Así luce el campo del Estadio Monumental de Universitario de Deportes. (Foto: Difusión)
Así luce el campo del Estadio Monumental de Universitario de Deportes. (Foto: Difusión)
Pedro Ortiz Bisso

El último martes se cumplieron 42 años del tiro libre más famoso de la historia del fútbol peruano, de los tres dedos mágicos de Teófilo Cubillas ante Escocia. A veces la nostalgia se entromete con la realidad y barniza el recuerdo para abrillantarlo. No ha sido el caso del gol del Nene. Su hermoso disparo curvado no ha perdido lozanía y causa el mismo asombro que provocó esa tarde en el Chateau Carreras, el 3 de junio de 1978.

Lo que ha envejecido, y para mal, son las estructuras de nuestro balompié. Ni la clasificación al Mundial de Rusia provocó alguna variación en el cómodo statu quo sobre el que navegan nuestros clubes, más allá de ciertos intentos rápidamente fagocitados por la algarabía generada por romper con 36 años de frustraciones.

La pandemia ha trastornado a todos los clubes del mundo; pero en el caso de los nuestros, ha agudizado su precariedad habitual. Solo un puñado ha soportado el huracán casi sin conmoverse, el resto –clubes de la misma consistencia que un papel mojado- intentan aferrarse al salvavidas económico anunciado por la Federación Peruana de Fútbol para estirar su agonía. Entre estos últimos se encuentra Universitario de Deportes, tironeado por sus acreedores, sin rumbo definido y con una espantosa deuda que ya supera los 500 millones de soles.

La clasificación a Rusia pudo ser el parteaguas para iniciar una seria restructuración que fortaleciera las instituciones y pusiera los ladrillos para que el desarrollo sea sostenido, y los resultados frutos del trabajo continuo. Pero la oportunidad se perdió y ante la pavorosa crisis que se avecina, suena difícil que en la Videna alguien se atreva a intentar un cambio. La prioridad es solo sobrevivir.

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