
Wilson Velásquez, un hombre trabajador y devoto de 38 años, estaba en una iglesia cristiana de Atlanta cuando su tobillo vibró de manera inusual. No era una señal de su conciencia ni un llamado divino, sino el grillete electrónico que le habían impuesto al llegar a Estados Unidos. Unos momentos después, a las afueras estaban los agentes de inmigración esperando que salga para arrestarlo. Así lo reveló su esposa, Kenia Colindres, a BBC Mundo.
“Lo esposaron y se lo llevaron”, lamentó la mujer. “Era un día normal en la iglesia: se cantó, se alabó a Dios y se escuchó la prédica, cuando el teléfono de Wilson empezó a sonar. Tras una segunda llamada él salió y ahí lo arrestaron. Yo me doy cuenta cuando él me envía un mensaje que me dice que salga afuera porque migración está con él”, agregó.

CONTABA CON PERMISO DE TRABAJO Y NO TENÍA ANTECEDENTES PENALES
Wilson había llegado desde Honduras con su familia hace dos años y no era un criminal. Tenía permiso de trabajo, un número de seguridad social y una identificación legal. Trabajaba en un negocio de llantas y asistía a todas sus citas migratorias. Nunca había tenido problemas con la ley. Pero el grillete electrónico que llevó desde su ingreso al país terminó sellando su destino.
El Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, sigla en inglés) justificó su acción argumentando que las antiguas restricciones permitían que criminales se ocultaran en lugares considerados “santuarios”. La nueva medida tenía el objetivo de evitar que delincuentes evadieran la justicia. Pero la historia de Wilson distaba mucho de la de un criminal. Su único “delito” fue buscar una vida mejor para su familia.
El arresto de Wilson fue solo una parte de un operativo mucho mayor. Ese mismo día, ICE detuvo a 957 inmigrantes en situación irregular en distintos puntos del país. Era la mayor cifra de capturas en un solo día desde el inicio de la nueva administración. La promesa del presidente Donald Trump de deportaciones masivas comenzaba a materializarse con fuerza y sin distinción de contexto.
“Me llamó él y me dijo que estaba aquí detenido en el mismo Atlanta y que según le dijeron va a ser mandado a otro lugar y de ahí va a ser deportado, pero yo tengo la confianza en Dios que no va a ser así, porque aquí hay una esposa y tres hijos que lo necesitan”, sentenció la esposa de Wilson.

YA NO HAY MÁS ESPACIOS SEGUROS PARA LOS INMIGRANTES
Organizaciones de derechos humanos han advertido sobre las consecuencias devastadoras que puede traer la eliminación de los espacios santuarios. La directora ejecutiva del Centro de Derecho y Política Social, Olivia Golden, señaló que esto disuadirá a las familias de acudir a hospitales, denunciar abusos o incluso enviar a sus hijos a la escuela, por temor a que los agentes migratorios los esperen en la salida.
El arresto de Wilson es solo un reflejo de la creciente persecución a los migrantes en Estados Unidos. Ahora el miedo se ha expandido hasta el corazón de las comunidades, traspasando las paredes de iglesias y escuelas. Y mientras muchas familias oran por una solución, la realidad es que cada día que pasa, el sueño americano se desmorona un poco más para miles de personas.











