
Jesús Carreón regresó por primera vez al barrio de San Bernardino, California, donde pasó su infancia difícil, para compartir una historia que inspira a muchos. Hoy, convertido en abogado y recién graduado de la prestigiosa Universidad de Harvard, su vida es un ejemplo de lucha, perseverancia y sueños cumplidos.
Originario de Tijuana, México, Jesús llegó a Estados Unidos sin papeles acompañado de su madre, con quien vivió años de incertidumbre y sacrificios. “Llegué a los 7 años. De San Bernardino en realidad no tengo muchos recuerdos buenos de mi infancia”, contó a Univision Noticias.

Fueron años difíciles: su madre, costurera, no ganaba lo suficiente, y vivieron de casa en casa, e incluso en la calle. “En algún punto estuvimos en una traila atrás de la casa de alguien, o en cuartos vacíos en casas de amigos, y hasta en el carro, fuera, en la calle”, recordó.
A los 9 años, un comercial de Harvard que vio en la televisión cambió su perspectiva para siempre. “El comercial me hizo sentir que ahí es donde va la gente exitosa. Eso es lo que yo quiero hacer”, dijo.

Desde entonces, su madre lo apodó “Mister Harvard”, aunque la realidad era muy diferente: eran indocumentados y muchas veces no había ni para comer. Harvard parecía un sueño imposible.
Para ayudar en casa, Jesús empezó a trabajar desde niño. Primero vendía dulces afuera de una iglesia: “Después de cada misa, siempre estaba allá afuera con mi cajita de dulces, tocando puertas para ver quién quería comprarme uno”.
También trabajó en una tortillería haciendo totopos, barrió pisos en tiendas y salones de belleza, e incluso en un restaurante de pollos. Fue rechazado muchas veces por ser menor y por su estatus migratorio, pero él no se rindió. “En mi vida he tenido mucho más rechazos que cualquier otra cosa, pero los pocos ‘sí’ que he tenido han valido la pena”.

Con la llegada del programa DACA, pudo trabajar legalmente y continuar con sus estudios. Al terminar la preparatoria, aplicó a varias universidades; todas lo rechazaron menos Harvard, que además le otorgó una beca. “Sigo creyendo que cuando no te das por vencido en ti mismo, todo es posible”, afirmó.
El pasado 29 de mayo, ese niño indocumentado que vendía dulces en la iglesia y dormía en un auto se graduó como abogado de Harvard, aún sin tener papeles. Su madre, como siempre, estuvo a su lado, orgullosa del camino recorrido.

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