El siglo de Szyszlo
Por Jorge Paredes Periodista de El Dominical - El Comercio
Su voz era cadenciosa y proverbial. Su mirada cálida y su sonrisa asomaba con frecuencia, mientras conversaba con reposada pasión sobre arte y poesía, sobre libros y política. Fernando de Szyszlo (1925-2017) fue, ante todo, alguien que vivió intensamente su época, un siglo XX cargado de utopías y sueños, pero también de guerras y revoluciones que marcaron Occidente y cuyos ecos resonaron en América Latina. Szyszlo participó en esos debates desde muy joven, cuando tras un breve paso por la arquitectura descubrió “su camino de Damasco”, como decía, y decidió ser artista. Aunque nació en Barranco, el 5 de julio de 1925, las circunstancias hicieron que viviera su niñez y juventud en el barrio de Santa Beatriz, una nueva urbanización que se construía a las afueras del Centro de Lima. Ahí confluyó con toda una generación de escritores, músicos y artistas, cuyos nombres resultan cruciales para entender las artes y letras de mitad del siglo XX: Sologuren, Salazar Bondy, Westphalen, Eielson, Paco Pinilla, Blanca Varela, las hermanas Alicia y Celia Bustamante y Arguedas. Todos ellos dieron, además, vida a un espacio que se convirtió en epicentro de la movida cultural limeña de aquellos años: la peña Pancho Fierro. Este fue el ambiente en que se forjó el joven Szyszlo, cuando en largas noches de bohemia descubrió la cultura andina, de los retablos, de los toritos de Pucará, de los textiles y, sobre todo, de las formas y estéticas de lo precolombino, que serían cruciales en su desarrollo como artista.
“Soy pintor. Esas dos simples palabras han dado sentido a mi existencia”
Con esta frase Szyszlo inicia sus memorias (La vida sin dueño), publicadas al cumplir los 90 años. En esas páginas, narra su largo recorrido vital emparejado con los grandes cambios vividos en el Perú desde la cuarta década del siglo y sus esfuerzos por traer a la escena limeña las vanguardias europeas, cuando aquí prevalecían los vientos del indigenismo. Tiempo de manifiestos que darían origen a la Agrupación Espacio en 1947, y al Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) en 1955. En la primera, se unió a un grupo de arquitectos, escritores y artistas liderados por Luis Miró Quesada para criticar la presencia de lo neocolonial en la ciudad; y en la segunda, junto con un mecenas como Mujica Gallo, organizaron charlas, debates y exposiciones, trayendo a Lima muestras de artistas latinoamericanos como Wifredo Lam, Roberto Matta, José Luis Cuevas, Sarah Grillo, entre otros. Pero antes de todo eso estuvo París, donde Szyszlo llegó en setiembre de 1949. Ahí nuestro artista definió su compromiso con la abstracción, se hizo amigo de Octavio Paz, quien le presentó a André Breton. Luego vinieron las exposiciones en Lima, Washington, Ciudad de México y su consagración.

Un legado vigente que une tradición y modernidad
Acien años de su nacimiento, la herencia de Fernando de Szyszlo no solo permanece, sino que cobra nueva relevancia. En un mundo donde las identidades culturales buscan formas renovadas de expresión, su obra sigue siendo un ejemplo poderoso de cómo lo ancestral puede dialogar con lo contemporáneo. Szyszlo demostró que era posible ser profundamente peruano desde la abstracción, reinterpretando símbolos precolombinos con un lenguaje plástico universal.
Hoy, su influencia se percibe en nuevas generaciones de artistas latinoamericanos que exploran la memoria, la espiritualidad y la materia con libertad conceptual. Además, en un momento de revisión crítica del pasado y de recuperación de lo indígena como fuente de conocimiento y sensibilidad estética, su obra aparece como un puente lúcido entre tradición y modernidad.
Szyszlo no solo dejó un legado pictórico. Dejó una manera de pensar el arte como espacio de trascendencia, como acto de resistencia cultural. Por eso, su vigencia no se mide en tendencias, sino en la profundidad que trasciende el tiempo.

5 hitos
Szyszlo transitó de estudiante de arquitectura a pionero del abstraccionismo peruano, estableciendo un puente entre lo ancestral y lo vanguardista, ganando visibilidad mundial. Su obra nos invita a leer lo precolombino con ojos modernos y universales. Aquí un breve repaso a algunas obras icónicas.
1957
Primera participación en la Bienal de São Paulo
Szyszlo ya vivía en París (1948–1955) y al retornar profundizó su lenguaje abstracto. Su muestra en São Paulo marcó su primera aparición internacional de peso al obtener menciones honoríficas.
1962
Incorporación de títulos en quechua en sus obras
En este año, Fernando de Szyszlo comenzó a integrar títulos en quechua en sus pinturas, un paso importante para conectar aún más su obra abstracta con la cultura andina. Contó con la colaboración del renombrado escritor José María Arguedas para esta iniciativa, profundizando el diálogo entre lo ancestral y lo vanguardista en su arte.
1970
Consolidación de su estilo geométrico espiritual
Hacia los años 70, su pintura reflejó la madurez de un dominio de formas precolombinas en clave abstracta, combinando geometría, materia y espiritualidad.
1981–1987
Reconocimientos internacionales
Recibió la Orden de las Artes y Letras de Francia (1981) y en 1987 la Orden de Bernardo O’Higgins en Chile, consolidando su posición en la escena global
2003-2011
Serie “Paracas” y retrospectiva en Lima
En el siglo XXI crea la serie Paracas, homenaje a la cultura andina, y en 2011 obtiene la máxima condecoración en Perú (Orden del Sol) junto con una retrospectiva monumental en el MALI. Aquí un breve repaso a su distinguida trayectoria.
Detrás del color y la forma
Miguel Sánchez Flores, Mg. Historia del Arte y Curaduría y docente del Departamento de Comunicaciones PUCP, nos ofrece una mirada a dos piezas emblemáticas de Szyszlo: “Cajamarca” e “Inkarri”. A través de este breve interactivo, descubre tres claves para interpretar cada obra y sumérgete en el simbolismo y la técnica que definen su legado.
cajamarca
Óleo sobre tela
1960
98.3 x 130 cm.
Colección Luis Miró Quesada Garland, Lima

En la pintura de Szyszlo coinciden, entre otros, el barroco de Rembrandt, el cubismo de Pettoruti, la influencia mexicana de Tamayo, la abstracción y las influencias precolombinas de nuestras culturas precolombinas. El cuadro Cajamarca tiene como tema principal el choque de civilizaciones en la Cajamarca de 1532.
1) El encuentro de mundos
El cuadro no solo muestra la colisión de dos entidades furiosas que parecen hacer temblar todo a su alrededor, la imagen también da cuenta de la tensión entre la imagen figurativa que apenas se distingue y la imagen abstracta compuesta por formas, textura y color.
2) La vibración
En el cuadro hay conflicto de aquellas dos fuerzas fieras que parecen impulsarse desde fuera hacia el centro del cuadro. Las líneas que definen el encuentro le otorgan a la imagen una vibración suspendida, que ubica la escena en el instante previo de la explosión.
3) El rojo de la violencia
Si bien los colores que destacan son el fondo claro y nebuloso, junto con las tonalidades oscuras de las figuras, la imagen también sugiere destellos del rojo sangriento de una violencia que se asoma, al parecer, a punto de estallar.
Inkarri
Acrílico sobre madera
1968
150.5 x 150.5 cm.
Blanton Museum of Art, Austin, Texas

1) Los espacios
El cuadro presenta tres divisiones horizontales que no solo organizan el recorrido visual de los elementos, sino que además dialogan con la cosmovisión tripartita precolombina. El color rojo del fondo les otorga unidad a los fragmentos.
2) La cabeza del Inca
En el centro de la pintura observamos una geometría telúrica con texturas que parecen cabellos. El gran bloque se desplaza hacia la izquierda del cuadro con firmeza. Según el mito del Inkarri, la cabeza degollada de Túpac Amaru I volverá a unirse con su cuerpo para recuperar lo suyo.
3) Fragmentos antropomórficos
En la base del cuadro se observan geometrías con formas humanas; extremidades, dedos, uñas. Todos fragmentos de un cuerpo muerto que parece a punto de recuperar el hálito.
Una mirada íntima al pensamiento y legado de Szyszlo
A ocho años de esta entrañable conversación con el periodista José Silva, la volvemos a compartir para transmitir su visión sobre el arte, el país y la creación, desde nuestro canal de YouTube.
parte 1
parte 2

Espacios que celebran su arte
Con motivo del centenario del artista, distintas instituciones culturales han organizado exposiciones que recorren su vida, pensamiento y obra. Aquí te mostramos dónde y cómo puedes visitarlas.

Muestra bibliográfica
“Szyszlo centenario”
Visítala en el Centro Cultural Inca Garcilaso (Jr. Ucayali 391, Lima). Hasta el 28 de agosto. Horario: martes a viernes, de 10:00 a.m. a 8:00 p.m.; y sábados, domingos y feriados, de 10:00 a.m. a 6:00 p.m. Ingreso libre.

“Szyszlo. 100 años”
En la sala 1 del MAC Lima (Av. Miguel Grau 1511, Barranco). Del 25 de junio al 3 de agosto. Horario: martes a viernes, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m.

“Visiones del hidalgo: Szyszlo frente al Quijote”
Visítala en la Galería Municipal Pancho Fierro (pasaje Santa Rosa 116, Lima). Del 5 de julio al 13 de agosto. Horario: lunes a domingo, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. Ingreso libre.
El legado que revive en tres exposiciones memorables
Por Jorge Paredes Periodista de El Dominical - El Comercio
Acien años de su nacimiento, se han organizado tres exposiciones que abordan su legado. El Centro Cultural Inca Garcilaso inauguró una exposición bibliográfica del artista. Mediante documentos, fotografías, cartas, libros, catálogos, videos y objetos, se busca abordar “sus múltiples dimensiones”, como dice Hernando Torres-Fernández, director de la institución.
“Hay personas que son tan complejas que son difíciles de definir. Y Szyszlo era una de ellas —afirma—. No solo fue un artista completo, sino un hombre de inquietudes intelectuales y con una gran sensibilidad política y social. Como otros contemporáneos suyos, pudo haberse quedado a vivir en París, Londres o Washington, y hacer una exitosa carrera, pero decidió volver y vivir en el Perú. Eso es destacable”.
Torres-Fernández resalta, en ese aspecto, la gran amistad entre Szyszlo y Mario Vargas Llosa, con quien fundó el Movimiento Libertad en la década de 1990. En la exposición puede verse una entrevista que MVLL le hace a Szyszlo en los años 80, en su programa “La Torre de Babel”.
Otro de los homenajes será en el Museo de Arte Contemporáneo, heredero del antiguo IAC. Aquí se inaugura la exposición “Szyszlo. 100 años”, que reúne diez piezas de la colección del museo. La primera es una naturaleza muerta de 1946, de su época formativa; y la última, un aguafuerte realizado en el 2003. Para el curador Augusto del Valle, la muestra busca destacar el vínculo entre el artista y la institución. En su opinión, la obra de Szyszlo llega a consolidarse en 1963 con su serie inspirada en el poema quechua traducido por Arguedas “Apu Inca Atawallpaman”. “Si bien no tenemos estas piezas en el museo —dice—, sí tenemos una, en esa línea, titulada ‘La ejecución de Túpac Amaru’ (1966), en la que asocia su mirada de lo abstracto hacia el mundo precolombino”.
En esas búsquedas de Szyszlo, Del Valle destaca el cortometraje Esta pared no es medianera, dirigido por el artista en 1952, a su retorno de Europa, donde se percibe la impronta surrealista. “Su interés no se basaba tanto en la pintura surrealista, sino en la teoría surrealista —explica el curador—, que se fijaba en lo primitivo. Para el caso peruano, eso era lo precolombino, y Szyszlo lo descubre en los textiles Chancay o en la estética Chavín y Paracas. Por eso era importante incluir esta película en la exposición para que el público pueda entender ese vínculo”. Para Del Valle, Szyszlo luchó por los ideales de la modernidad, y en ese sentido es necesario regresar a su obra, sobre todo la que va de 1950 a 1970.
El tercer homenaje se desarrolla entre julio y agosto, en la Galería Municipal Pancho Fierro, donde se expondrán los 40 grabados en aguatinta sobre metal que Szyszlo realizó en 1949, inspirados en el Quijote. Más de siete décadas después, estos grabados volverán a ser exhibidos públicamente, gracias a la colaboración del coleccionista Horacio Rico y la recuperación de las planchas originales. Como explica Miguel Molinari, director de Cultura de la Municipalidad de Lima, esta exposición aborda un aspecto poco conocido del artista. “El mismo Szyszlo —comenta— se mira en el espejo del Quijote y se representa a sí mismo como caballero andante”, dice.
Son tres maneras de acercarnos a la obra de un artista que hizo de la abstracción una religión laica, un encuentro cotidiano entre la materialidad del color y la forma para iniciar la incansable búsqueda del cuadro perfecto.

Hablan sobre él
la juventud de Szyszlo
Por Alonso Cueto Escritor y periodista
Recuerdo haber visto por primera vez a Fernando de Szyszlo en la Peña Pancho Fierro. Estaba yendo de un grupo a otro, haciendo bromas, colocándose un huaco o una lanza amazónica en la cabeza, poniendo caras y gestos, contando chistes. Por entonces yo tenía doce años y lo veía con cierto estupor y afecto, aun cuando casi no lo conocía. Sabía que era un artista al que todos respetaban y que, en ese momento, se comportaba como la persona menos respetable de todas. Me impresionó y me hizo quererlo de pronto, como si fuera un amigo de siempre.
Luego lo vi en momentos dispersos que tengo siempre conmigo. Me quedé espiándolo mientras pintaba el retrato de mi padre, fui con mi madre a visitarlo a su estudio en Villa, me admiré de los autos que tenía, estuvimos juntos en muchas reuniones y viajes. Todos esos recuerdos se confunden con mi cariño y admiración a Blanca, Vicente y Lorenzo. Son emblemas de una infancia privilegiada como la que tuve.
Hijo del inmigrante y científico polaco Witold de Szyszlo, y de María Valdelomar, su infancia estuvo signada por la presencia de su abuela, la madre de Abraham Valdelomar. La señora Carolina Pinto nunca se repuso de la muerte de su hijo, en un accidente en Ayacucho en 1919. Quizá por influencia de ella, el niño que nacería en 1925 se llamaría Abraham Fernando. No en balde el mar de Lurín, las costas y cielos de Paracas iban a convertirse en un territorio de su pintura.
Su primera exposición, en 1947, en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano, fue una clara señal de su apuesta por un lenguaje de vanguardia, con influencia surrealista. Casado con Blanca Varela, al año siguiente ambos fueron a París, donde se quedarían varios años. Durante ese tiempo iban a intimar con Octavio Paz, Julio Cortázar y Simone de Beauvoir. El surrealismo seguía vivo. El Perú, con sus formas y colores, sus contrastes y sus extremos, le ofrecía un escenario privilegiado de los rasgos de la vanguardia. Cultor privilegiado de las penumbras de Rembrandt, Szyszlo iba a encontrar en esos sueños oscuros un escenario en el que resplandecían los rojos y los amarillos del sol de Paracas. Su pintura de atmósferas violentas y sensuales está recogida en muchos museos del mundo.
Después de volver a vivir a Lima, siempre estuvo trabajando. Lila Yábar fue su compañera y esposa en los últimos años. Monje recluido en su taller, siempre buscó también las reuniones de amigos. Su casa, con una gran biblioteca que le ofrecía las lecturas de D. H. Lawrence y otros escritores, estaba llena de fotos de ellos. Su cumpleaños, el cinco de julio, era un evento. Este año deberíamos poder volver allí para saludarlo. No siempre se cumplen cien años.
Alguna vez le pregunté cuántas horas al día pintaba. ¿Cinco, seis, siete? —Más —me contestó—. Un poco más. Cuando estoy en el estudio trabajando, el tiempo desaparece. En varias ocasiones definió un cuadro como “el homicidio de un sueño”. Otra definición suya, inspirada en Malraux, fue la del arte como “el encuentro visible de la materia con lo sagrado”. Agregaba que es una definición que también se aplica al amor.
Alguna vez me dijo que las personas queridas que se van, en cierto modo, nos traicionan. Esperábamos que vivieran siempre. Así es. Son cien años, y este hombre sin tiempo está aquí, en sus imágenes de fuego y de misterio.
Así hablaron de Szyszlo
Poetas, escritores y críticos no escatimaron elogios al referirse a su arte y pensamiento.
“Es el mejor pintor peruano o, al menos, el más conocido en el extranjero. Fue uno de los iniciadores de la pintura abstracta en Hispanoamérica. Aunque la crítica cerró los ojos (…). [Su obra] no cambia: madura. Avanza hacia dentro de sí mismo.”
Octavio Paz
“Son a la vez modernas y antiquísimas… transcender el tiempo y el espacio fundiendo en sus imágenes el pasado y el presente… en esa serpiente prodigiosa… evoca los viejos mitos… y … noches neoyorquinas”
Mario Vargas Llosa
“Su vastísima obra está marcada por dos rasgos capitales: la lección estética y moral de la vanguardia… y, al mismo tiempo, las formas del antiguo arte peruano… sintetiza la paradójica fusión de lo moderno y lo ancestral, lo novedoso y lo primitivo.”
Letras Libres – Perfil analítico

trivia
Ahora que ya disfrutaste de este especial, pongamos a prueba tus conocimientos. ¿Te animas a descubrir cuánto sabes sobre Fernando de Szyszlo? Responde esta breve encuesta interactiva y revive algunos de los datos más fascinantes sobre su vida y obra.