"Moonage Daydream" se construye a partir de una gran cantidad de imágenes inéditas de David Bowie. (Universal Pictures)
"Moonage Daydream" se construye a partir de una gran cantidad de imágenes inéditas de David Bowie. (Universal Pictures)

Entre las tantas cosas que se pueden decir sobre , hay dos rasgos que el magnífico documental de Brett Morgen explora con particular énfasis y adopta como atributos propios, patentes en el filme en sí: la impermanencia y el aislamiento.

De lo impermanente y cambiante que fue el autor de “Changes” se ha comentado muchísimo. Fascinante camaleón que necesitaba las mudas de piel para expresar plenamente las múltiples maneras que tenía de entender el mundo. Porque Bowie fue fluido antes de que se discuta tanto la fluidez; y ambiguo cuando ni siquiera se consideraba valioso o provocador. Y en “Moonage Daydream” aquello se plasma desde lo material: a través de su seductora transición de imágenes, la remezcla de sus canciones, la alta saturación y contraste de las luces y colores, los lienzos cósmicos y orgánicos que se funden con las imágenes de su cuerpo en constante renovación.

Del aislamiento, en cambio, es menos lo que se discute. Y es en esa faceta que el documental resulta más revelador. Pues aunque Bowie llegó a ser en vida una presencia casi divina, idolatrada por legiones de creyentes en su música y su fe, aquí se nos muestra en un plano terrenal y vulnerable, en el que su contacto con la gente y su entorno es habitualmente fallido, incómodo y hasta doloroso. Una dificultad social que podría entenderse por la traumática muerte de su hermano o la compleja relación con sus padres; y que se manifiesta en sucesivos retiros a parajes que le fueron extraños y ajenos: el traslado a Los Ángeles (ciudad que odiaba), su viaje transformador a Berlín (donde podía sentirse un desconocido), su paso por Asia (marcado por la introspección), e incluso su voluntario alejamiento de la luz pública al encontrar el amor de Iman, su esposa y madre de su hija (un pasaje en la vida de Bowie apenas mencionado y profundizado en el documental, quizá una de sus pocas flaquezas narrativas).

Esas fluctuaciones entre la mutación y el distanciamiento son las que hacen de Bowie una figura tan deslumbrante, pero a la vez huidiza e inasible. Y el mérito de “Moonage Daydream” radica en atraernos hacia esa paradoja: la de una estrella que aún no terminamos de comprender y cuya luz quizá nos llegue en su totalidad en un futuro lejano. Suerte la de quienes estarán allí para contemplarla.

Calificación: 4.5 de 5.


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