que compartían la nacionalidad peruana, decidimos ir a su encuentro. La primera fue la voleibolista Aki Momii, quien es nacida en Japón de padres peruanos. Ella juega en la selección de su país recién desde este año y a sus 20 años es la armadora por quien apostaron para estos Juegos.

Pudimos encontrarla en el Ariake Arena, luego de una serie de dudas de si cada voleibolista japonesa que pasaba era ella ya que el uso de la mascarilla dificultaba el reconocimiento. Sabíamos que usaba la camiseta 12, pero todas salían con casaca puesta. Sin embargo, logramos identificarla y se alegró de saber que éramos peruanos. “En mi casa se habla español”, nos confesó y nos atendió de gran forma.

Recordó haber entrenado en el Perú a los 15 años y que en ese momento pensaba que se quedaría a vivir en nuestro país, sin embargo, regresó con su familia en Japón. Hoy, esa decisión la ha hecho olímpica y si bien recién se está adaptando a su selección –”a veces me dicen que tengo la culpa”, nos dijo-, ya sabe que la estaremos siguiendo desde el Perú.

Luego, fuimos en busca de Tal Erel, jugador de béisbol que nació en Israel con padre de nacionalidad peruana. Yarol Erel nació en nuestro país y regresó en su juventud a conocer más del territorio nacional. Quedó enamorado, por eso, ya de adulto cuando fue a la embajada a pedir unos documentos, le preguntaron si quería inscribir a su hijo ya nacido como peruano, y no dudó en ningún momento.

“El Perú siempre ha sido una parte de mí. Mi padre nació allá y yo siempre me interesé en Perú. Nunca he estado, pero es algo que quiero hacer en un futuro cercano”, nos dijo, y seguro el Perú lo recibirá con los brazos abiertos.

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