Su habitación era la más amplia de la casa, con intercomunicador y jacuzzi incluidos. Los caprichos de Atena, la hija menor de la obstetra Gisella Degollar Silvestre y del ingeniero Jorge Ruiz Lozano se cumplían dentro y fuera del hogar con una rigurosidad que casi siempre estuvo ausente en su crianza.
A los 13 años se deslumbró con el argentino Juan Salinas Hender, que en ese momento tenía 20 años y ningún oficio conocido, en Lima. Se vieron por primera vez en una reunión familiar, en mayo del 2014, y a los pocos meses fueron enamorados a escondidas de sus padres y de su hermana mayor, Grecia, una joven de 21 años con leve retardo mental.
Jorge Ruiz Lozano y su mayor hija Grecia, que sufría de un leve retardo, fueron asesinados de cinco disparos en su vivienda. (Facebook)
“Cuando les contó a sus papás que estaba saliendo con el muchacho, se opusieron porque ella era muy chica y él un vago. La llevaron a terapia psicológica, pero no sirvió de nada”, cuenta a este Diario un amigo cercano a la familia.
Las discusiones en la casa de tres pisos de la urbanización Maranga, en San Miguel, llegaron a su pico más alto cuando los esposos se enteraron luego de que su hija tenía relaciones sexuales con él. “Iban a denunciarlo por violación, pero al final el señor se echó para atrás porque no quería que su hija estuviera en escándalos”, asegura un policía de San Miguel. Desde entonces, los esposos intentaron ser más inflexibles con su hija, pero Atena estaba acostumbrada a ganar, a las buenas o a las malas, todas las batallas.
Guantes y máscaras
Carlos Yacila Gallardo, un suboficial del Ejército en retiro, era uno de los pocos amigos de Salinas. Trabajaban juntos en la empresa de belleza Helen Extensiones, en Surco. Yacila era agente de seguridad, y el argentino, almacenero.
“Me decía que tenía problemas con los papás de su enamorada y quería matarlos, de esto hace como medio año. Creía que bromeaba. Un día me comentó que aprovecharía que los señores se iban al norte de Lima en su auto para desbarrancarlos al precipicio”, declaró Yacila a la policía. El argentino utilizaba siempre un automóvil Volvo.
No se sabe hasta el momento si a la adolescente o a Salinas se le ocurrió primero cometer el crimen, pero juntos planificaron escrupulosamente cada detalle del asesinato. Él se encargaría de conseguir una pistola con silenciador y ella de comprar guantes quirúrgicos para no dejar huellas, y también un par de máscaras de la película Scary Movie para que sus víctimas no lo reconozcan. Además, guardó en su habitación las balas que se usarían. Así lo relató Salinas a los agentes de la División de Investigación Criminal (Divincri) de San Miguel.
Para la policía, los enamorados no querían aplazar más la fecha del crimen porque el embarazo de la adolescente avanzaba: ya tenía 13 semanas y no podían ocultarlo más tiempo.
Una hipótesis policial es que los enamorados tenía planificado matar a la mamá, papá y hermana, luego desaparecer los cuerpos o hacer creer a sus familiares que se había tratado de un robo. “Ella quería quedarse con el dinero de su padre y fugarse a Argentina con el enamorado”, precisa un agente.
“Ellos tienen que morir”
Según el peritaje policial de los celulares de Atena y de su enamorado, ella le escribió el viernes 24 de febrero, vía WhatsApp, al argentino: “Ya tienes que venir [...] Ellos tienen que morir”. Y así sucedió.
A las 8:20 p.m. de ese viernes, Salinas abrió la puerta de la casa con las llaves que ella le había entregado días atrás. Portaba en su pantalón una pistola Baykal 380 que compró en el Callao. Aparte de Atena, en la vivienda estaban su papá y su hermana Grecia. Gisella Degollar, la madre, regresaría el sábado 25 de viaje.
“Permanecí 24 horas en su cuarto sin que nadie supiera de mi presencia, hemos comido y estado en la cama hasta que el sábado como a la una de la tarde a ella le vinieron unos dolores”, declaró el argentino.
Cerca de las 6 p.m., según la policía, la madre de la menor llegó a la casa. Atena le pidió que se fuera a una óptica a sacarle unos lentes y a una farmacia para comprarle unas pastillas . La madre se retiró sin saber que adentro estaba Salinas y que en unos minutos su casa iba a ser el escenario de un doble crimen.
La noche del sábado –según el testimonio de Carlos Yacila– el argentino llamó a su amigo que lo ayudara a “darle un susto” al padre de su enamorada. A las 9:40 p.m. el suboficial llegó a la casa de los padres de Atena. El argentino y su enamorada ya habían apagado las cámaras de la casa. El papá de la menor veía un programa deportivo en la televisión, y la hermana mayor estaba frente a una computadora.
Con la máscara y los guantes puestos, Salinas disparó en el rostro al padre, mientras Yacila sujetaba del cuello a Grecia. La detonación del disparo sorprendió a los tres. El silenciador no había funcionado y los vecinos llamaron al serenazgo.
Los tres entraron en pánico. Salinas asestó otro disparo al padre de su enamorada. Luego disparo contra Grecia.
Arrojó el arma debajo de la cama de Atena e intentó huir por el techo, pero la policía ya lo había acorralado. Al llegar, Gisella Degollar señaló a su hija y le dijo a la policía: “Ella sabe lo que ha pasado acá”.