Tiene más de un vínculo con nuestro país. Hace unos años, convocada por el activista peruano Richard Torres, la mexicana Laura Zapata se casó con un árbol. Se trató de un ritual ecológico para despertar conciencias y reflexionar sobre nuestra responsabilidad en el cuidado del planeta.
Ahora la icónica villana de las telenovelas es parte de la cinta "La peor de mis bodas 2", que se estrenará el 1 de enero del 2019. Ella será la madre del galán interpretado por su compatriota Gabriel Soto. Zapata –quien es hermana de Thalía, lazo que ha motivado más de un huracán mediático– le complicará la vida al personaje de Maricarmen Marín. Conversamos con la actriz azteca en una discoteca de Lince, durante una pausa del rodaje de la cinta.
— Hitchcock decía: para que un relato deje huella, lo mejor es que un villano sea memorable. Sin eso…
No existe nada.
— ¿Qué claves en esa exploración de la villanía te han resultado relevantes?
Algo que me sorprende muchísimo, constantemente, es que a 30 años de alguno de mis personajes, sus frases se convierten en memorables. Todo el mundo quisiera ser un villano y tener la oportunidad de hacer esas villanías de la historia, pero los seres humanos, de repente, no se atreven. No nos atrevemos, ¿no? Entonces nos vemos reflejados y decimos: "Ay, yo quisiera tener la valentía y el descaro de ese personaje para decirle a Juan, Chana o a quien fuera lo que ese personaje hace y dice".
— Mucha gente lo piensa simplemente.
Es padrísimo cuando voy por la calle y la gente me pide: "Por favor, dime maldita gata" o "Dime maldita billetera". Para hacer un personaje memorable, tienes que ser un artista claro, llano y, sobre todo, entregado, porque eso es lo que capta la gente y con lo que se identifica. Crear ese cordón de plata entre el personaje y el público. Cuando un artista no es sincero y no disfruta su trabajo, entonces no pasa nada. No se crea ese lazo.
— Le has sacado provecho a que todos seamos unos grandes hipócritas que no decimos lo que pensamos.
Lo que pasa es que se reflejan en el "quisiera ser". Mis personajes son osados, valientes, descarados, y dicen y hacen lo que se les da la gana.
— También eres profesora de educación física.
Cuando mi abuelita [Eva Mange, quien tiene 100 años] se enteró de que quería ser artista, me pidió que, por favor, estudiara una cosa más seria. Yo soy una nadadora, me encanta. En la secundaria participaba en competencias de natación. Como estaba cerca de los deportes, me dije: "Voy a ser maestra de educación física". Y si bien desde que nació mi hijo Claudio ya no ejerzo, soy bailarina de ballet, así como semióloga, y luego hice mi carrera de teatro a escondidas. Después invité a mi familia y les anuncié que tenía una sorpresa: era mi graduación de la escuela de teatro, cine, radio y televisión.
— Me sorprendiste con lo de la semiología.
He caminado por muchos senderos filosóficos. Soy una persona inquieta. La primera vez que no dormí, pensando qué era la vida y qué hacía aquí, fue a los 9 años. Y lo que me baja toda la información de una manera científica es la semiología, definitivamente.
— ¿Te gustaría vivir hasta los 100 años, como tu abuela?
La vejez es algo duro y difícil. Hay que ser valiente para enfrentarla. Yo la he vivido a través de mi abuela. La gente ya no te quiere, te abandona. La sociedad se deshace de sus viejos y ha creado un culto a la juventud.
—¿Cómo está tu abuela?
Está bien, aunque ya no camina, tuvo una fractura de cadera. Ser absolutamente dependiente de la bondad de alguien, es muy difícil, en referencia a si quiero llegar a esa edad. Quiero llegar a la edad en la que no tenga que depender de nadie y en la que pueda seguir disfrutando mi vida con todo lo que implica ser mayor. Pero eso solo Dios lo define.
— Eres una amante de la naturaleza. ¿Qué sentiste en ese ritual de casamiento con un árbol?
Todos somos responsables de lo que pasa en nuestro planeta. Hay que respetarlo, porque no es nuestro, solo estamos de pasada en este planeta. Pero hay que ser comprometidos con los que nos siguen, con nuestra descendencia. Soy una persona que todo el tiempo trata de concientizar sobre la responsabilidad que tenemos en el planeta que habitamos.
— Sobre el manejo de tu imagen, ¿todos esos revuelos que se generan –y que, obviamente, a veces no puedes manejar–, qué reflexiones te dejan?
¿A qué te refieres?
— Sabes de qué estamos hablando.
Pues no, porque los he tenido de muchos tipos. Cuando eres una persona que sobresale en cualquier ámbito, siempre vas a ser como el tiro al blanco de las personas que no se han realizado o no son felices con lo que hacen, y no puedo hacer nada más que entender al ser humano y a estas personas que quieren vivir a través de ti y tus éxitos. Y bueno pues, me digo: "Estoy más allá del bien y el mal".
— Para eso también sirve la semiología, para analizar estos fenómenos.
Y para entender al ser humano. Para entender que cohabitamos en este mundo. Yo soy una persona feliz. No me hace mella nada.