El caso de Brian Gómez es conocido: el bailarín daba una clase virtual en el Facebook del Ballet Municipal de Lima, cuando unos usuarios entraron y empezaron a burlarse y a insultarlo. Su atuendo de ballet y los movimientos estilizados eran razón suficiente para que los 'troles' se rieran de él y cuestionaran su orientación sexual.
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Para la psicóloga y antropóloga cultural especializada en masculinidades, Norma Fuller, es preciso reflexionar sobre el código usado por los agresores, la broma. “El chongo permite decir lo que uno piensa: el psicoanálisis y Freud entienden el chiste como una manifestación del inconsciente –afirma–. Precisamente, lo que tiene el chiste, en general, es que permite decir lo que no se debe decir, pero que está en la cabeza de todos. Es una forma de disfrazar lo que uno piensa, y un buen termómetro para ver cómo está el tema de la homofobia”.
Fuller anota que los tres tipos de discriminación que predominan en las sociedades se orientan a la raza, a la clase (si uno es pobre) y a la identidad de género u orientación sexual. “Todas esas formas son expresiones la cultura masculina, siendo la última la homofobia –agrega–, y no solo eso, sino el temor al contacto y a enfrentarse con cualquier forma de sexualidad o de identidad de género alternativa, que despierta mucha ansiedad”.
La especialista destaca que en los sectores “políticamente correctos” se supone que se debe ser muy abierto respecto a las diversas orientaciones sexuales y de género, una suerte de consenso culto. “Inclusive, los últimos estudios hablan de masculinidades inclusivas –explica–. Entre los adolescentes y jóvenes educados, la homofobia se ha ido y, digamos, la tendencia a no aceptar dentro del círculo a personas de otra orientación se ha borrado. Eso lo estoy encontrando en una investigación que vengo haciendo con universitarios, cuya respuesta de prestigio es que, efectivamente, tienen amigos gays, incluso transexuales, y que no tienen problemas en estudiar con ellos o tomarse una cerveza, cosas que hace 20 años no eran tan comunes”.
“A veces las personas adoptan posiciones que son políticamente correctas, de prestigio, las debidas, pero los prejuicios tienen una raigambre más profunda –cuestiona Fuller–. Lo positivo es que, efectivamente, las generaciones de jóvenes educados (que de hecho son cada vez más, el 30% va a la universidad) reflexionan, están más abiertos. Eso no quiere decir, sin embargo, que no haya otra corriente profunda en donde los prejuicios salgan con forma de chiste”.
Fuller, antes de concluir, hace una anotación: “Uno no bromearía con esas cosas si no estuvieran en la cabeza, pero eso no quiere decir que esas personas no tengan cierta apertura, que no se den cuenta que no es lo correcto, y que eso no cree oportunidades de una mayor reflexión”.
AHORA TODO ES PÚBLICO
Para explicar el mal momento que vivió Gómez, el semiólogo Eduardo Zapata anota que la división entre el espacio público y privado hace rato que se difuminó. Un ejemplo tangible de ello se aprecia en la arquitectura: de los balcones coloniales con celosías que permitían ver sin ser vistos, hasta los departamentos actuales con mamparas de vidrio que no ocultan nada. “Todo ello está relacionado con la electronalidad que convierte todo en espectáculo, incluso a uno mismo. Si no hay extroversión de la imagen, si no estás en Facebook, no existes”, afirma.
Que no existan dudas: la mirada de Zapata incluye no solo a quien emite el mensaje, sino también a quienes lo reciben, al público. “Ya no es una cuestión de ponerse un sombrero con una hélice para llamar la atención, sino que ahora la gente vomita su personalidad, porque de alguna forma vivimos muy reprimidos, escondiéndonos, y las redes sociales nos llevan a extremos. Si pensamos esto y lo aplicamos a fenómenos sociales como lo que vivió el bailarín, tengo que decir que me parece terrible, sobre todo cuando la gente se mete en donde no la llamaron. Eso es violación de la propiedad, que es lo más sagrado”.
TODO POR EL SHOW
El sabotaje de clases, charlas o conversatorios virtuales es una práctica que está en aumento. No importa el tema que se discute o los participantes: la idea es distraer y, si se puede, espantar a los presentes.
“Hace poco fui parte de un conversatorio y, de la nada, se vio una página pornográfica. Sé de otra persona que participó de un conversatorio y lo interrumpieron unos hackers que entraron para insultar a todos”. Alberto Ísola hubiera deseado que la interrupción de la charla hubiera sido un cuestionamiento del punto de vista estético e ideológico de los participantes. “Quizás entonces esa acción tendría una explicación, pero ni eso –agrega–. Fue una manera, para mí incomprensible, de joder”.
Dicho eso, Ísola se anima a hablar sobre lo que vivió Gómez, y anota que quienes hicieron esos comentarios son personas que están al margen del arte. “No creo que ellos vean danza, lo que explicaría que tengan varios prejuicios al respecto. Y si se dan el trabajo de entrar a una clase es porque quieren hacer daño, porque quieren herir. Muchos de los que hacen esto son violentos, agresivos, y disfrazan de jolgorio y de meter chongo sus manifestaciones de homofobia, desconocimiento y desprecio. Uno podría decir que son palomillas, pero meterse a un espacio a agredir, es maldad”.
RETROCEDER 60 AÑOS
“Cuando empecé a enseñar ballet, algunos muchachos venían a escondidas porque sus papás no los dejaban. Incluso, recuerdo el caso en el que a uno de ellos le cortaron las mallas para que no pudiera tomar clases”. Los insultos y las burlas que sufrió Brian Gómez, miembro del Ballet Municipal de Lima, hicieron que Lucy Telge se trasladara a inicios de los 60. La directora del ensamble anota que, si bien la situación ha cambiado desde entonces, y que ya hay padres que no piensan que el ballet no es para hombres, todavía hay quienes se aferran a ideas anacrónicas.
Podría pensarse que aquellos que mantienen esos prejuicios son personas mayores, pero valdría revisar quiénes fueron los que se sumaron al cargamontón contra Gómez durante una clase virtual, para constatar que fueron jóvenes. Telge considera que ello responde a que nadie les explicó de qué se trata el ballet, argumento que el mismo Gómez secunda: si bien cada vez hay más personas que ven y disfrutan de esta danza, todavía son muy pocos.
Gómez (La Habana, 1997) no estuvo exento de este tipo de comentarios en su vida, pero ha sido desde que llegó al Perú, hace cuatro años, que se topó con una sociedad que gusta de burlarse de lo que no entiende. “Los cubanos tenemos una gran tradición en el ballet. Entendemos que por querer dedicarte a esto no significa que seas gay. Incluso, es algo que te da prestigio, te ven como un súper artista, y los papás no dudan en apoyarnos. En cambio, aquí hay quienes se guían por sus prejuicios machistas, quienes no investigan de qué se trata esto y que no tienen idea de que nosotros trabajamos como si fuéramos deportistas, como futbolistas”.
Pero a pesar de ser consciente de la dinámica local, Gómez no estuvo preparado para lo que vivió en las redes sociales del Ballet Municipal. “Para nosotros es muy significativo dar estas clases y nos molesta muchísimo que alguien venga a estropearlas", sostiene–. Por eso es que ningún insulto evitará que siga compartiendo su arte.
DATO
Los lunes, miércoles y viernes, el Ballet Municipal de Lima transmite clases maestras a través de su Facebook.
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