Desde que inició la cuarentena, Elizabeth León no ha vuelto a casa. Como supervisora de los barrenderos de la Municipalidad del Rímac, pasa buena parte del día recorriendo las calles del distrito y teme volver a su vivienda llevando el COVID-19. “Tengo tres hijos de 5, 7 y 14 años. La mayor es asmática y diabética. No puedo exponerla”, relata. Así que ha instalado una cama en su oficina, al lado de un estante con los registros del personal e implementos de limpieza.
A sus hijos, por el momento, los ve solo vía Whatsapp, por videollamadas. Un familiar suyo ha asumido el cuidado de los menores. “Mi esposo falleció de cáncer hace unos meses. Menos mal tengo una tía que me apoya. Mi hijita mayor también cuida a sus hermanitos”, cuenta.
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Antes de que se diera el brote, 200 personas trabajaban en el área de limpieza pública y mantenimiento de parques y jardines. Tras la emergencia, la mitad ha debido permanecer en casa por ser población vulnerable.
Quienes quedan deben ahora redoblar esfuerzos armados de mascarillas, guantes, escobas, rastrillos y rociadores de agua con lejía. “Si antes cada trabajador cubría quince cuadras, ahora estamos duplicando”, dice León. Y si alguno de los cien se enferma o demora en llegar (hay gente que debe hacer hasta cuatro conexiones para llegar a su puesto de trabajo), León o alguno de los otros cuatro jefes operativos lo reemplaza. No importa si son trabajos fuertes como subirse a la compactadora de basura o al camión cisterna y agarrar la manguera.
La mujer se levanta todos los días a las 5 a.m. Se turna con los otros supervisores para preparar los desayunos, almuerzos y cenas para el personal. O algún refresco. “Traje las ollas de mi casa para eso”, señala. David Rodríguez, otro de los jefes operativos, añade: “El trabajo es fuerte y las barrenderas necesitan comer algo consistente. A veces por atender a sus hijos salen sin comer y tenemos que asegurarnos de que estén bien de salud. La vez pasada les hice tallarines con atún”.
También debe dar el ejemplo cuando alguien de su equipo siente temor de ir a limpiar alguna zona sospechosa.
“En San Juan de Amancaes murió un vecino que había estado en España. La gente empezó a ‘psicosearse’. Yo tuve que ir a desinfectar el barrio”, recuerda León. Se refiere a la segunda víctima mortal del COVID-19 en el Perú: un ciudadano de 45 años que había vuelto de Europa a inicios de marzo. Hubo fiesta de bienvenida en la cuadra. “Como es costumbre, tomaron cerveza y compartieron el vaso. Hubo decenas de infectados”, agrega.
-Más obstáculos-
La cuarentena ha solucionado, temporalmente, uno de los problemas del Rímac: la aglomeración de ambulantes. Esto ha permitido que se reduzcan los puntos críticos de pestilencia con los que los trabajadores de limpieza solían batallar.
Lo que no se ha conseguido es que los vecinos respeten los horarios de recojo de basura. De hecho, el fantasma del COVID-19 y el nuevo miedo a tener gérmenes en casa se han convertido en la excusa perfecta para que boten los desperdicios sin control y ofendan a los empleados municipales cuando estos les piden algo de disciplina.
"Limpiamos una cuadra y media hora después ya tiene basura. Si les digo algo a los vecinos, me gritan: ‘Es tu trabajo’. Estamos bastante marginados. Nos han lanzado bolsas de basura hasta desde un tercer piso”, lamenta Elizabeth León.
Por supuesto, también hay quienes sacan la carta de la cuarentena cuando les conviene. Por ejemplo, para no mover sus vehículos de la vía pública. “En Leoncio Prado los carros se han quedado estacionados en las pistas. Eso no permite limpiar bien”, señala la supervisora de las barrenderas.
A menos que los limpiadores estén acompañados de personal de Serenazgo o miembros de la Policía Nacional o de las Fuerzas Armadas, pocos vecinos les hacen caso. Incluso cuando les piden cerrar sus ventanas porque van a rociar hipoclorito de sodio (agua con lejía) en sus fachadas.
En la urbanización La Florida, a varias personas justo se les ocurre salir a hacer mercado cuando el personal de la comuna alerta por megáfono que van a echar el desinfectante. Quieren tomar fotos o grabar videos para sus redes sociales. “Guarden a sus mascotas. Cuidemos a los niños. Este es un desinfectante fuerte. No deben abrir puertas ni ventanas durante media hora”, previenen los trabajadores municipales.
Mientras perifonean las advertencias, un vecino con buenas intenciones los desobedece. Quiere regalarles varias botellas de jugos y gaseosas antes de que pasen por su vivienda. El personal se queda sorprendido. No es normal que reciban estas muestras de gratitud.
-Otros municipios-
Durante la emergencia todos los municipios han mantenido el servicio de limpieza pública, al ser una prestación esencial. Sin embargo, al igual que en el Rímac, la mayoría ha visto una reducción en su equipo por cuestiones de salud o condiciones de vulnerabilidad.
La Municipalidad Metropolitana de Lima, por ejemplo, viene operando con, aproximadamente, 30% menos trabajadores. Actualmente son 720 personas las que velan por aseo del Cercado de Lima.
En Magdalena del Mar, 30 trabajadores mayores de 60 años han debido quedarse en casa y 102 se mantienen operativos. De ellos, 78 se encargan del barrido y desinfección de las calles y 24 acuden, principalmente de noche, para realizar el recojo de residuos. “Todo este personal cuenta con seguro contra riesgo de trabajo y se ha pedido al Ejecutivo que se le brinde un bono especial. En el caso de los que no están viniendo a trabajar, sus sueldos no se ven perjudicados”, afirma la comuna.
En Santiago de Surco, donde el servicio de limpieza pública es tercerizado –este está en manos de Petramás–, también se ha reducido el personal para evitar riesgos.
¿Qué es la COVID-19?
La covid-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.
El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.
¿Cómo se contagia el coronavirus?
La covid-19 se contagia por el contacto de una persona sana con otra que esté infectada. Esta enfermedad se propaga de persona a persona mediante las gotículas procedentes de la nariz o boca cuando el que se encuentra enfermo tose o exhala.
En muchos casos, estas gotículas caen sobre objetos o superficies, que después tocan otros individuos y se llevan a la nariz, ojos o boca cuando pasan sus manos por la cara.
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