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Villa Diodati: Bicentenario Romántico - 2
Victor Ruiz Velazco

El 8 de julio de 1822 los restos de Percy Shelley ardieron en una playa cercana a Viareggio, en la Toscana italiana. Su amigo Edward Trelawny dirigió una ceremonia pagana y vertió vino, aceite y sal a la pira. Trelawny relataría la escena al menos una docena de veces a lo largo de su vida, y en cada ocasión añadiría nuevos detalles. En una de sus primeras versiones contaría que el cuerpo del poeta —ahogado poco antes de cumplir los 30 años junto con el amigo común Edward Ellerker Williams en el naufragio del velero Don Juan, llamado así en honor a Lord Byron— solo pudo ser reconocido porque en uno de sus bolsillos fueron hallados un volumen de Sófocles y poemas de John Keats, muerto un año antes, y quien había escrito premonitoriamente “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”. El novelista-aventurero Trelawny relató asimismo que una vez que las llamas se apagaron —pero con las brasas aún candentes— pudo rescatar el corazón de Shelley intacto y que lo guardó para entregárselo a Mary, su viuda, quien no estuvo presente. También contó que Byron no pudo soportar el grotesco espectáculo del cuerpo de su amigo siendo consumido por las llamas, y decidió ir a nadar, no sin antes pedirle que salvara el cráneo para él. “Yo sabía que antes había utilizado un cráneo para beber, y decidí que el de Shelley no sería objeto de semejante profanación”, escribió Trelawny. En cambio, dispuso las cenizas de Shelley en el cementerio protestante de Roma, junto a una tumba vacía reservada para sí durante los 59 años que sobrevivió al poeta. Las publicaciones de la época evitarían pronunciarse sobre la muerte del autor de "Ozymandias"; solo en el diario londinense Courier se pudo leer: “Shelley, el escritor de algunas poesías infieles, se ha ahogado: ahora sabe si hay un Dios o no”.
    Casi dos años después, el 19 de abril de 1824, Lord Byron moría en Messolonghi, ciudad ubicada al oeste de Grecia, adonde había llegado en 1823 para pelear por la independencia del país, absorbido por el Imperio otomano. No murió en batalla, sino a consecuencia de una serie de sangrías que le practicaron los médicos intentando curarlo de una fuerte influenza que contrajo días antes, tras la caída de un aguacero que lo sorprendió mientras recorría a caballo las regiones circundantes de su empalizada. A pesar de no estar presente al momento de su muerte, Trelawny —quien había llegado a Grecia junto con Byron, pero se hallaba en una expedición comandada por Odysseus, jefe del ejército griego, con cuya hija se desposaría unos años más tarde— fue el primero en llegar a la escena. Preparó los documentos y el cuerpo del poeta para ser repatriados a Inglaterra. Sus restos reposan en la iglesia de Santa María Magdalena, en el condado de Nottinghamshire.
    El Corsario, como también era llamado Edward Trelawny, sobreviviría, además, a Mary y a Claire, las compañeras de Shelley y Byron, con quienes mantuvo estrechos vínculos de amistad (incluso cortejó a Claire, sin resultados). Mary Shelley murió a los 53 años, el 1 de febrero de 1851, por un tumor cerebral. En el primer aniversario de su fallecimiento, su familia halló en su escritorio mechones de cabello de sus hijos muertos, una agenda que escribió al alimón con Percy Shelley y una copia del poema que este le dedicó a Keats tras su repentina muerte, “Adonaïs” (“¡Paz, paz! Él no está muerto, ni dormido, del sueño de vivir se ha despertado”). Junto a estos efectos, envueltos en sedas las cenizas y los restos del corazón de su esposo. Los últimos días de Claire Clairmont transcurrieron con total calma. Se autoexilió en Florencia y vivió casi anónimamente junto a su sobrina Paulina, de quien algunos biógrafos presumen era madre y cuya paternidad es atribuida a Shelley, como narró Henry James en su novela "Los papeles de Aspern". Claire murió en 1879, a los 81 años, mientras dormía. 
    El primero de los amigos que murió fue el médico John Polidori, quien se suicidó con ácido prúsico, un veneno inventado por el científico Konrad Dippel, en quien —se dice— Mary Shelley se inspiró para crear al doctor Victor Frankenstein. Tras una corta agonía, Polidori murió en agosto de 1821, sin conocer la gloria pero dejando para la posteridad su novela "El vampiro", atribuida a Lord Byron en una inexplicable confusión (Goethe llegó a decir que “se trata de la mejor obra de Byron”).

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La historia es conocida y ha inspirado muchísimos libros y películas a lo largo de los 200 años que lleva contándose: la noche de luna llena del 16 de junio de 1816, George Gordon, sexto barón de Byron, se encontraba refugiado a orillas de lago Leman, en Villa Diodati, una mansión en el cantón suizo de Cologny. El poeta huía del escándalo que su unión con su medio hermana Augusta Leigh produjo en la sociedad inglesa. Solo un par de sirvientes y su médico de cabecera, que también hacía las veces de secretario, lo acompañaban. Este último es John Polidori. Byron escapaba, además, de otras indiscreciones: su esposa Annabella Milbanke lo había demandado por obligarla a realizar “prácticas impropias” estando embarazada. (Tras el divorcio, Byron no volverá a ver a su hija Ada, conocida posteriormente como marquesa de Lovelace, genio matemático que desarrollará los postulados para la creación del primer software). En medio de todo, Byron se dio tiempo para iniciar un romance con Claire Clairmont, de solo 16 años, la bella e inteligente hijastra del anarquista William Godwin, quien también ha criado a las hijas de su primera esposa —la feminista Mary Wollstonecraft—, Fanny y Mary, su única hija biológica, bautizada con el nombre de la madre debido a que esta murió al darla a luz. 
    Una serie de acontecimientos fortuitos hará que estas historias converjan con la de Percy Shelley, quien habiendo escrito un libro contra la iglesia anglicana buscó en el viejo Godwin un mentor y se hizo cargo de financiar sus publicaciones y pagar las cuentas del viejo. A pesar de estar casado y esperando un hijo, Shelley inició una relación con Mary Godwin. La pareja no encontró la respuesta esperada en el padre, quien tachó de inmoral la unión y acusó de aprovechado al poeta. Los amantes decidieron huir. Claire los convenció de llevarla con ellos, y durante varios meses viajaron por Europa, siendo la comidilla de todos. Tras algunas semanas de affaire, Claire quedó encinta de Byron, así que convenció a Shelley y a Mary para ir en su busca. La noche del 16 se encontraron en Villa Diodati, sin posibilidad de salir porque una lluvia torrencial parecía querer dejar el mundo sin cielo. Al anfitrión se le ocurrió una forma de matar el mal tiempo provocado por la erupción del volcán indonesio de Tambora, producida un año antes, así es que comenzó a leer historias alemanas de fantasmas para sus amigos. Luego propuso que cada uno escribiese la narración más aterradora posible. 
    La noche dio buenos frutos: de aquella larga velada nacieron criaturas que trascendieron el tiempo. Polidori dio vida a "El vampiro", texto inspirado en un fragmento que Byron escribió tomando como base las leyendas sobre bebedores de sangre que había escuchado en sus viajes por los Balcanes. El protagonista, Lord Ruthven, frío y calculador embaucador de mujeres de alta sociedad, es un retrato exacerbado de Lord Byron, con un toque de distinción y un magnetismo desbordante. Será la principal fuente de inspiración de Bram Stoker para crear, casi 80 años después, al conde Drácula. 
    Sin embargo, la gloria fue para Mary Shelley, quien concibió una idea, el germen de la primera historia moderna de ciencia ficción y terror: "Frankenstein o el moderno Prometeo", una alegoría de la perversión que puede traer consigo el desarrollo científico, tan presente en los albores de la Revolución Industrial; la posibilidad de crear vida artificial —en boga incluso en estos tiempos— y de convertirnos en pequeños dioses, desplazados también por nuestras creaciones. Durante su estancia en Villa Diodati, Mary Shelley escribió el capítulo cuatro de Frankenstein: “Una apacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos [...] Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo”.

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