El diploma universitario de Bernardo Roca Rey Miró Quesada dice algo que podría sorprender a muchos: Licenciado en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Sevilla. De hecho, después de graduarse trabajó en genética molecular e incluso dictó cursos de Química de Explosivos y Genética de Peces.
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¿De dónde aprendió entonces el oficio periodístico al que dedicó la mayor parte de su vida? “Estudié periodismo con mi abuelo, Luis Miró Quesada, quien era el director del diario El Comercio. Vivía con él. Cuando yo tenía 13 o 14 años, iba donde mi abuelo y lo acompañaba a hacer su editorial”, contaba hace unos años en entrevista con el diario “Perú21″.
“A los 16 años yo ya escribía en el periódico y, por supuesto, revelaba fotografías, editaba. Luego pensé para qué iba a estudiar periodismo, si ya sabía –agregaba, haciendo memoria sobre sus pininos–. En mi casa no se hablaba de ciencias, entonces decidí estudiar química y biología. Todos los proyectos que he realizado parten de una base científica”.
Y por ahí pasaba su hábil conjugación de disciplinas tan disímiles como la ciencia y el periodismo: la meticulosidad del proceso, el rigor de la comprobación y, claro, la inagotable curiosidad. Es por ese motivo que la carrera en la prensa de Roca Rey estuvo marcada por varios hitos importantísimos. Por ejemplo, como Director de Publicaciones y Multimedios del Grupo El Comercio, jugó un rol clave en la promoción de la lectura con libros de fácil acceso al público, de tapa dura y económicos, que durante años fueron llenando las bibliotecas de los hogares peruanos.
Ocupando ese cargo es que también fundó la revista Somos, emblema sabatino de este Diario. “La idea era presentar un producto a la usanza de los periódicos más importantes del mundo. De hecho, mi referente fue el magazín que editaba ‘Le Figaro’ en Francia”, recordaba alguna vez Roca Rey, sobre la publicación cuyo primer número apareció un 13 de diciembre de 1986, en una época convulsa para el país.
“Desde el comienzo fuimos transgresores, creando secciones como ‘Ellos en la cocina’ y ‘Ellas en el bar’, algo que para la época era inesperado. La revista supo marcar su propia agenda”, precisaba él mismo sobre el semanario de reconocible logo creado por el diseñador Manuel Figari: la palabra Somos escrita de forma que pueda leerse de derecha a izquierda o al revés.
Aporte democrático
Si “Somos” apareció en un momento difícil para el Perú, no menos compleja fue la fundación de Canal N, en 1999, señal que el propio Roca Rey se encargó de crear junto al periodista Gilberto Hume. Para empezar, porque a nivel técnico y tecnológico se trataba de un proyecto inédito. El primero en usar videorreporteros y “el primer canal digital no lineal del mundo”, como solía destacar él, orgulloso de su iniciativa.
Pero sobre todo porque apareció en un contexto político como el del régimen fujimontesinista. Y lo hizo para hacer un trabajo fiscalizador valiente e intenso. “En el año 99, todos los canales, si no habían sido comprados directamente, habían sido sobornados o puestos a disposición del gobierno”, contaba Roca Rey. Y fue a través de Canal N que se difundió, en setiembre del 2000, el impactante primer vladivideo, que destapó la compra del congresista tránsfuga Alberto Kouri y terminó por traerse abajo al gobierno de Fujimori.
Las imágenes de la corrupción que propaló Canal N dejaron una huella imborrable que se deja sentir hasta nuestros días. Un episodio histórico y clave para nuestro país que, además, motivaron que Roca Rey fuera distinguido en el año 2003 con la Orden del Sol del Perú y la Medalla de Honor del Congreso de la República en el grado de Gran Oficial, por su “destacada labor en la búsqueda de la democracia”.
La cultura y la verdad
Además de Somos y Canal N, Bernardo Roca Rey participó también en la creación de medios originales y renovadores como los diarios “Trome”, “Perú21″ o el portal Espacio 360. Luego se dedicó a proyectos personales –como su incansable promoción de la gastronomía peruana [ver nota aparte]– y en el 2010 fue designado como el primer viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, del recién creado Ministerio de Cultura, donde trabajó codo a codo con su titular, el antropólogo Juan Ossio Acuña.
Por su larga y esforzada labor periodística es que, desde el 2016, Roca Rey ocupó el cargo de presidente del Consejo de la Prensa Peruana, ente que se ocupa de la difícil tarea de autorregulación de nuestros medios y de la libertad de prensa en épocas tan complejas como las actuales, donde la desinformación parece cundir tan o más fuerte que la información veraz. Pero allí estuvo él, siempre entusiasta y atento a lo nuevo. Casi como en aquellos años en que era solo un adolescente que acompañaba a su abuelo a escribir un editorial. Que en paz descanse.
Una vida para la cocina
“Hace 30 años, un grupo de amantes de la buena mesa nos preguntamos qué hacía falta para que una gastronomía tan rica como la nuestra formara parte de la cultura y la identidad nacional”. Con estas palabras, incluidas en la presentación del libro “Gastón Acurio. 500 años de fusión” (2008), Bernardo Roca Rey Miró Quesada recordaba el camino que él y otros apasionados de nuestra cocina empezaron a recorrer por la década de 1980.
Considerado con justicia como uno de los actores que ayudó a construir los cimientos de la revolución culinaria en el Perú, fue en 1987 cuando Bernardo y otros sibaritas dieron un gran paso al fundar la Asociación Gastronómica Peruana (Agape). Por esos años él ya hablaba de la importancia de revalorar insumos autóctonos y aplicar en su preparación técnicas modernas, añadiendo una cuidada estética a su presentación. A esa nueva mirada le puso un nombre: cocina novoandina. “Fue creada para motivar a los peruanos a creer que la cocina contemporánea tenía algo que decir en nuestros platos criollos”, dijo una vez el creador de términos como ‘quinotto’, para referirse a un risotto de quinua.
Su olfato periodístico nunca se alejó del fogón. Montó el restaurante Pantagruel e hizo crítica gastronómica desde su columna El Comensal, pero también sumó importantes logros en el campo de las publicaciones. De la mano de Teresa Ocampo, amiga de compartir secretos culinarios pero también iniciativas librescas, publicó “Cocina Peruana. Recetas tradicionales y prácticas” (1996), anticipo de ese boom editorial-gastronómico que el periodista e investigador gastronómico impulsó desde esta casa editora, cuando en 1999 El Comercio lanzó “Secretos de cocina”, primer coleccionable con “trucos y técnicas del buen comer” que llegó a tener gran acogida por la calidad de su contenido y la utilidad para los lectores del Diario.
Fueron decenas de títulos –como “Comida casera de Teresa Ocampo” (2003), coleccionable con 453 recetas ilustradas, o libros de colección como “La gran cocina”, “Cocinas del mundo” y “Nuestros grandes chefs”– los que Roca Rey impulsó desde el Departamento de Publicaciones y Multimedios de El Comercio, donde también se cocinó una alianza sabrosa con otra gran figura de la escena gastronómica actual: Gastón Acurio. Junto al célebre chef, Bernardo y su equipo lanzaron “La cocina de Gastón Acurio” (2005) y “Las cocinas del Perú por Gastón Acurio” (2006), exitosas entregas que fueron abrebocas para una edición de lujo, la ya mencionada “500 años de fusión”, que en 2009 fue reconocida como Mejor Libro de Cocina del Mundo en los Gourmand World Cookbook Awards, premio que celebró con su hija Hirka, digna heredera de su amor por la cocina.
La gran feria
Y así, rodeado de una nueva generación de cocineros peruanos, Roca Rey asumió en 2010 la presidencia de la Sociedad Peruana de Gastronomía (Apega). Tomando la posta de Acurio, afianzó su rol como promotor del sector y propulsor de Mistura, feria gastronómica que se celebró hasta el 2017 tras llegar a ser un modelo para la región, al reunir en un mismo espacio a diversos actores de la cadena gastronómica, desde cocineros y productores, hasta pensadores y profesionales de diversas disciplinas afines a la cultura culinaria de un país que se reconoce biodiverso, multicultural y creativo.
Por esos años también presentó -desde el Ministerio de Cultura- un expediente para postular la cocina peruana como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y lanzó una iniciativa para recuperar y poner en valor un millón de hectáreas de terrazas andinas para que sean destinadas a cultivos locales.
En medio de esta importante labor, el periodista gourmand no dejó de lado sus sueños personales. Tras lanzar su propio pisco La Roca, en 2012, consideró que la gran cocina peruana debía estar acompañada también de un gran vino de identidad nacional, y por eso aró en el desierto iqueño, donde creó su propio proyecto vitivinícola: cultivó uvas moscatel de Alejandría y Luna Negra en el fundo El Milagro, un oasis ubicado en Pozo Santo (Paracas), donde nacieron sus Vino de Arenas. “He sembrado algo para que perdure, no para que se acabe mañana”, le dijo a Nora Sugobono en entrevista con Somos, bajo el sol de Paracas. La frase, hoy, aplica a mantener vivo su legado. Que la gastronomía peruana nunca lo olvide.
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